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Reforma educacional hoy

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Quienes hoy propician el control total de la educación como fue antes de 1981, se olvidan que en esos años la población escolar era significativamente menor; que los profesores básicos se formaban en su mayoría en las excelente escuelas normales de entonces; que las exigencias para los profesores de enseñanza media en las universidades y el Instituto Pedagógico eran de alto nivel.

Desde el punto de vista del profesorado, los de gran vocación suplían la falta de tecnología de entonces con la preparación de material elaborado por ellos mismos; investigaban en bibliotecas y textos extranjeros; su relación con los padres y alumnos era estrecha, basada en el respeto y con alto componente afectivo; la comunidad ubicaba al profesorado en un sitial muy social y un gran referente de guía y bien común.

En cuanto a los alumnos, eran respetuosos de sus profesores; había disciplina y orden en aula y ello era respetado por alumnos y sus padres. Sin tanta influencia de los medios audiovisuales, los alumnos se dedicaban a investigar en bibliotecas, en buscar material en diarios y revistas; a leer obras importantes de la literatura; hacían grupos de estudio sin el 'copy'y 'paste' de hoy; usaban su imaginación para crear, y elaborar sus tareas. En resumen, su esfuerzo escolar era mucho mayor que hoy.

En lo que se refiere a los padres, su participación en la educación de sus hijos era tremendamente activa. En las reuniones de apoderados se interactuaba con los demás padres y el profesor jefe era un verdadero apoyo y guía. No se conocían casos de padres que atacaran con violencia al profesor de su hijo. En casa, supervisaban tareas, controlaban tiempo libre, seleccionaban las amistades de sus hijos. En resumen, eran agentes definitivamente activos en velar por el futuro de sus hijos.

¿Dónde quedó todo esto? ¿En qué etapa de nuestra vida cotidiana se perdió? ¿Quiénes somos los culpables? Todos nosotros los adultos, que poco a poco fuimos abandonando valores, principios e ideales, por la comodidad, el consumismo, la política de bajo nivel basada más en intereses personales que en el bien de la comunidad.

¿Mejorará con las actuales reformas en proceso? Muy difícil. Son demasiadas las variables que obligan a un cambio y las voluntades para realizarlas son escasas. La población escolar es infinitamente mayor que en 1981, y las instituciones educacionales son demasiado numerosas para un solo control estatal. Hay demasiados intereses económicos, sociales y culturales.

No se ve plan definido, metas claras, ni objetivos reales. Los profesores requieren una merecida carrera docente; que las autoridades les apoyen en sus demandas sociales y económicas, entregándoles un real apoyo frente a la presión de padres y apoderados desubicados; que se sometan a una buena capacitación que actualice sus metodologías y que asuman un real compromiso frente a la excelencia académica que necesita el país.

Los alumnos a su vez, deben entender que la calidad en la educación se logra sólo con su esfuerzo personal, dedicación y compromiso. Que ello, no se da en la calle ni en marchas, ni en el 'carrete', sino con responsabilidad y estudio. Que no se da por decreto de autoridades ni políticos, sino que con su propia convicción y desafío. Los padres deben retomar su rol formador y enorme responsabilidad de ser agentes activos en la educación de un hijo responsable, solidario y ciudadano ejemplar.

¿Cómo educar a los hijos sin llegar al coscorrón?

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Hace unas semanas la bancada de senadores por la infancia compuesta por los parlamentarios Carolina Goic, Lily Pérez, Francisco Chahuán, Juan Pablo Letelier y Patricio Walker, presentaron una moción para prohibir el castigo físico y los tratos humillantes hacia los niños, niñas y adolescentes por parte de los padres, profesores o adultos responsables.

Lamentablemente, a veces el uso de la violencia forma parte de las medidas que las personas toman para disciplinar las conductas de sus hijos o de niños a su cargo. Sin embargo, tanto la Convención Internacional de los Derechos del Niño como la legislación chilena condenan este tipo de actos y hoy están haciendo un claro llamado a educar a los niños haciendo uso de patrones más positivos.

Muchas veces los padres o adultos al cuidado de niños y niñas desconocen otras formas de resolución de conflictos que resultan efectivas y sin incurrir en actos violentos. Por ese motivo, finalmente acaban recurriendo a la fórmula del 'coscorrón', utilizada muchas veces en su propia crianza.

Lo que nos preguntamos como una organización internacional que protege a la infancia y adolescencia chilena hace 49 años es, ¿usted le pegaría un coscorrón a un subalterno porque no llega a la hora a su trabajo? ¿O le haría mirar hacia la pared durante media hora porque no hizo algo que usted le pidió? A todas luces la respuesta es no, por tanto tampoco debemos usar estos métodos con los niños y niñas, quienes gozan de nuestros mismos derechos.

Desde el punto de vista práctico, hay formas de educar a los niños y niñas que apuntan a la reflexión y responsabilidad sobre sus acciones y cómo estas tienen repercusiones en contra de sí mismo y del resto. Enseñarles a los niños sobre las consecuencias naturales los ayuda a aprender que existen reglas no solo en el núcleo familiar, sino también en el exterior.

Por otro lado, la falta de consistencia, puede confundir a los niños y niñas o crear inseguridad, pues ellos leen a los adultos a kilómetros. La consistencia de los padres, madres o adultos al momento de educar es vital.

Resultaría muy incoherente decir 'hija te amo' y luego, pegarle una palmada o coscorrón porque no le hizo caso. Otro punto clave es que ambos padres sostengan el mismo discurso y acuerden previamente la forma de resolver las problemáticas familiares, sin incurrir en la desautorización delante de los hijos e hijas. Hoy depende de todos como sociedad impulsar y hacer realidad este cambio cultural que nuestros niños, niñas y adolescentes merecen.