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Las lecciones del Mundial

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El cierre del Mundial de Fútbol Brasil 2014, con el elenco alemán levantando la Copa, no sólo puso fin a un mes de fútbol, sino que a una serie de hechos y consideraciones que rodearon a la cita planetaria del balompié.

De alguna manera, el certamen cambió las rutinas, más aún cuando la comunidad se unió en torno a la campaña que realizó la 'Roja'. Los encuentros entre amigos, las pausas en trabajos y colegios, el aumento del comercio relacionado con el campeonato, y una cultura en torno al fútbol que se extiende durante un mes, son características de este tipo de eventos.

Sin embargo, en sociedades como la nuestra, la reunión de tantos países y tantas culturas distintas tiene un significado especial. La atención del mundo se concentra en lo que hacen los países en el rectángulo de juego, en momentos en que en otros puntos del planeta, las guerras y conflictos afligen a mujeres, niños y hombres.

Algo similar se vivió en Brasil, donde el estallido social previo y aún durante el torneo, marcó las reflexiones en torno a los costos de una competencia deportiva, en circunstancias en que el país, a través de diversos actores, exponía otras necesidades.

Es difícil hacer confluir, por un lado, el verdadero rol social que puede o debe tener el fútbol, con su otra faceta, la del negocio de la entretención. Evidentemente, no se puede esperar que el balompié venga a solucionar carencias de las cuales otros agentes y organizaciones deben hacerse cargo.

Mientras el mundo sigue en conflicto, durante un mes el deporte dio la posibilidad de que las manos se estrecharan, de que en nuestra ciudad, por ejemplo, colonias y residentes extranjeros manifestaran su pasión y su alegría por el fútbol de forma sincera y tranquila. En otras palabras, el fútbol y cualquier deporte siempre abrirán los espacios para mostrar lo mejor de lo nuestro, y lo mejor del ser humano. De lo otro, debemos seguir haciéndonos cargo, en Chile y en el planeta, con o sin Mundial.

Una clara señal

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Revuelo ha causado en ciertos sectores académicos y políticos, la negativa chilena de aprobar la resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre 'Protección de la familia', votada el 25 de junio último.

Esta iniciativa no vinculante, busca que el Estado proteja a la familia 'tradicional' de manera sistemática, en atención a su rol insustituible en cualquier sociedad, al formar a los hombres y mujeres del mañana, de los cuales depende la continuidad de ese mismo Estado. Sin embargo, Chile ha sido uno de los 14 países que ha rechazado la propuesta, pese a que lo que establece dicha resolución es asombrosamente similar a lo que señalan nuestras propias leyes.

La situación descrita presenta varias aristas, de las cuales se comentarán dos.

La primera, es que muestra un creciente malestar por parte de varios países, cansados de la presión del Primer Mundo occidental por imponer el matrimonio homosexual y, de manera más general, los derechos sexuales y reproductivos, todo dentro de la llamada ideología de género. Es por eso que ven con malos ojos este intento occidental (y ni siquiera compartido por todos los países que lo componen) de universalizar su particular modo de ver las cosas a todo el mundo, haciendo tabla rasa de sus distintivos culturales, pues parece evidente que redefinir la familia equivale a redefinir a una sociedad en su conjunto.

Con todo, debe tenerse en cuenta que esta resolución va contra corriente en el ámbito internacional (tanto de la ONU, la OEA y la UE) respecto de la postura mayoritaria pro género, y habrá que ver si toma fuerza en el futuro.

La segunda arista es interna, de cara al país: consiste en que actitudes como ésta (y lo mismo puede decirse respecto del apoyo de la delegación chilena al llamado 'derecho al aborto' en la ONU hace algunas semanas) muestran muy a las claras la agenda valórica del actual gobierno, que literalmente, quiere cambiarlo todo, en sintonía con esta corriente mayoritaria del ámbito internacional.

Es por eso que la actual situación debe ser tenida muy en cuenta para no engañarnos: tanto por presiones internacionales, como por modificaciones que pretenden hacerse -y en parte se han hecho ya- a nuestro orden jurídico interno, se quiere modificar profundamente nuestra sociedad.

Lo anterior es mucho más grave que las conocidas y debatidas reformas al sistema tributario y educacional, que tanto han llamado nuestra atención en los últimos meses. Aquí, con toda seguridad, puede hablarse no de una 'aplanadora', sino de una 'retroexcavadora' que pretende cambiar totalmente la geografía cultural de nuestro país, fruto de una completa reingeniería social que está en marcha desde hace tiempo.