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Buen aislamiento y eficiencia energética reducirán gastos

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Bajas temperaturas, humedad, lluvias y falta de ventilación son los factores ideales para que los resfríos puedan atacar el organismo. Es por esto es que es necesario tomar las precauciones necesarias para evitar estos inconvenientes, manteniendo la casa calefaccionada sin que esto implique aumento en gastos.

Uno de los aspectos fundamentales es estar atentos al funcionamiento de los equipos, realizando los mantenimientos necesarios o bien, reemplazándolos en que caso de que se requiera. Sobre esto, la red de expertos de Sodexo, empresa de Servicios de Calidad de Vida, detalló que combinando un sistema de calefacción adecuado y un buen trabajo de aislamiento se puede reducir sustantivamente el uso de la energía en el hogar.

Entre los aspectos que se deben considerar, se aconseja aprovechar la luz natural, fuente de calor gratis e iluminación. Además se puede instalar colectores solares, para apoyar el calefon o caldera para agua caliente, ahorrando hasta 60% de energía. También se puede ajustar la calefacción central a 20°C. Otra alternativa es utilizar ventiladores de techo para lanzar el aire caliente hacia abajo cuando está puesta la calefacción ya que la masa de aire caliente tiende a subir. Además, pensando en el ahorro, se puede aislar tuberías de calderas y de fluidos calefactores.

REVISIÓN

Sobre los artefactos, la recomendación es que proteger el calefon de la lluvia o el viento si se encuentra en exterior. Si está en interiores, debe mantenerse ventilado. Si se siente olor a gas, se debe cerrar las llaves y abrir puertas y ventanas. No hay que encender las luces y luego se debe llamar a bomberos.

Antes de ocupar cualquier equipo (estufa, calefactores, calientacamas), lo primero es revisar su estado. Muchas veces estos aparatos, de un año a otro, presentan fallas. En cuanto al combustible, no se debe olvidar que la carga de parafina se debe realizar en el exterior del hogar y con la estufa apagada. Además, hay que esperar cerca de unos 10 minutos para introducir en la casa la estufa para evitar contaminantes de los primeros gases que emanan.

Le pondrán por nombre: Dios con nosotros

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En el Evangelio de este Domingo XVII del tiempo ordinario se continúa la lectura del capítulo XIII de San Mateo.

Se agregan otras tres parábolas que comienzan con la fórmula: 'El Reino de los Cielos es semejante a...' y una conclusión, también consistente en una parábola.

Ya no nos confunde el hecho de que Jesús compare el Reino de los cielos con las cosas más distintas a un reino y más dispares entre sí: un hombre que sembró buena semilla en su campo, un grano de mostaza, un poco de levadura, un tesoro escondido en un campo, un mercader que anda en busca de perlas preciosas, una red que arrastra todo tipo de peces...

En realidad, la semejanza del 'Reino de los cielos' no es con cada una de esas cosas, sino con toda la situación descrita en cada parábola, con lo cual la comparación resulta más incomprensible.

En el comentario del domingo pasado explicábamos que 'Reino de los cielo' es una expresión que Jesús usó para referirse a 'la novedad de su Persona en el mundo y de nuestra elevación a hijos de Dios en él'.

El orden nuevo introducido en el mundo por este misterio 'cuando se cumplió la plenitud del tiempo' no deja indiferente a la misma naturaleza, como lo expresa Jesús, respondiendo a los fariseos que le pedían hacer callar a la muchedumbre cuando lo aclamaban en su ingreso a Jerusalén: 'Les digo que si éstos callan gritarán las piedras' (Lc 19,40).

De hecho, las piedras protestaron cuando Jesús fue crucificado y murió: 'Tembló la tierra y las piedras se partieron' (Mt 27,51).

Lo mismo expresa San Pablo animando a toda la naturaleza: 'La creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto... esperando ansiosamente la manifestación de los hijos de Dios' (Rom 8,19.22).

Lo asombroso es que sólo los hombres pueden quedar indiferentes o ignorarlo del todo o, peor aun, rechazarlo: 'Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron' (Jn 1,11). 'Los suyos' son los seres humanos en general.

Pero no todos: 'A cuantos lo recibieron les dio poder ser hijos de Dios, a cuantos creen en su Nombre' (Jn 1,12).

Así entendemos por qué Jesús compara el Reino de los cielos con un tesoro y con una perla muy preciosa. Estas realidades tienen un valor inmenso en sí mismas, tienen la capacidad de hacer dichoso a quien las posee.

Por eso, cuando alguien las encuentra, anhela inmediatamente poseerlas. Nadie lo obliga; lo desea espontáneamente.

Su única motivación es la alegría: 'Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo... va, vende todo lo que tiene y compra aquella perla'.

¿Por qué, entonces, muchos ignoran completamente a Cristo y viven como si no hubiera venido al mundo, y otros lo combaten más o menos abiertamente? El defecto no está de parte de Cristo.

Es que no lo han encontrado. Quienes lo han encontrado atestiguan: 'Hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad' (Jn 1,14).

La parábola de la red es semejante a la parábola de la cizaña sembrada entre el buen trigo. Ambas tienen la misma conclusión: 'Así será al fin del mundo'.

Nadie, por muy inteligente que sea, puede decir cómo será el fin del mundo. Jesús lo ha revelado: 'Saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes'.

Es una sentencia severa de Jesús. Pero es mejor saberlo de antemano que ser sorprendidos.

Lo grave es saberlo y no darle la importancia que merece. 'Llanto y rechinar de dientes' es una expresión proverbial de infelicidad.

En la conclusión de estas parábolas el evangelista hace una discreta referencia a sí mismo.

Él responde a la identidad de 'un escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los cielos'. Este escriba saca de su tesoro lo nuevo y lo antiguo.

En efecto, es típico de Mateo que haga constante referencia al Antiguo Testamento para explicar el misterio de Jesús, como el cumplimiento de las promesas hechas por Dios.

Así explica, tomando de lo antiguo, lo más nuevo que ha acontecido, a saber, el nacimiento del Hijo de Dios: 'Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo dicho por el Señor a través del profeta: 'He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros'' (Mt 1,22.23).

Toma de lo antiguo y de lo nuevo para anunciarnos ese Reino del cual él ya es discípulo.