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¿Hace falta algo más que restringir el uso de bolsas plásticas?

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Ante la paulatina aplicación de la normativa que reducirá considerablemente el uso de bolsas plásticas en el comercio penquista, surgen una serie de interrogantes. Aunque todos estemos de acuerdo en buscar y generar soluciones que vayan en ayuda del medio ambiente y con ello de quienes lo habitamos, ¿será esta ordenanza realmente una solución?

La postura de quienes trabajamos con plástico va más allá de la cantidad utilizada, para detenerse en el análisis de qué uso se le da realmente. Ante ello queda en evidencia una falta de educación, de cultura y de infraestructura.

Podemos destinar infinitas horas en enseñar a los niños a separar sus residuos en basureros de colores, pero hace falta que pensemos ¿qué pasa luego con ese material que fue separado? Si todo va a parar al mismo lugar, claramente el proceso de reciclaje pierde sentido. Ocurre lo mismo con los puntos limpios, creo que es una buena opción, pero ¿de qué sirve que estén a kilómetros de distancia?

Debemos evitar usar plástico indiscriminadamente, como usuarios requerirlo en su justa medida y proveer de educación e infraestructura que permita obtener productos reciclados de calidad. Un producto reciclado de calidad es un insumo y como tal podría generar nuevos emprendimientos y/o constituirse en una fuente de recursos.

En definitiva, intentar reducir sin verlo como algo negativo.

Desde el punto de vista de los plásticos biodegradables, debemos pensar que constituyen una solución ambiental. Si vamos a vender una bolsa de basura, entonces vendamos una biodegradable, eso sí debería estar regulado.

Para alcanzar la compostabilidad es muy importante que solamente los residuos orgánicos se dispongan en este tipo de plásticos. En esta índole hay muchas iniciativas exitosas en otros países. Las personas saben en qué bolsas deben botar sus desechos porque estas les son suministradas, luego se hace la recolección, se airean en pilas, controlando parámetros de humedad y temperatura, y al cabo de unos meses se obtiene el compost; esa es una solución ambiental.

Con la implementación de la normativa reemplazaremos las bolsas de supermercado por una bolsa de basura comprada, con similar impacto para el medioambiente. ¿No sería mejor restringir el uso por volumen de compra? o como ocurre en muchos países, asignarle un costo marginal a la bolsa y mitigar su uso.

Hay muchas otras alternativas que involucran una mejor solución a esta problemática, como por ejemplo el producir plástico a través de fuentes renovables vegetales, un desafío que hemos asumido como centro de investigación.

¿Por qué exclusividad?

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En estos días que el debate político ha vuelto a poner sobre la mesa el tema, supuestamente zanjado, de la exclusividad universitaria para las carreras del área de la Salud, aparte de Medicina que tiene esta garantía y exigencia de acreditación por Ley, se vuelve muy interesante rescatar algunos puntos a tener en consideración. O más bien, que deberían tener en consideración los legisladores.

La más simple razón que hace exigible la exclusividad universitaria a estas profesiones está determinada por la prioridad que se asigne a la salud de las personas. Si declaramos que la salud es una prioridad y que evitar la enfermedad es su estrategia y acción subsecuente inmediata, estamos señalando explícitamente el requisito de que las prestaciones del equipo de salud sean de la más alta calidad posible, técnica, tecnológica, pero sobre todo humanamente. Y por supuesto, lograr calidad en todo ámbito, pasa por las personas y por cómo han sido formadas, requiere equipo humano para trabajar colaborativamente en bien del usuario del producto final de la formación en estas carreras, es decir, del paciente.

Esta calidad de prestación, este trabajo en equipo, este fiato interdisciplinario sólo es posible lograr cuando la formación ha transcurrido en un ámbito académico de nivel comparable, donde la formación esté estandarizada y protocolizada, pero sobre todo donde exista investigación, extensión e innovación didáctica que impacten positivamente en la formación, primero de las personas, de los profesionales luego, y en último término del equipo de salud. Y esto, sólo se logra en las universidades.

Sin desmerecer en absoluto la educación técnica, que su bien ganado y muy necesario sitial ocupa, el rol de las universidades en la formación de un profesional, es decir de alguien preparado para crear y decidir en condiciones de incerteza, por encima de protocolos y estándares, es insustituible. Sólo en este nivel académico superior se desarrolla la investigación y extensión que proveen la actualización e innovación permanente del curriculum. Y todo el equipo de salud requiere ese nivel de profesionalismo para su óptima calidad de trabajo en equipo.

Lo demás es copia demagógica de legislaciones foráneas que obviamente no son comparables con nuestra modesta y precaria realidad, la del Chile real, no del otro.