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¿Dónde está la buena literatura chilena en estos tiempos?

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¿Dónde está la buena literatura de ficción en Chile? Aparentemente, desde 2006 con la aparición de la sobrevalorada nouvelle/ejercicio 'Bonsai' de Alejandro Zambra, las letras nacionales no han dado un nombre interesante para comentar, leer o sorprenderse. Muchos citan a Bolaño, y puede ser. Claro que los párrafos del escritor fallecido en 2003 (tenía 50 años) conservan una cierta consciencia, más allá de estar escribiendo algo por el mero hecho de publicar. Es que ésa parece la tónica en el presente: hoy día cualquiera escribe y publica en Chile.

Pero, ¿dónde están los escritores que valen la pena? En otras palabras, aquellos que merecen una revisión lectora más atenta. En este caso, de ojos interesados en descubrir lo interesante de la narrativa que esconden estos 6 mil kilómetros de territorio.

No digamos que Simonetti es un apellido para tener en consideración. 'La soberbia juventud' (2013), su más reciente novela, la quinta de su carrera; muestra un desarrollo dramático algo (dis)parejo en cuanto a la sensación escritural. Escribe fluido y es capaz de estructurar párrafos. Sin embargo, a Simonetti le falta latido, en cuanto a lograr una lectura interesante más allá de la superficie del texto.

Hernán Rivera Letelier es entretenido, criollo y de su mundo. Está bien, en la medida en que como autor retome el vuelo que por ahí tuvo 'La reina Isabel cantaba rancheras' (1994). En general, lo que ha venido después son anécdotas, cuadros pasajeros. Pero no hacen daño, como debe hacerlo la buena literatura, aunque finalmente se lean.

Digamos también que actualmente, un Paul Auster, por ejemplo, tampoco llega a lo que hizo en su primera época: 'La música del azar' (1997) o 'La trilogía de Nueva York' (1991). Aquellos seres perdidos en el horizonte de sus propias vidas, y suertes poco auspiciosas, que algo recordaban al Calvino de fantásticos puzzles narrativos; se fueron perdiendo en el tiempo. Hoy escribe desde la comodidad burguesa de un autor exitoso. Está inserto en el mainstream del canon sagrado de plumas que parecen intocables.

CASOS

En estos últimos años la industria librera nacional e internacional ha publicado a destajo, pero casi sin generar marca o escuela. Estamos frente a gente que escribe, pero que en el fondo no relata. O si lo hace, es desde la superficie de párrafos que pretenden algo que no alcanzan.

Entendiendo que la literatura más interesante se está escribiendo desde las editoriales pequeñas -Alpha Decay o Cabaret Voltaire pueden servir de ejemplos-, en concreto gigantes como Anagrama o Tusquets se han quedado en la novedad de estética indie. Es ésta la que redescubre realidades que parecen haber sido contadas hace años.

Lo anterior es lo que llega de afuera. De paso dejan claro que plumas como Peter Cameron, Mark Z. Danielewski, Camille de Toledo están a años luz de lo que las generaciones hedonistas están produciendo en este país.

Una novela como 'Gente mala' (Ediciones B) expone que Juan Cristóbal Guarello recurre a la frase y situación hecha de sino violento, para vender una historia numerosas veces mejor contada. La grosería, la puntuación en exceso y situaciones que terminan por pesarle al contexto señalan que el periodista tenía la necesidad de publicar algo fuera del set deportivo.

Es como salirse de lo suyo y pretender demostrar que también se la puede en otra área de la creación. Claro que su ficción es de una obviedad torpe en los tiempos que corren.

Algo parecido, pero desde otra vereda, pasa con 'We rock: ocho historias rápidas y pesadas' (Ediciones B). Un grupo de escritores -Álvaro Bisama, Francisco Ortega o Patricio Urzúa, entre otros- se fundamentan en la música, digamos rock, para construir cuentos que en 156 páginas no se leen 'como si fueran canciones'. Tampoco se escuchan, dado que a estos relatos les falta alma y escritura, rock and roll; sobrando mucho de esa literatura tan propia de la era internet.

Por supuesto, los relatos se leen, pero ahí van a quedar. Como una novedad editorial para el mes en curso, sin mayor trascendencia.

No digamos que toda literatura debe buscar proyectarse en el tiempo. Sin embargo, de la entretención al relato hecho por encargo ondero hay mucha distancia. Finalmente, los best sellers también constituyen un formato de lectura y relato: La gracia es desarrollarlo bien y no por exceso u obligación (síndrome '50 sombras').

Pero así estamos, en un país de excesos y repercusión rápida, de oídos sordos y complicidades torpes. El amigo que llama a su par y se engrupen, pero sin ponerse en las huellas de un escritor.

Que el mercado lo avale, nada contra eso. Actualmente, es más fácil publicar que en el pasado. Sin embargo, hubo un momento en que ciertas instancias literarias convergían en un piso superior al del cliente/lector.