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Profesores chilenos

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La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) ha publicado una nueva versión de su reporte 'Education at a Glance', el cual arrojó que los docentes en Chile reciben las menores remuneraciones dentro de los países miembros, un 39% menos que sus pares.

El informe es conocido en medio del debate por la reforma educacional y agrega un nuevo antecedente a considerar para la conversación. Lo que preocupa es que muy lamentablemente la labor del profesorado no está en el corazón de los cambios propuestos.

Mientras el sueldo promedio Ocde es de 42.861 dólares al año para profesores de enseñanza media, en Chile reciben 26.195 dólares anuales. Nuestro país sólo se ubica por encima de Israel (25.634 dólares) y Polonia (23.688). En tanto, los ingresos de los docentes son ampliamente superados por naciones como Alemania, Países Bajos y Bélgica, que cuentan con salarios por sobre los 60 mil dólares al año.

Por cierto, los menores ingresos del país dejan a cualquier profesional chileno bajo los estándares Ocde, sin embargo, en el caso de los docentes podemos sumar otros aspectos relevantes que dificultan más su tarea diaria. La cantidad de horas de clases es una de éstas. Mientras el promedio Ocde es de 600 horas anuales, en el país lo hacen por más de mil horas al año. Agregamos que Chile presenta la mayor proporción de alumnos en la sala de clases, casi el doble de los países desarrollados.

Aspectos como los citados también son relevantes de conocer para mejorar el sistema y entender por qué el país no es capaz de atraer más talentos a la pedagogía. Esta última es apreciada por los jóvenes como un área donde se trabaja mucho y se gana poco. Con este panorama poco alentador, será difícil revertir la situación desde el corazón de la sala de clases.

A esta altura es evidente que mejorar las condiciones de los profesores es urgente. Junto con ello, debe pensarse de una buena vez en promover mejoras para el arribo de nuevos elementos que generen cambios en el aula. Es de esperar que en algún momento tales aspectos sustantivos se concreten para beneficio de los niños y jóvenes del país.

Valor compartido

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Según Michael Porter y Mark Kramer, 'el valor compartido no es responsabilidad social corporativa ni filantropía, sino una nueva forma de lograr el éxito económico. No está al margen de lo que las empresas hacen, sino que está en el centro'.

La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) utiliza los activos clave de la empresa para intervenir en temas sociales o medioambientales y crear valor económico indirecto (por ejemplo, mitigar el riesgo reputacional, cultivar relaciones). Del mismo modo, la filantropía permite que una empresa satisfaga algunas expectativas de la comunidad generando al mismo tiempo una buena voluntad hacia la empresa.

Ambos enfoques presentan limitaciones en la escala del impacto económico y social que pueden lograr dada su limitada conexión con la competitividad empresarial. Por el contrario, valor compartido forma parte integral de la rentabilidad y posición competitiva de una empresa.

Al expandir su entendimiento tradicional del rol de los negocios en la sociedad, para incluir las necesidades sociales ligadas a su competitividad, las empresas pueden generar nuevo valor económico y social. Y es en este punto donde el emprendimiento juega un rol fundamental, las grandes empresas y el gobierno tienen la capacidad de visibilizar problemas sociales y, en conjunto con emprendedores locales, desarrollar soluciones que permitan a toda la comunidad mejorar sus estándares de vida.

Los emprendedores pueden ayudar a aumentar la propia competitividad de las grandes empresas al trabajar conjuntamente con ellas, permitiendo reducción de costos, aumentar la productividad y la innovación, descubrir nuevas fuentes de ingresos y asegurar nuevos canales de abastecimiento y distribución. Para apoyar a los emprendedores, es necesario que las compañías identifiquen oportunidades específicas y determinen en qué los pueden ayudar mejor. Las empresas deberían establecer objetivos mutuos con sus socios e incentivar la inversión compartida a fin de garantizar que todos estén comprometidos con lograr el éxito.

El apoyo a los emprendedores debería ser flexible para adaptarse a los desafíos y resultados específicos definidos. Asimismo, deberían medirse indicadores relevantes que permitan verificar avances respecto a los objetivos establecidos.

En este sentido, es importante aprovechar esta nueva estrategia de valor compartido y, a través de la matriz productiva de la Región del Biobío, trabajar en conjunto empresas, gobierno, universidades y emprendedores, buscando nuevas oportunidades para la región, que a la vez solucionen de manera escalable los problemas sociales.