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Aprendiendo a lidiar con las emociones negativas en la infancia

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Es común que los niños a partir de los 2 ó 3 años comiencen a mostrar con mayor intensidad reacciones de rabia y frustración cuando las cosas no salen como ellos quieren. Estas manifestaciones pueden incluir llanto, la rebeldía a los mandatos paternos y pataletas.

Hace algunos años, era común escuchar que la mejor solución a estas conductas era dejar a los niños solos y que lloraran hasta que se cansaran. En la actualidad, múltiples investigaciones han demostrado que este tipo de respuestas tienen un impacto negativo en del desarrollo emocional de los niños.

Desde los primeros meses de vida, somos los padres los encargados de enseñarles como calmar estados emocionales desagradables, en un principio calmándolos nosotros y luego, entregándoles mensajes claros sobre qué hacer cuando están enojados, tristes o frustrados.

Para que este aprendizaje sea significativo, hay tres elementos centrales a considerar. En primer lugar, cómo los padres respondemos a las emociones negativas de los niños. Este es un momento tremendamente valioso para enseñarles a controlar estos estados emocionales, mediante acciones concretas: contenerlos con un abrazo, distraerlos, hablarles mirándolos a los ojos y explicándoles que sabemos cómo se sienten, pero que en ese momento no podrán obtener lo que quieren. Estudios han mostrado que cuando los padres inician estas acciones, los niños aprenden a utilizarlas por si solos en otras ocasiones. Es decir, aprenden a calmarse y logran ser más autónomos para regular sus emociones.

Un segundo aspecto importante es qué mensajes transmitimos a los niños sobre las emociones. Por ejemplo, si nuestro discurso es que 'los débiles muestran las emociones' o que 'es malo expresar lo que nos pasa', es probable que los niños inhiban su expresión emocional, lo que es riesgoso, pudiendo generarse problemas como la somatización, o niños que tienen explosiones conductuales cuando no aguantan más.

Finalmente, resulta fundamental cómo los padres regulan sus propias emociones. Es claro que somos el modelo para nuestros hijos, por tanto, si cuando estamos enojados gritamos o respondemos inadecuadamente, estamos entregando enseñando eso a los niños.

Debemos recordar que ellos nos observan todo el tiempo, por lo que también debemos esforzarnos por adquirir formas de responder que nos gustaría ver replicadas en nuestros hijos, fomentando siempre un clima emocional positivo en el hogar.

De bosques y otros: enseñanzas de Vietnam

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Vietnam es un destino turístico apasionante, con impresionantes bellezas geográficas, magníficas playas, ciudades de gran interés histórico y urbano, y gentes sencillas, alegres y trabajadoras. También es un destino de negocios muy atractivo; el país está en un proceso de desarrollo acelerado, como puede comprobarse a simple vista por su nivel de actividad y progreso.

Este sufrido pueblo vivió extensos períodos de guerras: independencia de Francia, la guerra entre el Norte y el Sur (aliado con EE.UU.), donde más de 3 millones de vietnamitas perdieron la vida, y otras participaciones bélicas con Camboya y China. Era un país empobrecido hasta hace 20 años, con hambrunas que diezmaban a su gente.

Ahora, no sólo alimenta sus 86 millones de habitantes, sino que es el 2° exportador mundial de arroz. Fabrica productos para empresas de todo el mundo, y se está convirtiendo en una potencia forestal. Su territorio está cubierto en 70% de montañas y selvas que en su mayoría son económica y ambientalmente inaccesibles, pero en los últimos 15 años ha creado un recurso de plantaciones forestales de 3 millones de hectáreas (tamaño parecido a Chile), principalmente acacia y eucaliptus. Con ello, se ha transformado en el principal exportador del mundo de fibra corta para celulosa, cuyo mercado son las grandes corporaciones celulósico - papeleras japonesas y chinas.

Los forestadores son en su mayoría miles de pequeños campesinos y comunidades, para quienes las nuevas plantaciones son una bendición económica, en retornos y empleo. A nadie se le ocurriría decir allí que las plantaciones causan pobreza, pues la evidencia es exactamente al revés. No hay tampoco discursos odiosos anti plantaciones ni difusión de mitos y exageraciones ambientales respecto a ellas, o quejas porque sus clientes son grandes empresas. Cada hectárea de plantaciones vietnamitas evita intervenir diez hectáreas de bosques naturales de alta biodiversidad del Sudeste Asiático, y captura más de 9 toneladas de CO2 al año. El gobierno local apoya decididamente este desarrollo forestal.

Los vietnamitas han vivido los últimos quince años un auge económico sin precedentes; paradojalmente, sus principales socios económicos son hoy sus antiguos enemigos. Esto ha sido posible porque si bien ellos no reniegan de su dura historia, comprendieron que deben mirar hacia el futuro superando sus recuerdos dolorosos; y que la paz y la prosperidad de sus hijos y nietos no podrá ser construida sobre la perpetuación del rencor. Vietnam es, sin duda, un país interesante y con enseñanzas que llaman a la reflexión.

Derechos de bienes raíces

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Para bien o para mal, las guerras y conquistas reasignan los derechos de propiedad. No hay manera de solucionarlo con políticas públicas.

Muchos conquistadores, si sean en la IX Región, el antiguo Antofagasta boliviano u otra parte del mundo, permiten que sean transferidos en el nuevo régimen los títulos reconocidos antes de la conquista, pero no siempre.

Esto pasó en California también con los mexicanos. Muchos de ellos mantuvieron sus propiedades después de la guerra que terminó en 1848, pero otros no. Los guerreros mapuches y la armada boliviana sencillamente perdieron sus lugares y fueron enviados al basurero de la historia. Es una consecuencia trágica de la guerra, como violaciones de mujeres y matanza de inocentes, que siempre conlleva injustica.

Muchos en California, igual como los mapuches en Chile hoy, reclaman sobre la injusticia. Y filosóficamente tienen la razón. Sin embargo, los mapuches y mexicanos ciertamente conquistaron sus bienes raíces de otras personas antes.

De verdad es imposible determinar quién fue el dueño original, desplazado por conquista, de la vasta mayoría de terrenos del mundo.

Por eso, debemos aceptar la espantosa realidad que las conquistas reasignan los derechos de propiedad y que los reclamos de los mapuches son y deberían ser inválidos. Ellos no son casos especiales de dueño sin conquista. Sus ancestros son culpables del mismo crimen que ahora reclaman como víctimas sus descendientes.

La economía necesita derechos de propiedad firmes para funcionar bien y el Estado no debería favorecer a un grupo de víctimas sobre otro, entregándoles bienes raíces.

Lástima es, pero realidad es también. O si no, ¿por qué no entregamos a los bolivianos en pedazo de tierra para que salgan al mar? No, porque según arqueólogos tampoco son los dueños originales.

Bolivia perdió su acceso al mar en la Guerra del Pacífico (1879-1883), así como los mapuches perdieron la IX Región en la Guerra de Arauco (1536-1818).