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Pobrecitos deportados

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Obligados a mantenerse sentados en el suelo, con el fin de que la policía les tomase sus datos de identidad, algunos de ellos todavía se atrevían a gritar 'chi chi chi', como si hubiesen hecho una gracia de cabros chicos en espera del aplauso de los mayores. Pero no correspondía: se trataba de la turba de chilenos que a la fuerza, y como una estampida de bisontes, quiso entrar al estadio a ver un partido de nuestra selección.

Atropellaron las dependencias de la prensa, robaron lo que pillaron encima de los escritorios, y más encima elevaron cánticos de héroes espartanos tras una gesta ejemplar.

Consultado por un periodista, uno de ellos argumentó que sus actos se debían a que las entradas al estadio estaban muy caras. Eso vendría siendo lo mismo que decir que esos zapatos que necesito están muy caros, así que voy a romper la vitrina de la tienda para llevármelos. Por mí, que los deporten al Marañón.

Los que se han arrimado a los estadios sin portar entradas, a la mala, buscando un milagro, no han sido los únicos chilenos que han protagonizado actos vergonzosos en Brasil. También están los que han ido a traficar con entradas, o los otros frescos que se instalaron con carpas y parrilladas en los paseos junto a la playa, sabiendo que eso no era admisible. O los que llevaron cervezas para venderlas y ganar unas lucas, o los noteros de los abominables programas de televisión que - con sus bromas de mal gusto - incomodan a los ciudadanos comunes. Qué buen producto de exportación.

Acá, como siempre, no faltará quien los defienda o los comprenda, pobrecitos ellos en tierras extrañas. Me recuerda el caso de los grafiteros chilenos detenidos en Perú hace unos años debido a que echaron pintura, su obra de arte, en un monumento nacional. Y el fervor con que fueron ayudados por un parlamentario de la zona y por una ONG que puso lucas para su liberación. Más tarde se comprobó en la crónica policial que no eran artistas viajando por América, sino simples delincuentes que saltaron a la fama.

Hay una asociación perversa entre los beodos vagos que pululan por las ciudades de Brasil y los canales de televisión que necesitan de ellos para llenar horas de programación, aplaudiendo la , 'la picardía del chileno' como carta de presentación. De paso, quisiera mandar un saludo a Puerto Varas. Mamá, deposítame plata. Jefe, perdone el ausentismo.

No se sabe cómo terminó el asunto de los deportados. Ojalá los hubiesen abandonado a su mala suerte en una cuenca del Amazonas, sin embajadores ni cónsules preocupados por las picaduras de insectos o las mordidas de culebras. Para que aprendan más que sea una lección de civilidad.

Un mall para Coronel

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Por décadas, Coronel ha cargado con el estigma de ser una comuna dormitorio, con altos niveles de desempleo y pobreza. El peso de su historia ha sido determinante en la configuración de ese imaginario. Sin embargo, también es cierto que ha experimentado un notable crecimiento demográfico e industrial en el mismo periodo.

Hoy la comuna alberga a más de 110 mil habitantes, cifra muy por sobre los cerca de 50 mil que registra Lota, antes la ciudad más importante de la cuenca carbonífera. A la vez, le disputa el liderazgo pesquero artesanal e industrial a Talcahuano en el sur de Chile y es, junto a esta ciudad y Penco-Lirquén, uno de los polos marítimo portuarios de la Región del Bío Bío.

Coronel, con el impulso de su alcalde, pretende convertirse en el centro de servicios del sur de la provincia de Concepción y de buena parte de la provincia de Arauco. De hecho, hoy se están materializando en la comuna diversos proyectos de inversión para abastecer al sector, entre los cuales destaca un mall junto a la población Nuevo Amanecer y una de las futuras estaciones del Biotrén.

Este cambio en el foco de la ciudad no es un mero capricho. En primer lugar, Coronel es a todas luces una comuna subservida; pese a su notable desarrollo inmobiliario hacia el norte, mantiene su centro en el casco histórico cercano al límite sur, con escasas posibilidades de crecer. Al mismo tiempo, tiene apenas 1,5 m2 de espacio público por habitante, cuando la Organización de Naciones Unidas recomienda 16 m2.

En segundo lugar, la Ruta 160 es la columna vertebral para las más de 350 mil personas que viven de Coronel al sur de la Región del Bío Bío, y que por lógica no se proveerán de bienes y servicios de mayor complejidad y valor en la capital de La Araucanía. Chilenos que encuentran en esa misma carretera, a la altura de San Pedro de la Paz, uno de los mayores cuellos de botella viales de la zona.

La instalación de un mall es una mejora real en la calidad de vida de los coronelinos y los habitantes de los alrededores. Además de aumentar la plusvalía de los terrenos cercanos, los visitantes gastarán menos tiempo y dinero que yendo a Concepción, ganarán un espacio de encuentro y entretención propio, y contarán con una nueva fuente de empleo. Apoyar este línea de desarrollo local es no solo atractivo sino necesario para un crecimiento más equitativo de la región.