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Ranking de notas

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Cada vez que escucho o leo opiniones respecto del ranking de notas, sus algoritmos y sus implicancias, abruma ver cómo las preocupaciones están, en gran medida, relacionadas con la pérdida o ganancia de algunos colegios o liceos, emblemáticos o no, de la cantidad de alumnos que entraron a la universidad.

Son, sin lugar a dudas, opiniones relevantes e importantes. Pero son solamente una mirada.

Creo necesario plantear que el ingreso a la universidad en definitiva se relaciona con aquel proceso formativo que dotará a nuestro país de profesionales en un futuro cercano, quienes tomarán decisiones que afectarán a la sociedad en que vivirán nuestros hijos y nietos. Es necesario por tanto que en algún momento hagamos la reflexión de cuál es la sociedad que queremos, de qué personas queremos que conduzcan el futuro de este país. Personas que a fin de entrar a una universidad en particular utilizaron todos los mecanismos existentes, compitiendo de cualquier forma, o bien personas que han basado su formación en valores de solidaridad, integración y ética.

Obviamente que el sistema de ingreso a la universidad no ha sido planteado en estos términos, no ha puesto el foco en evaluar a quienes cuentan no solo con preparación académica y hábitos de estudio, sino que también con valores como los anteriormente nombrados.

Hace mucho tiempo, demasiado a mi entender, que se ha privilegiado solamente un ámbito de la formación, el ámbito de la preparación sistemática para dar una prueba como la PSU. Creyendo resolver la inequidad en el acceso, se inventa entonces el sistema denominado 'ranking de notas', que está llevando a extremar competitividad y egoísmo. Y así, este sistema nos instala en un camino que considero muy peligroso pues cada vez más impedirá el desarrollo de los valores que tanto hacen falta en nuestra sociedad.

¿Culpa de los alumnos? ¿De los padres por buscar lo mejor para sus hijos? No lo creo. Es simplemente una lógica respuesta a este sistema.

Es indispensable que entre todos hagamos la reflexión y busquemos un nuevo sistema que movilice hacia lo que consideramos es lo adecuado, permitiendo el ingreso a la universidad a alumnos que, teniendo las capacidades intelectuales, también han dado muestras de haber sido solidarios, creativos, innovadores, inquietos intelectualmente, capaces de hacerse preguntas y no solamente adiestrados para dar las respuestas correctas tanto durante sus estudios de enseñanza media como en una prueba estandarizada.

Violencia sin razón

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El vandalismo que se generó con motivo de los 41 años del golpe militar dejó gran cantidad de detenidos en el país, carabineros y civiles heridos, apagones, saqueos, colocación de barricadas y daños a la propiedad.

Este año se agregaron los llamados alertando sobre la colocación de bombas, que afortunadamente en su gran mayoría resultaron falsos, pero de todas manera significaron el despliegue de policías especializados en desactivación de explosivos.

En todo el país hubo detenidos, que corresponden a personas que intentaron participar en marchas no autorizadas, en manifestaciones violentas o provocaron daños a la propiedad pública y privada. Pero por sobre todo, fue notorio el temor de la población, de los automovilistas, de los trabajadores de la locomoción colectiva, lo que obligó a muchas empresas a acortar su horario de funcionamiento para que el personal regresara más temprano a sus hogares.

En suma, quienes promueven estos actos violentos pretenden, y en gran medida lo lograron, alterar el normal funcionamiento del país, lo que no es bueno para la sociedad.

Las autoridades no pueden argumentar, a modo de consuelo, que son situaciones puntuales o que fueron menores a las de otros años. Esas argumentaciones conformistas no les sirven a las personas que a lo largo del país son atacadas en las poblaciones, a las que son apedreadas en sus vehículos, a las que les saquean sus negocios y sufren la pérdida de su patrimonio logrado con años de trabajo y sacrificio.

La violencia genera el rechazo de toda la sociedad. Los violentistas, en gran medida, son menores de 25 años que crecieron después del término de la dictadura. Son más bien los hijos de la democracia, que no han entendido cómo deben expresarse y a quienes tampoco les han hecho entender que así como tienen derechos, también hay deberes y que el Estado de Derecho no debe ser pasado a llevar.

Tal vez las autoridades y los padres deberían decirles que los acontecimiento del 11 de septiembre de hace 41 años se produjeron precisamente por el ambiente de caos generalizado y de enfrentamientos que había en el país.