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Empresas de valores

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Se calcula que durante el presente año los asaltos a camiones blindados dedicados al transporte de valores han dejado a los delincuentes un botín de alrededor de 9.800 millones de pesos (17 millones de dólares). Y cada vez se hacen más frecuentes.

Por eso, el gobierno ha decidido adoptar algunas medidas paliativas, como fijar un horario entre las 8 y las 21 horas para las operaciones de las empresas de transporte de valores en todo el país, lo que significa que no podrán seguir trasladando dinero en la noche, como ocurría hasta ahora. Asimismo, se determinó que en la Región Metropolitana, Carabineros custodie la descarga de dinero en algunos sectores que se consideren conflictivos, aunque sólo en forma transitoria, hasta el viernes próximo, cuando las empresas deberán contar con cuatro guardias por camión. Para el Ejecutivo, con ello se busca reforzar la seguridad tras los hechos delictuales recientes.

Las medidas se llevarán a cabo mientras el Gobierno trabaja en un decreto supremo para mejorar la seguridad de esas empresas, que actualmente se rigen por el DS 1.226 del año 2000, por lo que se considera necesaria su actualización. Se considerará el uso de cámaras de alta resolución, implementación de un sistema aleatorio de apertura de bóvedas, sectores especiales para descarga de dinero, el cierre a control remoto de las puertas de los camiones y la presentación de acciones judiciales coordinadas entre los privados y el Ministerio del Interior.

Las autoridades han puesto el acento en la responsabilidad de las empresas de transporte y en los bancos que operan los cajeros, anunciando nuevas regulaciones y multas para ellos. Si bien es cierto que en ambos casos deben aumentar las medidas de seguridad, se está desconociendo que el fenómeno de fondo es la verdadera explosión delictual en el país. Esto no afecta sólo a los bancos y a las empresas de valores, sino al comercio, a las empresas en general y a todos los ciudadanos. Las bandas son cada vez más organizadas y todos saben que en muchos casos el sistema judicial aplica bajas penas, de manera que pronto están de nuevo en las calles.

Hay que considerar que la seguridad y protección de los ciudadanos es función insustituible del Estado y que si bien la autoprotección es importante no se puede soslayar la responsabilidad del aparato estatal, que debe estar en primer lugar.

Nuevos muros

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En estos días se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlín, una vergonzosa muestra de lo que pueden la ideología y el fanatismo humano, que cegados al considerarse poseedores de la verdad y arquitectos mesiánicos de un paraíso en la tierra, consideraban irracional que alguien quisiera escapar de ese tipo de constructo socio-político.

Pero el muro no era solo una camisa de fuerza para los descarriados que quisieran huir de ese orden de cosas; también constituía un poderoso escudo contra los enemigos exteriores (el vilipendiado y caricaturizado capitalismo), que amenazaban la pureza de este anticipo del fin de la historia.

Finalmente, este muro era también la venda que supuestamente impedía ver, a los simpatizantes foráneos del régimen, la verdadera situación de lo que consideraban su sociedad ideal.

Sin embargo, como la realidad es más fuerte, pese a las notables y crueles argucias que se realizaron para acallarla, ese sistema tan alejado de la antropología más elemental, terminó derrumbándose solo, precisamente por haber extenuado sus fuerzas en su despiadada lucha contra esa porfiada realidad. Y esta es una lección que no se debe olvidar: que las ideologías fracasan, tarde o temprano, precisamente por estar basadas en una ficción.

Con todo, hoy estamos asistiendo al levantamiento de nuevos muros, que no son de concreto, ni tienen campos minados, alambradas o francotiradores. Son mucho más sutiles y por lo mismo, peligrosos, porque no se ven a simple vista, e incluso dan la impresión de ser amigos y defensores de la libertad.

Los muros a los que nos referimos son de tipo mental, y se manifiestan en la manipulación de la verdad, en la formación de la opinión pública, en el descrédito o incluso el linchamiento de quienes osan ir contra la corriente, en la reelaboración de la historia y un largo etcétera, todo lo cual pretende encerrar nuestro pensamiento. En efecto, en muchos países, incluido el nuestro, vuelven a campear una serie de ideas que en su momento se derrumbaron con el Muro de Berlín, que aunque maquilladas para parecer nuevas, apuntan al mismo fin: un control absoluto de todo por el Estado, a una homogeneización asfixiante que impide la diversidad, y a una "verdad oficial" en un cúmulo de materias, que busca anular toda posible disidencia.

Es por eso que una de las armas más eficaces para derribar estos muros mentales es la historia, la verdadera Historia (que muchas veces no concuerda con la "oficial"), fundamental para aprender de nuestras experiencias pasadas y estar advertidos sobre los nuevos y viejos mitos, que en un revoloteo permanente, siguen presentes en nuestro horizonte.