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Pérdida mundial de alimentos

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Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada habitante del planeta desperdicia en promedio casi 300 kilos de alimentos por año, totalizando unos 1.300 millones de toneladas de comida. Esta cifra puede verse escandalosa si logramos tener en consideración que a diario alrededor de 842 millones de personas sufren de hambre en el mundo.

La mayor pérdida de alimentos se produce en los grandes campos o granjas durante el procesamiento de los mismos, luego en el transporte y finalmente en el almacenamiento de los diversos productos. Si es observado de manera crítica, parece ser que es una obligación de los estados, empresas y particulares exigir o auto exigirse una mayor regulación en tales procedimientos para que, por lógica, se reduzcan el porcentaje de comida que es desaprovechada y por ende desperdiciada.

Es necesario que se redefina los actuales métodos de producción de los alimentos y sus derivados, con ello se debería garantizar un sistema sostenible de alimentación y a su vez entregar a los pobladores del mundo una seguridad sobre el sustento alimenticio. Esta necesidad de mejorar el procedimiento también surge por los malos pronósticos económicos y financieros mundiales, los que practican distribuciones desiguales de los fondos financieros y cantidad de recursos para asegurar una calidad y equidad en lo que reciben los habitantes de las diversas zonas del planeta. A esto debemos agregar los constantes cambios climáticos y ambientales que impactan de forma poderosa en los cultivos y en la producción de cada uno de los alimentos: sequías, inundaciones, actividades industriales que contaminan suelos y los inutilizan y sobre todo el calentamiento global que causa estragos irreparables en diferentes periodos de tiempo, lo que dificulta mantener una constante en la productividad de los recursos alimenticios.

La solución debiera venir de los grandes estamentos y empresas, en redefinir sus políticas de producción y distribución igualitaria de los recursos y por sobre todo del apoyo colaborativo de las grandes potencias a países que requieren de un sustento periódico para sus habitantes.

Las personas también podemos ayudar para que no se pierdan miles de toneladas de comida y eso más que una obligación debe ser un acto de voluntad y buenas prácticas que pueden comenzar con pequeños gestos, tales como comprar los alimentos necesarios para las personas de la casa, asegurándonos que los consumiremos en su totalidad, evitando también que sobrepasen la fecha de caducidad, aprovechar las verduras al máximo, manteniéndolas en buenas condiciones y comprando las que vayamos a necesitar en la semana, dejar de creer que un tomate muy blando está malo o que no es posible usarlo de otras formas.