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El sueño y la pesadilla

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Leo la prensa y los líderes de la derecha dicen que ya no hay que mirar al pasado, sino al futuro. Lo mismo que vienen diciendo durante años. Se han quedado pegados. Me bajo del bus y un hay grupo de personas en vigilia frente a un gran lienzo con la imagen de Salvador Allende. No hacía muchos días que la Presidenta se había referido también al "sueño de Salvador Allende". Curioso: los líderes de la derecha quieren mirar al futuro, mientras que los de la izquierda continuamente vuelven al pasado. ¿Quiénes son los momios?

Pero esto mismo muestra la superficialidad de la derecha actual. Mientras la mayoría política, el gobierno, siga anclada espiritualmente en 1973 es liviandad declarar superado un período que es fundante en nuestra historia reciente. Hay que entender las diferencias. El gobierno militar fue, para la derecha, una reacción a unas determinadas circunstancias. Corrió su curso y terminó. Hubo una nueva constitución, plazos, un plebiscito y elecciones. Después de dos gobiernos democratacristianos y de dos gobiernos socialistas vino el gobierno de Sebastián Piñera y pareciera que todo quedó superado.

En cambio, para la izquierda, al menos para la izquierda dura, la revolución socialista, el gobierno de Salvador Allende es una herida abierta porque es un proceso interrumpido, que no pudo correr su curso (quizás era imposible que lo hiciera). Los gobiernos de la Concertación, que tuvieron su final natural por agotamiento, no cuentan porque no fueron revolucionarios. La revolución todavía está inconclusa.

Lo que agrava la situación es que mientras la izquierda chilena soñaba en el exilio, la revolución se desmoronó en el resto del mundo. Cayó el muro, Alemania oriental, dónde tantos buscaron refugio, pasó a la historia. La Unión Soviética, que con su imperialismo apoyó a los revolucionarios de todos lados, se desintegró sin que se disparase un tiro; se desintegró agotada. Sólo queda Cuba, aislada, desencantada, gobernada por una gerontocracia que ya no fue capaz de cumplir sus promesas. (¿Y Venezuela? Nadando en petróleo se muere de hambre.) Incluso el estado de bienestar europeo se tambalea. La izquierda chilena vive de un sueño de un pasado inconcluso, del cual todos han despertado. No es raro no querer despertar, porque los sueños suelen más agradables que la realidad.

¿Podrá despertar la izquierda, sin dejar de ser izquierda? Para eso la derecha tiene que sacudir la modorra de su propio sopor. Podría hacer explícito el sueño de Allende, explicitándolo más allá de su retórica.

Habría resistencia, por supuesto (como la que hay al tratar de sacar de la cama a un adolescente). Tendría que dejar de mirar tanto al futuro y mirar al pasado, ese pasado donde se forjó el presente que ahora domina la izquierda casi sin contrapeso.

Elección de intendentes

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La lucha que vienen dando las regiones por desprenderse del fuerte centralismo que ejerce Santiago sobre el resto del país, tuvo su primera victoria con la elección de los consejeros regionales por votación popular, en los comicios del 17 de noviembre de 2013.

Una nueva etapa de este proceso, que busca entregar más atribuciones y poder de decisión a los propios territorios y que es parte de la agenda política desde el año 1999, es la elección de los intendentes a través del voto popular. Sin embargo, como dijo el director de la Fundación Chile Descentralizado y ex vicepresidente de la Comisión Asesora Presidencial para la Descentralización y el Desarrollo Regional, Heinrich von Baer, surgió la alerta entre los ex comisionados de la instancia propuesta por la propia Presidenta Michelle Bachelet, por la posibilidad de que el mundo político retrase la elección popular de los intendentes, acordada en principio para octubre de 2016 y afirma que el cambio en el eje del poder que implicaría este proceso descentralizador ya suma detractores.

Hace unos meses los presidentes de los partidos que integran la Nueva Mayoría ya plantearon sus dudas al comité político de La Moneda por esta agenda de descentralización. Ven con cierto resquemor la posibilidad de realizar la elección del intendente a la par de las elecciones municipales de 2016.

La denominada "madre de todas las batallas", como fue bautizada esta reforma por parte de quienes trabajaron en el panel convocado por la Presidenta, despierta dudas transversales en los partidos políticos. Y es que una vez que los intendentes sean elegidos por los propios electores, se generará una nueva forma de interacción entre el Ejecutivo regional, los partidos y sus parlamentarios y eso provocará transformaciones en las relaciones de poder que implican -en definitiva - una nueva forma de mirar hacia y desde el Estado en las regiones.

Es necesario que los temores y las dudas frente a la iniciativa se vayan discutiendo y analizando entre los actores que tienen implicancia en este tema, con el fin de avanzar de forma concreta en este proceso descentralizador, en beneficio de las regiones.