Por motivos diferentes
Todos se casan y se separan en nombre del amor tomando como referencia el futuro y el cumplimiento o incumplimiento de las expectativas, sueños y anhelos personales.
El problema no está en el amor, entendiéndolo 'simplemente por el cariño mutuo y percepción de felicidad', sino que en la 'concepción de lo que es amor y en las expectativas que tengo con el otro'. Configuraciones que parecen no tener importancia a la hora de dar el 'Sí', pero que son la principal fuente de crisis y separación conyugal.
El hombre se casa esperando que su mujer no cambie, almacenando en su mente esa imagen de amor, humor, pasión y comprensión. En contraposición, la mujer se casa esperando que su marido continúe enamorándola eternamente.
Esa es una queja común para aquellos que tienen una visión romántica del amor, manifestando 'que él/ella ya no es la persona de la cual me enamore'.
El problema no es el cariño o el ego lastimado que manifiestan esas personas, sino que la construcción limitada de su concepto, situando al amor dentro de sí como una expresión de lo que el otro 'hace o deja de hacer' para lastimarme o enamorarme.
Si los dos se aman presos de sus demandas, ninguno de los
dos se va a sentir amado dando paso a la eterna lucha de insatisfacción, sosteniendo la relación sobre la base del 'compromiso de estar'.
El amor fluye hacia mi interior pero se manifiesta fuera de mí, por lo tanto la otra persona no es mía y menos está ahí para cumplir mis necesidades. Cuando se vive así, el amor se vuelve tirano, vulnerable y preso de cualquier cambio de conducta.
Cuando el amor sea construido como un concepto evolutivo, dinámico, basado en la libertad de escoger estar, sustentado en la lealtad y en el compromiso mutuo, sin duda que no va a existir violencia, infidelidad, sufrimiento, depresión y, menos, la necesidad de aferrarse a una persona en nombre del amor más que a la tranquilidad del amor propio.