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La importancia de los ex alumnos en una universidad centenaria

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La Universidad de Concepción, en sus 95 años de vida, sirviendo a Chile, ha titulado cerca de 85.000 profesionales, en las más diversas áreas del saber. Nuestros profesionales UdeC son la prueba más palpable del proyecto educativo de la Institución. El aporte que ellos han realizado y realizan al desarrollo y crecimiento de la Región y del país ha sido notable. A través de su desempeño en los más diversos ámbitos de la vida social y económica del país, contribuyen día a día al quehacer productivo, laboral, científico, humanista y artístico, e impactan la vida pública y social de la comunidad. Muchos de ellos, también, han encontrado su desarrollo profesional en otros países, donde han asumido responsabilidades que enorgullecen a la Institución que los formó.

La vida universitaria permite la generación de una tradición y cultura, que es diferente en cada Universidad. En nuestro caso, la Universidad de Concepción, por su origen, por su diversidad de estudiantes, por la calidad pluralista y laica, por su localización, por el entorno, por el tipo de campus abierto desde su creación, y por el ambiente interno, permite la formación de profesionales con una mística única, que trasciende las aulas y otorga un sello UDEC, que es reconocible en todos nuestros ex alumnos.

La Universidad la formamos quienes trabajamos en ella, sus alumnos y sus ex alumnos. Por consiguiente, es responsabilidad de todos y de todas prestigiarla, cuidarla, hacerla crecer y transmitir los valores, la cultura e imagen institucional. Por ello, debiera ser un compromiso de los ex alumnos ayudar a la institución en esta tarea. Su experiencia de vida, transcurrida en la Universidad, constituye un ejemplo único e irrepetible, valioso de difundir y externalizar, toda vez que les sea posible.

Como ex alumna de esta querida Universidad, creo que quienes hemos estudiado y nos hemos formado en ella, tenemos una obligación, que es ayudarla a ser cada día mejor, contribuyendo a su desarrollo y consolidación. Nos asiste el convencimiento que los ex alumnos podemos hacer grandes cosas por nuestra Alma Mater. Los invito a organizarnos, para retomar la iniciativa que tuvieron los fundadores, cual fue hacer de esta casa de estudios una gran Universidad. Cada uno de nosotros puede aportar de distintas maneras y formas a su crecimiento continuo, para responder, de la mejor manera, a los intereses de la comunidad, que es la principal motivación de nuestra Institución, y para seguir cumpliendo y fortaleciendo el rol público que tiene la Universidad de Concepción, como misión fundacional.

Entendemos que las actividades de camaradería, como el 2º Encuentro Nacional que se efectuará el 14 y 15 de noviembre, son fundamentales y ofrecen una oportunidad única para encontrarse con su pares y recordar tiempos pasados, asociados a una época determinante en nuestras vidas. Sin embargo, desearía destacar la importancia de que actividades como éstas se mantengan en el tiempo, pero que además, generen otro tipo de iniciativas, de carácter más permanente, que puedan ayudar al cumplimiento de las funciones tradicionales de la Universidad.

Por otro lado, cabe destacar que la mayor proporción de los estudiantes que ingresan cada año a la Universidad pertenecen a los quintiles más bajos. La Universidad, con mucho esfuerzo, hace lo que está a su alcance para ayudarlos. Necesitamos de los ex alumnos para que estos jóvenes puedan ser profesionales que contribuyan al desarrollo del país, de la región y a la movilidad social, que la educación superior es capaz de brindar. No existe otra forma más efectiva de cambiar la vida y situación de las personas, que la Educación Superior. La contribución y apoyo que puedan otorgar los ex alumnos, como se ha visto en otras universidades, es un factor determinante para enfrentar este problema social que a todos nos debería preocupar. Los invito a revisar con generosidad esta demanda, que nace de la necesidad de seguir sirviendo al país, cada vez, con más y mejores profesionales.

La Universidad del siglo 21, es aquella que es animadora del desarrollo a través de la generación de conocimiento, que está inserta o forma parte de una era post-industrial que es conducida por este nuevo conocimiento y que, por lo tanto, la transforma en una institución integrada en una región inteligente, que promueve el desarrollo y la creación de nuevas capacidades. Asistimos entonces y seremos testigos, de grandes transformaciones. Para ser actores en este nuevo escenario, la Universidad necesita contar con todos y todas quienes han pasado por sus aulas y lo harán en el futuro. La suma de esfuerzos y voluntades tras un objetivo común, cual es situar a nuestra Universidad en un contexto nacional e internacional de vanguardia, requiere de sus ex alumnos, por lo cual los invito a comprometerse con la Universidad y a hacerse participe de su desarrollo, que es una Universidad de todos y de todas y para todos y todas: Una auténtica institución de servicio público.

