La experiencia universitaria más allá del mundo académico
El ingreso a estudiar una carrera exige, de parte de los estudiantes, un alto compromiso y esfuerzo, haciendo necesario dedicar gran parte del tiempo a actividades académicas curriculares. En ese contexto, son frecuentes sus estadías en biblioteca y extensas jornadas de estudio sumadas a las horas lectivas.
Sin embargo, el mundo universitario ofrece y estimula, no solo el desarrollo de competencias profesionales, sino que entrega el espacio ideal para la participación en actividades extracurriculares vinculadas al ámbito social, cultural y deportivo.
Estas actividades, muchas veces subvaloradas, constituyen una suerte de laboratorio para el desarrollo de potencialidades, habilidades, valores y actitudes esenciales para una vida plena.
En este sentido, la posibilidad de incursionar en estas áreas favorece un desarrollo integral, en tanto se realizan en un espacio social ajeno a las exigencias académicas, en un ambiente colaborativo y con un enfoque de aprendizaje desde el hacer.
De esta forma, aspectos como la responsabilidad social, la empatía, la valoración estética, la solidaridad y el compañerismo se aprenden desde la experiencia, desde la relación con otros que tienen historias y experiencias distintas a la propia.
La oportunidad de integrar acciones de voluntariado, integrar las organizaciones estudiantiles o ser parte de movimientos culturales permite ir fortaleciendo habilidades y un sentido de valoración por el otro que es muy difícil de aprender desde una sala de clases.
A su vez, estos espacios entregan la pausa necesaria frente a la exigencia académica que posibilita afrontar de mejor forma el habitual estrés académico, lo cual puede conceptualizarse como una ganancia secundaria.