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'Anabelle' promete más de lo necesario

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Una película que parte bien y que termina desmejorada. ¿La razón? Ese gusto de algunos realizadores de querer ponerle más ingredientes de los necesarios a recetas (cinematográficas) que no necesariamente necesitan de ello. Cuidado, que los también géneros traicionan.

Tres títulos -'Saw' (2004), 'Insidious' (2010) y 'El conjuro' (2013) proyectaron al director James Wan (Malasia, 1977), como un nombre a tener presente en las corrientes actuales de aquel terror derivado de las maldiciones. En este caso, para referirse a casas u objetos que se deben enfrentar con el fin de superar el mal. Y si en 'Saw' el elemento estaba indicado en pruebas de destreza y rapidez impuestas por un psicópata, el director fue girando sus intereses para introducir al espectador en espacios fantasmales, allí donde vivir depende del efecto y el shock. Y le resultaba, lógicamente, generando en el espectador expectativa, saltos y ciertas cuotas de ese miedo que uno siente desde el interior. Al respecto,

'El conjuro' habla de ello, de casas embrujadas (extraída de la realidad) y lugares poco gratos a la presencia humana. En el fondo el poltergeist te va a tratar de poseer y eliminar como sea.

MALDITA MUÑECA

De aquella historia centrada en los parasicólogos Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga), emerge ésta de 'Anabelle', película también basada en hechos reales durante los 70.

La trama, una vuelta de tuerca en clave susto instantáneo al 'Bebé de Rosemary' (Roman Polanski 1968), se enfoca en un matrimonio joven. Literalmente se verá acosado por una siniestra muñeca de tamaño real (es la que termina en la vitrina de los Warren en 'El conjuro', bajo siete llaves). El juguete será la pesadilla de este matrimonio, el mal en estado puro, sin concesiones.

En este ambiente el director John R. Leonetti desarrolla una seguidilla de situaciones que terminan por escaparse de sus manos. Es el problema, cuando el efecto y la situación se transforman en el eje central de la historia y no en un medio para ponerla en pantalla.

Lógicamente, tiene sus efectos en la platea -quien no siente atracción por ver qué pasa en una pieza oscura, diría Lovecraft-, aunque con el paso de los minutos ese efecto se va desvaneciendo.

Es posible que este 'spin off' (proyecto que nace derivado de otro, de un elemento o personaje) haya tenido mejores resultados en manos de Wan. Sin embargo, éste prefiere ponerse en la fila de producción, cuando su verdadero deber era provocar con los planos.