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Casos de colusión

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Hace ya algunas décadas, Chile adoptó el sistema de economía libre, que impulsa el emprendimiento y entrega la iniciativa a la empresa privada. Opera el mercado como asignador de los recursos, pero para que funcione como tal y de acuerdo a sus principios iniciales, se necesita que la libre competencia esté garantizada.

En este caso, cobran relevancia valores fundamentales, que en ejercicio permitirían evitar fraudes, hacer uso de la coerción, ocultar o aprovechar información, o manipular actores del sistema en beneficios de unos pocos.

Recientemente, el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia en Chile (Tdlc) aplicó sanciones históricas a tres empresas productoras de carne de ave, en el llamado "caso pollos". El fiscal nacional económico, Felipe Irarrázabal, destacó la determinación, ante lo que llamó el cartel más grande conocido en la historia de este tribunal.

La multa por 60 millones de dólares sancionó así la colusión de las empresas involucradas, que de acuerdo a la investigación del Tdlc, acordaron limitar la producción de carne de pollo ofrecida al mercado nacional y asignándose cuotas en el mercado de producción y comercialización de dicho producto.

Si bien se trata de un fallo apelable no deja de llamar la atención el impacto que ha generado, tal como en el pasado ocurrió con la colusión denunciada y comprobada con las farmacias, que se ponían de acuerdo para alzar los precios de los medicamentos. El caso de los pollos pone en relieve nuevamente la importancia del resguardo de los consumidores, del ciudadano común, que en diferentes ocasiones se ha visto perjudicado por decisiones comerciales de grandes empresas.

En estos días, el Estado se encuentra trabajando en un proyecto de ley que endurezca las penas por delitos económicos, respecto al cual el Ministerio de Hacienda coordinará la mesa técnica. El objetivo es evitar que episodios como los que ha conocido el país se repitan, y superar la sensación que queda en la ciudadanía de que cierta impunidad rodea a estas denuncias, que cuando alguno de los actores demuestra colaboración, puede bajar significativamente la multa.

Es necesario devolver la confianza en un sistema que, si bien funciona, en ocasiones ha sido mal utilizado, haciendo con esto que el Estado comience a intervenir cada vez más con regulaciones de mercado.

En estos días, el Estado se encuentra trabajando en un proyecto de ley que endurezca las penas por delitos económicos, respecto al cual el Ministerio de Hacienda coordinará la mesa técnica.

Las lucas negras

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Señor juez, tengo que confesarlo: mis últimas dos bicicletas de lujo pude comprarlas sólo gracias a dineros reservados que recibí de Penta, no habría podido ser de otro modo. Incluso más, estaba a punto de adquirir un tercer velocípedo, con el aro de moda 27,5, uy, pero alguien se fue de boca y nos fregaron, nos quitaron la teta. O no es tan así, señor juez, porque a un pobre y triste pergenio jamás le caería ni una chaucha de la tremenda chorrera de billetes que reciben, recibieron y recibirán estos caballeros que escriben las leyes y/o manejan el país.

Pese a todo, aún tenemos energía para escandalizarnos por la manera en que los políticos financian sus campañas electorales. Si ya de vista nos parece un poquito cochino el despilfarro de las platas en tanta cartelería y rayado de muros, cuando todavía hay chilenos que quisieran esos cachureos para armarse una ranchita al borde del río, ahora sabemos que era mucho más la cantidad de lucas salidas del bolsillo de un pantalón de mago.

El nombre, como versan los eufemismos en la política, es hasta fantasmagórico: "aportes reservados". Es decir, plata que no se sabe si existe, ni el monto ni el sustantivo del sacrificado dador de sangre para la cruzada.

Desde el regreso a la democracia, con o sin ley de financiamiento de las campañas electorales, las lucas negras han chorreado el espectro político entero. Me consta, porque cuando - en el principio de los tiempos - trabajé de fotógrafo para varios candidatos, recibía mi pago en billetes sueltos, puestos en la mano, sin boleta, sin un vale, sin una firma, nada. Y claro, yo feliz, con escaso ánimo de cuestionar los procedimientos mercantiles.

Es un problema de solución imposible, pues por más estricta que sea la normativa y los controles financieros, de igual modo se podrá trampear. El señor político simpático y corajudo ("corajudo" por no decir el adjetivo correcto, pero que suena parecido) no podrá negarse a esos estipendios tan generosos que pasan bajo las cuerdas, que nadie controla, y que, por lo demás, terminan en lo mismo: basura en las calles, en los postes, en las murallas. Estampa de chilenidad. Plata tirada al viento, que sería más útil si fuese usada para encender el fuego de una parrilla de asado dominical en Chiguayante. Queda lanzada la idea.

Ya antes les he afirmado a sus mercedes que los señores políticos lo han logrado, han constituido una clase social cerrada, una casta que simula convivir con el resto de los pobres chilenos. Y que algunos de ellos se dedican al precioso arte de redactar leyes, pero de cumplirlas, lo que se dice cumplirla, para nada. Olvídese.