En los años '90 existía una canción que decía 'cuando se acaba el amor la vida pasa de largo no tienes nada qué decir y te alimentas de pasado... cuando se acaba el amor hasta lo dulce sabe amargo'.
Infelizmente así es cuando una relación es inexistente en el corazón, pero en el convivir aún existe.
Bajo ese contexto la pareja se sostiene sobre la base de las 'circunstancias'. Inmolaciones que pueden llevarse desde la pasividad, agresividad, frustración, dolor o simplemente desde la acomodación.
Las motivaciones para mantener una relación por las circunstancias son ilimitadas. Lamentablemente, con tantas razones como cuando se declaran amor eterno. Existen los dependientes emocionales, los que privilegian la estabilidad económica, los con miedo a recomenzar o los que ponen a sus hijos en el límite.
Un matrimonio sostenido por las circunstancias carece de esa sintonía fina que se observa en un ambiente de plenitud, suscribiéndose a 'estar, vivir, dejando de ser ellos' por todos aquellos elementos que priorizan para estar juntos.
Por lo general las personas que viven de este modo pierden de alguna manera la conexión con la realidad, haciéndose cuestionamientos sobre la existencia del amor o la felicidad, asumiendo una conducta de incredulidad o ironía con la vida.
Es comprensible esa visión y la suspicacia con la que perciben la felicidad, la espontaneidad o el amor, considerando el esfuerzo por sostener una relación más allá de la existencia de tranquilidad en el hogar.
Nada es gratis y el cuerpo somatiza con conductas obsesivas o compulsivas como respuesta emocional a la frustración, ahí se puede observar compradores compulsivos, trabajólicos, sobreprotectores entre muchos trastorno del ánimo, alimentación o sexual.
Si usted es de aquellas personas que se consuela con frases cómo 'es que yo priorizo otras cosas', bueno, sea consciente que la lealtad es un honor y no es canjeable por muy sabrosas que sean las 'circunstancias'.