"Interestelar" o como esto depende del tiempo y espacio
Lo existencial, a través de distintos cuestionamientos puede ser visto como el gran tema del cine del director inglés Christopher Nolan (44). Desde su muy estético debut con "Following" (1998), sus personajes parecieran seguir una idea/ideal de algo supuestamente mejor, ya sea para su beneficio y ordenamiento ("Memento", 2000), la sociedad (la serie dedicada a Batman) o la propia humanidad.
Eso es, precisamente, lo que ocurre en "Interestelar", hasta ahora su película más ambiciosa y compleja en trama y desarrollo. Porque si "El origen" (2010) fundía la historia en pasajes surrealistas, en su película número 9 invita al espectador a transitar por una "experiencia" (audio)visual, de largo aliento (169 minutos) y que por momentos se torna cansadora.
Acá el tiempo y el espacio, dos variables claves en la concepción del cine, están al servicio de esa experiencia, incluso, más allá de la trama. De este modo, se explica que la obra se resienta con momentos que se pudieron evitar. El realizador parece haber olvidado las leyes del montaje en beneficio de una cinta que no tenía para qué pasar a la quinta dimensión.
En contenido, todo está centrado en la manera de ser de Matthew McConaughey. Es Cooper, un granjero de naturaleza científica y pasado astronauta. Tiene claro que la misión como padre es proteger a su familia: un hijo adolescente y una hija de 10 años. Para eso cuenta con la ayuda de su padre (John Ltihgow), el único con los pies en la tierra.
FUTURO RELATIVO
En un futuro de paisaje distópico -imaginario- la crisis agrícola se proyecta como señal de la desaparición del planeta, afectado las consecuencias del abuso futuro.
En este contexto, unos científicos de la Nasa han desarrollado una teoría para encontrar el planeta para la sobrevivencia de la humanidad. Éste se encuentra a través de un agujero negro que lo sitúa en otra dimensión y galaxia.
Es ahí cuando Cooper toma un rol importante. Le encomiendan pilotar la nave para esta aventura, donde nada está asegurado. Allí el tiempo puede ser un tanto relativo, como absoluto.
En esa otra dimensión, tan visitada por Nolan en su cine, se va construyendo un relato enfocado en las relaciones paternales, en los cariños incondicionales, pero que encuentran un límite por afectación de ellos mismos. Así, lo "concreto" de la buena relación del padre con su hija, se torna en una cuestión demasiado grandiosa en términos de historia. Este detalle traiciona el marco de una cinta que brilla por lo perfecto de su forma. Incluso, por momentos recuerda esa verdadera experiencia de forma y contenido llamada "2001: una odisea del espacio" de Kubrick.
Sin embargo, Nolan no es Kubrick. A diferencia del realizador norteamericano fallecido en 1999, el error que comete es tratar de responder y encontrarle una explicación a cada acción y reacción emprendida por los personajes. Esto va desde lo valórico/familiar a lo ecológico/terrenal. Es ahí cuando la cinta cae en su propia trampa. Se hace más grande de lo que Nolan pudo controlar. Se torna en esas apuestas fílmico/filosóficas -por ahí Terrence Malick ha caído en algo parecido- demasiado introspectivas, simbólicas, aunque sin necesidad de serlo.
Quizás si los minutos hubieran sido acortados (más o menos 30), esto habría funcionado mejor, sin esa forzada necesidad de mirar este tipo de apuestas como las obras maestras del siglo XXI.