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Copa América 2015

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A dos semanas de ver a Alemania proclamarse campeón de la Copa del Mundo y un poco más de un mes de ver a los chilenos juramentarse para ganar la próxima Copa América, sueño con llevar a mi hijo al estadio a ver tal evento, tal como lo hizo mi padre conmigo y con mi abuelo el '91. Aquella vez, mojado hasta los huesos, vi como Iván Zamorano hacía un golazo de cabeza que jamás olvidaré.

Sin embargo, la imagen de un gol parecido, ahora junto a mi hijo sentado en un estadio moderno y techado, se diluye cada vez que paso junto al recinto que albergó ese partido contra Perú. Desde el año pasado que su reconstrucción avanza lentamente y la nueva licitación parece tener el tiempo justo para llegar al debut.

Y es aquí donde surge mi conflicto: esos nuevos recuerdos que generará la versión 2015 de la Copa, ¿valen la cantidad de millones que todos los chilenos gastaremos en remodelar un estadio a la rápida? Porque la actividad económica y el turismo no aumentarán significativamente. En el mejor de los casos, desviarán recursos hacia la construcción del estadio y lo dejarán remodelado, pero el impacto económico será, como mucho, por un mes y luego no habrá nada realmente positivo que impacte al desarrollo regional.

El estadio quedará a disposición de los equipos locales, muchos de los cuales lo usan prácticamente gratis. Es decir, pagaremos entre todos el negocio de 'la familia del fútbol'.

Estoy seguro de que los párrafos anteriores han generado en el lector una de dos reacciones: '¡Qué bueno que alguien ponga en su lugar a estos mafiosos!' o 'Este tipo es un amargado que no tiene idea de lo que es el fútbol'. La verdad es que mi intención no es ninguna de las dos. Solo quiero poner en perspectiva lo que hacemos cuando organizamos una 'fiesta' como la Copa América.

Organizar una fiesta implica conseguir un local, música, bebida, etc. para los invitados, y tanto costos como beneficios son para quien organiza la fiesta. A diferencia de una fiesta familiar o incluso de una productora de eventos, parte importante del costo lo estamos asumiendo todos los chilenos al construir los estadios y las ganancias se las llevan la Anfp y la Conmebol. ¡Incluso ponen condiciones y vienen a supervisar las obras y no han financiado ni un solo peso de la construcción! Es el costo de organizar la fiesta.

Sin embargo, todo lo anterior solo tiene que ver con el dinero. Dinero que podría ser usado para resolver otros problemas más urgentes, evidentemente. Porque al final vuelvo a pensar en el cabezazo de Zamorano y el triunfo ante Perú de hace 24 años y pienso que, aunque sea mucha plata, 'lo comido y lo bailado no nos lo quitará nadie'.

Prevención del delito

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Se hace cada vez más necesario que la familia y la escuela expliquen e inculquen desde temprana edad a los niños acerca de la amenazante realidad delictual que sufre el país. La delincuencia es la negación de las buenas costumbres, socava la estabilidad política y merma la confianza pública. Por lo mismo, no hay que darle tregua.

Los gobiernos tienen el deber de garantizar la paz social y el orden público, hacer cumplir la ley y aplicar políticas de Estado preventivas y sancionadoras, mientras las policías no sólo deben contar con los medios necesarios sino deben tener el apoyo de las autoridades en el cumplimiento de su misión. Esto que pareciera ser esencial, no está muy claro cuando algunos personeros ponen en duda en forma pública la actuación de los organismos encargados del orden y la seguridad, quitándoles el piso ante situaciones en que los violentistas se apoderan de las calles o en casos de actos de una clara connotación terrorista, aunque autoridades no quieran siquiera mencionar esa palabra.

Ojala que los parlamentarios alcen la voz con mayor firmeza cuando se minimicen hechos que vulneren la ley, atenten contra las buenas costumbres o provoquen una extrema alarma pública. Hoy en día muchos jóvenes, debido al distanciamiento emocional con sus progenitores, asumen una precoz independencia y una feble socialización porque sus padres trabajan todo el día y no se dan el debido tiempo para dialogar con sus descendientes. Un grupo familiar que no tenga conciencia ni dedicación para transmitirles a sus hijos el ejemplo y los consejos que resguarden su integridad física y psicológica no está cumpliendo con sus indelegables deberes parentales.

No es un misterio que el consumo de drogas y estupefacientes se ha masificado en vastos sectores juveniles. Por eso, es clave masificar la buena formación, sustrato elemental de la educación, y elaborar políticas sociales rehabilitadoras e inclusivas.

También hay que estar atentos y en sintonía con los hijos para, en conjunto, saber interpretar la realidad, aquilatar la contaminación del entorno social y así alejarlos de las malas prácticas, antesala del delito. Las mejores y más eficientes políticas preventivas de la delincuencia son aquellas que puede aplicar la familia, conversando con sus hijos, pero sobre todo manteniendo una actitud ejemplar. La escuela puede reforzarlo, pero es la familia la principal formadora de sus hijos.