El 95% de los chilenos se alimenta mal
Los chilenos no comemos mal. Comemos pésimo y cada vez peor. Y si bien esto es algo que conocíamos, la reciente Encuesta Nacional de Consumo Alimentario -que reveló que el 95% de la población se alimenta mal- demuestra que los malos hábitos alimentarios son mucho más extendidos y transversales de lo que se pudiera creer. Si a esto le sumamos que el 83% de la población no realiza actividad física, tenemos la tormenta perfecta que explica las alarmantes cifras de obesidad y sobrepeso que exhibimos.
Lo primero a considerar es que aunque existe una correlación entre la situación socioeconómica familiar y la calidad de su nutrición, y que la comida "chatarra" es más económica, el precio de los alimentos no es el único factor que influye en la dieta. Hay muchas frutas, verduras y legumbres de bajo costo, sobre todo en ciertas épocas del año que, sin embargo, no consumimos como debiéramos. Asimismo, sería ingenuo culpar exclusivamente a la disponibilidad de alimentos altamente procesados, puesto que el poder de decisión respecto de qué comer sigue siendo primordialmente nuestro.
Entonces una de las principales responsables de esta situación es la casi inexistente educación en hábitos de vida saludable, elemento que debería estar presente en la reforma educacional y quedó fuera en la Ley de Etiquetado. Asimismo, el escaso tiempo que tenemos para preparar los alimentos nos lleva a escoger lo más rápido, como el pan amasado con mortadela, en vez, de la marraqueta con huevo revuelto o palta, que es más saludable aun cuando tienen un costo similar. Independiente de las medidas que puedan tomar las autoridades, hay un cambio social en la dinámica familiar que requiere de una revisión. Hay que darle a la alimentación y su preparación el lugar que se merece dentro de nuestra sociedad y recuperar el tiempo dedicado a cocinar y comer en familia, lo que puede hacer una gran diferencia no solo en la salud nutricional, sino también en nuestra vapuleada salud emocional.