Amenazas y riesgos, pero también oportunidades
Los años de la vida que transcurren en la adolescencia suelen ser pensados por muchos de los sistemas sociales como un momento de riesgo y amenaza. Para otros, en tanto, los mismos años representan una fuerza impulsora de cambios y oportunidades, muchos de los cuales logran, en ocasiones, provocar transformaciones profundas en los más variados espacios de nuestra vida en sociedad.
Esta idea nos inunda de preguntas y reflexiones, muchas de las cuales podrían cristalizarse en nuevas acciones hacia los adolescentes, para permitirles la expresión de talentos, formarse como líderes con capacidad transformadora del entorno social y sobre todo construir lazos fecundos que permitan disminuir las brechas sociales presentes en nuestra sociedad.
Lo anterior actualmente ocurre, en espacios de formación muy limitados y contextualizados, solo en los sectores de mayores oportunidades económicas y sociales. Los esfuerzos por cuidar y brindar oportunidades para desarrollar una mejor adolescencia son aún limitados, en especial en el plano de la salud mental.
Es conocido que la población chilena envejece muy rápidamente, y que esta generación de adolescentes será el relevo para conducir los destinos del país; para ello se hace necesario acelerar el diseño de programas que favorezcan el cuidado tanto de la salud mental como física.
Uno de los temas que se debe abordar de forma urgente es el consumo perjudicial y excesivo de alcohol, pues representa un síntoma de alta significación, ya que muestra la debilidad, tanto de nuestros sistemas educativos como sanitarios, para comprender e intervenir las angustias que inundan la adolescencia actual y todas sus transformaciones.
Esta forma de beber de nuestros adolescentes y jóvenes es, en Latinoamérica, una de las más problemáticas y perjudiciales. El consumo de alcohol realizado de esta forma, permite reemplazar el estrés por la euforia, generando un sentimiento de omnipotencia y de júbilo, sacando al sujeto adolescente de su rutina y muchas veces monotonía cotidiana. Asimismo, relativiza los referentes morales que guían el comportamiento, permitiendo licencias y justificaciones frente a lo dicho y hecho. Es el antídoto frente a la vulnerabilidad, la ansiedad ante lo desconocido y además favorece el olvido de aquello doloroso en nuestra existencia a través del desvanecimiento de la conciencia.
La invitación, tanto para jóvenes como adultos, es crear y re-crear los espacios que disponemos para encontrarnos inter generacionalmente y poder construirnos junto en un mejor vivir, es decir, con estilos más sanos. Crecer juntos en espacios donde nos enfoquemos en lo positivo es, sin duda, un esfuerzo que bien vale la pena desarrollar en busca de una mejor convivencia.
Roberto