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Salario mínimo

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Resulta positivo, desde el punto de vista económico el acuerdo alcanzado por la Central Unitaria de Trabajadores y el gobierno en orden a resolver el tema del salario mínimo que discute el Parlamento.

El proyecto de ley establece un aumento escalonado de ese indicador elevándolo a $225.000 este año desde los actuales $210.000, a $241.000 en julio de 2015 y $250.000 en enero de 2016.

A mediados de semana, la Cámara aprobó en general y particular la iniciativa y ahora está en el Senado.

Al respecto, distintos ejecutivos del gobierno destacaron el consenso y es probable que la voz del ministro de Hacienda, Alberto Arenas, sea la más ejemplificadora. El titular aseveró que con la iniciativa 'se genera un reajuste balanceado en el tiempo para alcanzar los compromisos que están en el programa de gobierno, como así también se hace el esfuerzo para que en este reajuste los trabajadores que están en el salario mínimo puedan enfrentar las situaciones económicas de su grupo familiar'.

Éste y otros ajustes provocarán un mayor gasto fiscal estimado por el Ejecutivo de $14.745 millones de pesos este ejercicio; a $45.286 millones, en 2015, y a $93.849 millones, en 2016.

Sin lugar a dudas, la mesura parece razonable considerando las mayores estrecheces que se enfrentarán en lo económico.

Punto para el gobierno que manejó de manera correcta una variable que impacta con fuerza a las pymes, que son la mayoría de las empresas que pagan el sueldo mínimo y pueden ver escapar sus estados al alterar en demasía sus gastos.

Sin embargo resulta difícil de entender la actual posición de la CUT; o más bien, la tenida con la pasada administración, con la que mantuvo una 'guerrilla verbal' enorme, al punto de no transar su demanda de un sueldo mínimo inmediato de $250 mil mensuales en 2013.

Todo indica entonces que las demandas dependen del color político de la coalición gobernante. Si ello fuera así, tales instituciones están lejos de trabajar por el objetivo que tienen: velar por el bienestar de los trabajadores y no por una tendencia específica.

La intransigencia de la CUT respecto al gobierno anterior, se

Crímenes ortográficos

tito matamala

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La pregunta inicial es por qué no les da vergüenza, si de esa manera exponen sus precariedades intelectuales y su base profesional. Pueden esgrimir en su favor que se debió al apuro, o al escaso valor formal del soporte de comunicación, pero es más bien un desinterés mezclado con la flojera clásica.

Me refiero a los centenares de contactos que poseo en la red social y que escriben como si fuesen analfabetos congénitos, esbozan y repiten barbaridades por las que un tribunal debería ordenar cortarles los dedos para evitar que se acerquen de nuevo a un teclado.

Y conste que entre mi listado de amistades figuran decenas de titulados universitarios en carreras en que la expresión escrita es sustancial - como Periodismo, Historia o Sicología -, y otras decenas de estudiantes de las mismas áreas que todavía no saben para qué sirve la puntuación o qué es un vocativo. Insisto en el tema de la vergüenza. Deberían pensar seriamente en volver a clases de primaria en una sala de escuelita de campo, aprender de memoria cuáles son las palabras esdrújulas, salir a la pizarra negra a escribir 'mi mamá me mima' y recortar la foto de un perro para pegar en el cuaderno junto a la palabra 'perro'.

¿Cómo se las habrán arreglado tantos doctores para obtener sus rimbombantes doctorados, si no saben distinguir loza de losa, masa de maza, vaca de baca?

No es que por azar haya entablado amistad con el bastión del analfabetismo mundial, sino que es más bien el reflejo de una generación tan embriagada con la tecnología que olvidó el arte de la escritura que sus mayores ansiaban dominar, y que ahora sólo a los burros les interesa preservar. ¿Cuántos de estos muchachos que perpetran crímenes ortográficos habrán experimentado la pasión de escribir a mano, en un papel amarillo, una desesperada carta de amor? 'Querida mía', y lo demás. Me late que ni uno.

Todos los nuevos recursos de comunicación vulneran el buen uso del idioma. Aparte de las carnicerías gramaticales, el apostrofado para enviar mensajes desde el celular - 'q riko, tenemos q juntarnos tmb' - empuja la marea de la historia para que pronto nos olvidemos de la lengua castellana.

Y sí, es una afirmación algo apocalíptica con la que espero se asusten los ociosos que se pasan el día enganchados en la web escribiendo obscenidades lingüísticas con impunidad, sin un profesor a la antigua que les tire las patillas o les dé un reglazo en la palma de la mano como justo castigo. Qué nostalgia de aquellos tiempos.

De momento, inicio una inquisición gramatical: a la tercera falta de ortografía borro al bacalao de mis registros. Cuídense.

¿Cómo se las habrán arreglado tantos