Bullying político
Alfredo García Luarte
El presidente de la Democracia Cristiana (DC), Ignacio Walker, se está convirtiendo en uno de esos personajes incómodos, , para la Nueva Mayoría (NM). Sus constantes críticas y cuestionamientos a la forma en cómo el gobierno está llevando el proyecto de reforma educacional, están causando varios dolores de cabeza a dirigentes oficialistas, quienes han comenzado a abandonar ese discurso público pro-diálogo, para entrar de lleno al 'ninguneo' e incluso a la descalificación personal.
Lo sucedido con Walker es premonitorio de lo que les podría pasar a quienes desde el interior de la Nueva Mayoría manifiesten dudas, aprensiones o incluso rechazo hacia aquellos proyectos de ley considerados centrales de la actual administración.
El bullying político -el mismo del que ha sido víctima el senador DC- se viene con fuerza, y aunque para algunos sea una exageración, es inevitable compararlo con aquellas posturas gubernamentales totalitarias, donde las voces disonantes son rápidamente silenciadas.
Salvo contadas excepciones, este bullying político terminará autosilenciando las opiniones críticas al interior de la NM. Muchos parlamentarios, dirigentes y simpatizantes oficialistas preferirán guardarse aquellas opiniones contrarias a las de la mayoría dominante, con el objetivo de no 'meter ruido' y no ser sindicado como 'díscolo', pues las consecuencias políticas podrían pasarles la cuenta.
Mejor -pensarán algunos- es quedarse callado, asentir con la cabeza a todo, en suma, convertirse en un , aunque las convicciones y las ideas por las que se cree sean abandonadas por completo.
Lamentablemente, algo de esto vemos en la discusión sobre el tema de la reforma educacional y en materia valórica, donde de quienes más se espera su aporte al debate, dada la concepción ideológica del partido en el que militan, resulta que sólo se encuentra silencio y cómplice omisión.
Valor y coraje les falta a estas personas, cuyas ideas han sido abdicadas fruto de la presión de quienes se autoproclaman defensores de la democracia y de la libertad de opinión, del diálogo y del consenso, pero sólo en la medida en que éstos estén en sintonía con sus ideas.
Bien por quienes alzan la voz, por quienes van contracorriente y dan la lucha por lo que creen, aun cuando aquello les reporte malos ratos y desprecios, pero que son capaces de caminar con la frente en alto en la defensa de sus ideas.