Delitos y violencia
Recientemente se informó sobre el caso de unos reos que se escaparon porque un funcionario extravió las llaves de las esposas. También se difundió ampliamente la situación de detectives de la PDI que fueron encerrados por encapuchados para recibir un ataque con bombas Molotov. También han sido frecuentes los estallidos de cajeros automáticos y las denuncias de que reos operan desde las cárceles realizando mediante llamadas desde celulares, diversas estafas, e incluso dirigiendo a las bandas.
No cabe duda que la delincuencia es cada vez más sofisticada y que va utilizando metodologías más osadas, que ya no sorprenden a la ciudadanía. El mismo hecho de que BancoEstado haya comenzado a instalar cajeros automáticos dentro de los recintos de comisarías de Carabineros es, pese a las explicaciones que se den, un reconocimiento de que ya no es posible garantizar la inviolabilidad de esos aparatos.
Lamentablemente, durante los últimos meses hay indicios de que el combate a la delincuencia se hace más difícil y que el sistema investigativo logra pocos avances. Basta recordar el asalto a un camión blindado en el aeropuerto de la capital o los atentados explosivos. Es comprensible que -por ejemplo- la ciudadanía se pregunte cómo es posible que en La Araucanía y en parte de la provincia de Arauco ocurran tantos atentados incendiarios, incluso en predios con resguardo policial, que se vulnere el Estado de derecho, y los resultados de las investigaciones sean ínfimos.
Se han alzado voces para expresar preocupación porque en algunos casos se realicen detenciones ciudadanas o la creación de autodefensas, tomando la justicia en sus manos, como se ha visto en otros países. Hace unos días se conoció el caso de la detención de un joven tras cometer un robo y su posterior exhibición -desnudo y envuelto en papel plástico- en pleno centro de Santiago. La sensación que tiene la comunidad es que la policía está atada de manos, que a través de los años se le han restado atribuciones y que más bien se piensa en los derechos de los delincuentes que de las víctimas.
Las autoridades deben entender que la organización delictual es cada vez más sofisticada, se aprovecha de los vacíos o las debilidades de la legislación y de que las sanciones -como en el caso de robos de cajeros- son mínimas, lo que es un incentivo para el delito.