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Prohibiciones S. A.

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El modelo es la Ley Seca de Estados Unidos, impuesta en los años veinte para, supuestamente, salvar a las clases trabajadoras del flagelo del alcohol. No cumplió su cometido, y sólo sirvió para crear una categoría criminal poderosa de la que aún hay resabios en ese país.

Ocurre que prohibir algún producto o una acción que está causando un problema en las sociedades es el razonamiento más simple y, por lo mismo, errado. Se cree que una norma dictada a la rápida, sin medir las consecuencias, podrá alterar la conducta de las personas, cuando más bien suele crearse una problemática harto más compleja. Naturalmente, me refiero a la normativa del Metro de Santiago que no permitirá que sus pasajeros porten bultos voluminosos en los vagones.

Estos aires prohibitivos los hemos estado padeciendo en los últimos meses, cada uno más absurdo que el otro. Recordemos, por ejemplo, la ley del salero, que ya he comentado, y que sólo pudo haber surgido de la mentalidad de un sicópata. Y otro todavía peor, aunque menos conocido: las modificaciones a la ley de control de armas que obligará a inscribir hasta los fusiles de juguete. ¿En serio? Claro que sí: aquellos artilugios que disparan balines de plástico inofensivos, que no dañan ni a un pajarito a corta distancia.

Las hondas consideradas deportivas, esas que se agarran del antebrazo, también deberán ser inscritas. De momento, las hondas poroteras de los escolares, hechas con un alambre y un elástico de calzón, se mantienen fuera del catastro. Pero de seguir con esta escalada, no se salvará ni el tubo de lápiz Bic con el que arrojábamos cáscaras de naranja en la sala de clases.

De aprobarse estos artículos, imagine cómo van a aumentar el papeleo y los trámites, como si la policía tuviese tiempo de sobra para atender chifladuras.

Lo que ocurre con el Metro es que la autoridad observa un problema: efectivamente los bultos grandes molestan, y más en un servicio que ha colapsado varias veces. Pero la solución aplicada empeora el problema: no queda claro si, a cambio, puedo llevar unos diez bultos pequeños. Ni tampoco qué personal va a estar de punto fijo midiendo y contando el equipaje. Todo es tan tirado de las mechas que el viernes pasado intervino la justicia mediante una orden de no innovar, es decir, no seguir con la payasada y estudiar en serio el asunto.

Por mientras, para prevenir los accidentes vasculares de los chilenos, para estas cercanas fiestas patrias se estudia prohibir el consumo de chicharrones, longanizas y costillar de chancho. Los asados de berenjenas y palmitos recibirán un subsidio del Estado.