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El pasto del vecino

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'Quiéranse, cuiden lo que tienen', dijo el Presidente de Uruguay, José Mujica, cuando visitó Chile en marzo para asistir al cambio de mando. Vale la pena recordar de tanto en tanto las palabras del Mandatario del momento, del rock star de la política internacional, del candidato a Nobel de la Paz; pero sobre todo cuando la semana pasada conmemoramos el aniversario 214 de la Primera Junta Nacional de Gobierno.

La reforma tributaria y la educacional, la desaceleración económica y hasta el atentado terrorista en el Metro Escuela Militar asoman como esquirlas de una creciente y sostenida división de los chilenos. Una polarización que, a tres años de las primeras marchas del movimiento estudiantil, aún ve muy lejos los puntos de encuentro.

Me llama mucho la atención cómo cada 11 de septiembre ese enconamiento adquiere dimensiones literalmente dantescas, con bombas molotov, neumáticos ardiendo, fogatas y enfrentamientos con carabineros a balazos por doquier. Pero más me sorprende que una semana después todos nos diéramos una tregua comiendo empanadas, asado, mote con huesillo y tomando chicha y vino tinto. Guatita llena corazón contento, y ¡Viva Chile!

Lástima que pasado el fin de semana más largo del año volvamos a nuestra agenda de choque, nos centremos en las diversas formas de exclusión, en las empresa que abusan, en los ránking donde campeonamos en desigualdad, en la comparación odiosa con los países desarrollados benevolentes (los del 'Estado del Bienestar'), en ese pasto del vecino que crece más verde.

'Cuiden lo que tienen'. Gran frase de nuestro vecino que ostenta el pasto más verde de la región. Gran frase porque el hombre, que se nota conoce la historia latinoamericana como protagonista, sabe hasta dónde pueden llevar la odiosidad y el resentimiento alimentados por el extremismo de ambos bandos. Y sabe, además de predicar con el ejemplo, que gobernar no es sinónimo de mandar y menos de pasar aplanadoras.

Hubo un tiempo, y no hace tanto, en que nos sentíamos orgullosos de este Chile democrático y lo demostramos a los cuatro vientos; pero a poco andar unos se pusieron soberbios y otros fueron -o se mantuvieron- desplazados. Ciertamente hay cosas que pasado el tiempo se deben corregir, pero de ahí a sacudir el árbol hasta que caigan todas las manzanas y hacer leña de lo que quede de él hay harto trecho.

Cuidemos los que tenemos, porque aunque parezca que tiene poco o nulo valor, hace medio siglo no nos hubiéramos imaginado el país que tenemos entre manos. Cuidemos lo que tenemos, pero sobre todo querámonos, porque si no lo hacemos nadie lo hará por nosotros y lo que hemos construido, aunque perfectible, se nos irá como el verdor del pasto del vecino en invierno.

Tolerar y aceptar

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La mala impresión que algunos chilenos tienen de los inmigrantes es motivo de preocupación y debe indagarse porque motiva el prejuicio. La xenofobia es el miedo, hostilidad y hasta odio al extranjero, con manifestaciones que van desde el rechazo más o menos manifiesto, el desprecio y las amenazas, hasta las agresiones.

El fenómeno se liga más al rechazo que a la superioridad y evidentemente ha cruzado la historia humana hasta hoy. Se recordarán a lo largo de la historia el Holocausto contra judíos, la matanza de gitanos, enormes corridas de personas de culturas distintas, sometimiento, esclavitud, entre otros fenómenos.

No hay que olvidar que hasta hace algunos siglos se discutía en círculos eclesiásticos y políticos si las poblaciones nativas de América o de África tenían alma. Ese tipo de lecturas en algunas civilizaciones tuvo efectos sobre la conformación de los países y estados. Hegel, por ejemplo, sostenía que el 'hombre negro' era representante del 'estado natural y la barbarie'. Esa forma de entender la sociedad y lo distinto -nos guste o no- derivó entonces en imponentes efectos sobre lo ético, social y moral, cuestiones que tienen impacto hasta nuestros días.

Sin embargo, el desarrollo humano puso el Derecho por sobre las subjetividades y las distintas disciplinas han entregado patrones más elocuentes para distinguir que lo diferente no es menor, no está equivocado, ni menos un error de la naturaleza, o alguna especie de subnormalidad.

Muchos le temen a lo no similar y hay que hacerse cargo de eso, en especial en ciudades donde se forja una emoción que puede ser peligrosa, si es que no se le pone coto. Hay que entender el origen de esos comentarios sesgados y discriminadores, como los que en ocasiones se realizan sobre el pueblo mapuche como una generalidad, pero por sobre todo hay que encontrar una solución, hay que evitar que se repitan y deben ser sancionados socialmente.

La clave parece estar en el trabajo con los niños para construir una sociedad respetuosa y tolerante y, de esta forma, evitar escaladas inaceptables contra lo diverso y los extranjeros.