Dra. M. Jacqueline

Hablaba del templo de su cuerpo

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La Iglesia celebra la Dedicación de la Basílica San Juan de Letrán, que es la Catedral de la Diócesis de Roma. Celebra esta fiesta hoy, aunque sea hoy 'el día del Señor', porque, en realidad, esta es una fiesta del Señor.

En efecto, la Basílica fue consagrada por el Papa Silvestre en el año 324 y dedicada al Santísimo Salvador. Sólo en el siglo VI se le agregaron los nombres San Juan Bautista y San Juan Evangelista.

La dedicación de un templo al Santísimo Salvador, Jesucristo, es un reconocimiento de su divinidad. ¡El aniversario de ese evento es una gran fiesta del Señor!

San Pablo afirma la divinidad de Jesús cuando declara en el himno cristológico de la carta a los filipenses: 'Al Nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el abismo, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre' (Fil 2,10-11).

Él mismo afirma que 'en Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente' (Col 2,9).

Pero ni a San Pablo ni a ninguno de los primeros cristianos se les habría ocurrido que podía haber en la tierra otro templo fuera del de Jerusalén, dedicado al Dios de Israel, el mismo que Jesús llama 'mi Padre', cuando reprocha a los judíos: 'No hagan de la Casa de mi Padre una casa de mercado'.

Leemos en los Hechos de los Apóstoles: «Todos los creyentes vivían unidos... acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu» (Hech 2,44.46).

Y el mismo San Pablo fue detenido en el templo acusado de haber introducido en él a gentiles. En el tiempo de San Pablo el templo de Jerusalén todavía estaba en pie en todo su esplendor, después de la reconstrucción de Herodes que tomó 46 años.

Los judíos y el mismo Jesús llaman al templo 'la Casa de Dios'. Pero era claro para ellos que Dios no podía habitar en un edificio hecho por manos humanas.

Lo recuerda San Esteban citando al profeta Isaías: 'El Altísimo no habita en casas hechas por manos humanas, como dice el profeta: 'El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies; ¿qué casa me podrán edificar ustedes -dice el Señor- y qué lugar para mi descanso?'' (Hech 7,48-50; Is 66,1).

Como todas las instituciones del Antiguo Testamento, el templo es una figura destinada a anunciar el verdadero templo, la verdadera casa de Dios. A ese verdadero templo se refiere Jesús cuando formula este signo como explicación de su conducta: 'Destruyan este templo y en tres días yo lo levantaré'.

Si Jesús, al decir 'este templo', se hubiera referido al templo de Jerusalén, su afirmación no habría tenido sentido, como objetan inmediatamente: '¡En 46 años se ha construido este templo!; y tú ¿en tres días lo vas a levantar?'. Jesús se refería al verdadero templo, que es su cuerpo, porque en él habita verdaderamente Dios.

No es que el templo antiguo haya sido una Casa de Dios falsa -de hecho Jesús la llama 'Casa de mi Padre'-; es Casa de Dios, pero sólo en cuanto figura y anuncio.

La Casa de Dios verdadera es el cuerpo de Cristo. Esto lo entendieron sus discípulos solamente después de su resurrección. En ese evento fundante de la fe cristiana, Jesús levantó el verdadero templo en tres días.

El evangelista, ya en conocimiento de la resurrección de Cristo, explica su frase: 'Él hablaba del templo de su cuerpo'. Y también nos dice cómo cayeron en la cuenta de eso: 'Cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús'.

Es claro que antes no habían creído que él pudiera levantar el verdadero templo de Dios en tres días.

Al dedicar el Papa Silvestre una Basílica el Santísimo Salvador está edificando un verdadero templo, porque allí se hace presente Jesús con su cuerpo glorioso. Después de la Basílica del Santísimo Salvador se levantaron en todo el orbe templos dedicados a Jesucristo como verdadero Dios.

El nombre que esos templos adquieren es solamente secundario, como el nombre San Juan de Letrán; la verdadera dedicación es siempre el Santísimo Salvador. En nuestros templos habita verdaderamente Dios.

Si el celo por la Casa de su Padre, que era sólo figura, devoraba a Jesús y por eso no admitió que se convirtiera en casa de negocios, ¡cuánto más debemos nosotros respetar la verdadera Casa de Dios, que son nuestros templos! La fiesta de hoy nos debe llenar de gozo al saber que nosotros tenemos a Dios mismo entre nosotros.

En nosotros se cumple también lo que preguntaba Moisés: '¿Qué nación hay que tenga a su dios tan cerca como está cerca de nosotros el Señor nuestro Dios?' (Deut 4,7).

'La Casa de Dios verdadera es el