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Lavandería y esperanza

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Al arzobispo de Concepción, Fernando Chomali, habrá que reconocerle no sólo su tarea pastoral. Desde que llegó como máxima autoridad de la iglesia católica en la Región, hace ya tres años, también se ha caracterizado por impulsar proyectos que escapan a su labor propiamente tal.

Uno de esos proyectos es la lavandería que funciona en calle Rodríguez -entre Castellón y Tucapel- de la capital regional, en la cual trabaja una decena de jóvenes con Síndrome de Down, quienes con la ayuda de una administrador, una educadora diferencial, directores del emprendimiento y, por sobre todo, con el apoyo incondicional de sus padres, dan vida a una iniciativa esperanzadora y emotiva, inédita en nuestro país.

Diario El Sur estas últimas dos semanas tuvo la posibilidad de conocer de cerca el trabajo que realiza este grupo de jóvenes, además de acceder a testimonios de familiares y voluntarios que, de cierta manera, inyectan de ánimo y optimismo a esta empresa. Tal acercamiento fue plasmado en la edición de ayer, donde la mayoría de los protagonistas de esta historia local pudieron entregar sus versiones sobre el significado de este especial emprendimiento, que tiene en la figura del arzobispo a su ideólogo y gestor.

La Lavandería Industrial 21 entrega una mensaje y una luz de esperanza en el momento más oportuno, donde el individualismo y la mezquindad se imponen, lamentablemente, a la solidaridad, la generosidad y a la constante búsqueda del bien común.

Este proyecto, que será inaugurado oficialmente el 6 de septiembre, es una invitación a reflexionar sobre los valores más importantes de la vida, en donde lo afectivo debe imponerse ante la miseria, ya que de esa manera le estaremos entregando una sociedad mejor a las futuras generaciones.

En lo práctico, también será importante el apoyo de la comunidad penquista, y en particular el de las empresas, ya que de su voluntad y compromiso depende el éxito y sobrevivencia de esta lavandería, la cual, tal como ha sostenido el arzobispo Chomali, necesita autofinanciarse con 700 kilos de ropa al día.

Los jóvenes estarán esperando por trabajo y por seguir alimentando la esperanza de una sociedad mejor.

Este proyecto, que será inaugurado oficialmente el 6 de

Triangulito inútil

tito matamala

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Las imágenes en televisión muestran el triángulo terrestre de la discordia como un peladero, un páramo a nivel de mar que resulta poco atractivo para practicar vóleibol playa o cualquier otro deporte arenero. No se sabe detalles de la fauna que lo habita, o si será atractivo meter las patas en las olas. Sí se sabe que no es recomendable para un paseo de fin de semana porque en otros tiempos allí se enterraron minas, pero de esas minas que explotan si uno las pisa.

Con tales antecedentes, se ve poco probable que ese pedacito de tierra despierte el interés de una empresa inmobiliaria: un loteo para levantar ahí casas de nuevo rico frente al mar, con terrazas, quinchos y piscinas. 'Se venden parcelas junto al Pacífico, tratar aquí'. O quizás un circuito para motos y cuadrimotos con una gradería que dé la espalda al oleaje y en la que se expendan delicias para los espectadores: jaibas, merluzas, empanadas de macha.

También podría ser un polígono de tiro, aunque no es buen idea desparramar balazos tan cerca de la frontera. O tal vez un plan gubernamental de forestación para ganarle una batalla al desierto.

Poco probable todo aquello. El triángulo es soberanía chilena, no me cabe duda, pero jamás podrá superar su condición de símbolo de la frontera, de tiras y aflojes diplomáticos, de manteca para los nacionalistas cabeza dura. Y de recurso electoral para nuestros vecinos. Bien, que permanezca así: un triangulito inútil del que nos acordaremos en las clases de Geografía e Historia, pero nada más. Que a nadie se le ocurra entrar a mariscar en su costa.

Es impensable imaginar a estas alturas que alguno de los dos países vaya a movilizar ejércitos hacia la frontera con la finalidad de dirimir el entuerto, y no precisamente con una moneda lanzada al aire. El problema es la bulla permanente de los vecinos, como ocurrió esta semana con el intento de marcha patriótica para reivindicar una migaja de suelo, porque - aun cuando eran muy pocos, apenas para formar un equipo de fútbol - no habrá faltado el peruano o el chileno que creyó que era en serio. Más bien parecía la parodia trasnochada de un programa de televisión, con artistas sobreactuados imitando el acento peruano.

Aun cuando fueron superados en número por los policías de escolta o por los periodistas acreditados, lograron el objetivo de llamar la atención. Y como sabemos que, por lo general, nuestros amigos no nos tienen mucho cariño, es probable que la marcha hacia el triángulo de los desamores se transforme en una tradición anual, una peregrinación incaica para colocar una bandera en el dedo meñique del pie del vecino.

Es impensable imaginar a estas alturas que