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"Walking dead": Hace rato que los zombies son excusa

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¿Qué explica que una serie de zombies sume cinco exitosas temporadas? En Chile, el estreno de la nueva temporada de "Walking dead", el 6 de octubre, registró un incremento del 39% en relación a su entrega pasada.

El anterior es un dato que, más allá de los números, explica que hoy la apuesta basada en el cómics de Robert Kirkman (2003), suma adeptos que no necesariamente deben conocer o apreciar la temática relacionada con los muertos vivientes.

Por el contrario, si la producción televisiva al aire desde 2010 atrapa es, simplemente, por poner en pantalla argumentos dramático/narrativos desarrollados con el cuidado que merece una buena historia.

Como cerebro de la serie, Frank Darabont no se quedó en el relato lineal y obvio, situando el peligro a enfrentar desde la óptica de la otredad: a partir de lo que no se ve o ataca por sorpresa.

Aspectos como estos son los que se manifestaron, más o menos, hasta la llegada del grupo liderado por Rick a la cárcel abandonada y constantemente asediada por zombies controlables. Fue por la acción del propio elemento humano -la presencia del Gobernador- que el equilibrio se rompió. Hizo que cada uno de los integrantes del "grupo" se viera obligado a seguir su camino.

Así, el tradicional viaje del héroe -ya sea de un individuo o colectivo- se transformó en una cuestión oscura, primitiva, mucho más extrema que el propio peligro zombie. En el avanzar de los capítulos de la IV temporada cada personaje tomó cartas en el asunto. Se fue convirtiendo en un "arma" de relativo carácter humano, dispuesto a todo para sobrevivir (el engaño, la conveniencia, el negociado). La relación paternal de Rick estaba, aunque más débil, mientras su sentido de líder comenzaba a acotarse a sus propias circunstancias.

AÚN MÁS

BÁSICO

En este contexto, llegamos a la actual temporada, la quinta. Suma dos muy intensas entregas en su primera parte de ocho (el tercer capítulo de estreno es hoy, a las 22 horas, en la señal de FOX).

Las tensiones propias del género sirven acá como ingredientes de contexto -el exterior- para proyectar una trama donde los personajes no tienen nada garantizado.

A Rick, como baluarte del sentido común del héroe, lo vemos como una excusa de supervivencia. Acá ya no se trata de la ley del más fuerte, sino que del "sálvate como puedas". Por lo tanto, y pese a que el grupo vuelva a reunirse -con instantes de verdadera emoción para el espectador- cada uno sabe que esa "otredad" peligrosa -la oscuridad diría Lovecraft- puede emerger de su propia condición. O sea, el terror del gesto y la acción se exponen como horrores tejidos desde abajo, en sublecturas expuestas para el televidente/testigo, pero no para los personajes. Esta lógica narrativa queda clara al inicio del primer capítulo de la temporada cuando Rick y sus pares saben que pueden morir degollados en el Santuario. Sin embargo, desconocen la calidad de caníbales de sus moradores, detalle que deja al fallecido Gobernador como una guagua de pecho en cuanto a sus objetivos.

El tema de fondo, la supervivencia, late en cada escena. Sin embargo, esta nueva entrega subió un peldaño más en cuanto al alcance dramático de las acciones de los humanos en escena. Finalmente, personajes que retrocedieron a una condición mucho más básica que un zombie, un humano o una persona. Ahora es todos con(tra) todos.