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Chile busca fórmulas para sorprender a Brasil

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A 48 horas del partido entre las selecciones de Chile y Brasil por octavos de final del Mundial, la ansiedad se mezcla con la tensión en la concentración de la Roja, teniendo a Arturo Vidal como gran protagonista de cada jornada, al punto que ayer, durante la práctica vespertina, el volante de la Juventus encendió las alarmas del cuerpo técnico nacional luego que por algunos segundos detuviera su entrenamiento con claras muestras de incomodidad, tocándose una y otra vez el sector de su rodilla derecha.

Sin embargo, no fue más que eso y la práctica siguió adelante con total normalidad en una sesión que estuvo marcada por la necesidad que Sampaoli ha demostrado de seguir buscando fórmulas en el esquema de cara al duelo con el Scratch.

Es así como si bien el pasado lunes el DT comenzó a preparar el partido con el mismo equipo que debutó ante Australia (incluyendo a Arturo Vidal y Jorge Valdivia), ayer por la mañana el adiestrador argentino volvió a trabajar con una línea de tres en el fondo y con el mismo once que derrotó a España, excluyendo al mediocampista del Palmeiras.

En esta idea, el técnico sólo variaba una pieza respecto a lo que presentó ante Holanda en Sao Paulo: Arturo Vidal ingresaría en reemplazo de Felipe Gutiérrez.

Sin embargo, durante la tarde existieron, modificaciones otra vez y Jorge Valdivia volvió al supuesto once titular, transformando nuevamente la línea de tres zagueros en una de cuatro.

Todas estas pruebas muestran que el técnico aún no tiene del todo claro cuál será el planteamiento con que enfrentará a la 'verdeamarela', a diferencia de los anteriores duelos donde días antes ya hacía notar cuál sería la formación.

Respecto del encuentro ante Brasil, el portero Claudio Bravo advirtió que 'dicen que no tenemos nada que perder, pero todo lo contrario, tenemos mucho que perder porque está la oportunidad de hacer historia. Tenemos la manera de dañar al rival, es una ocasión histórica donde pensamos salir adelante'.

Además, el capitán de la Roja agregó que 'enfrentar a Brasil será como todos los demás partidos del Mundial. Lo hemos dicho en innumerables ocasiones que nuestro juego pasa por lo que hagamos nosotros mismos, apelamos a lo grupal y sabemos que si andamos bien en lo colectivo complicaremos al rival'.

Por su parte, Cristopher Toselli coincidió con el capitán en la oportunidad que tiene la Roja de hacer historia. 'Es una llave difícil, pero estamos con mucho optimismo. Lo del arbitraje es un tema secundario, no se nos pasa por la cabeza que nos puedan perjudicar, sólo pensamos en nuestro fútbol, que es la única manera de clasificar. La motivación está totalmente. Tenemos la posibilidad de hacer historia… si es el momento propicio o no, nadie lo sabe, pero nuestro fútbol ha generado respeto y Brasil lo debe tener en cuenta', aseguró el portero de Universidad Católica en Toca da Raposa II.

Lo que el fútbol me enseñó

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El primer himno de Chile se escribió en 1819, pero 22 años después fue oficializado con distintas modificaciones en la letra, a cargo del poeta Eusebio Lillo, aunque manteniendo la música creada por Ramón Carnicer.

Posiblemente, dado el estilo imperial que caracterizaba a la canción nacional, a sus autores no les habría sorprendido saber que la famosa estrofa de 'Vuestros hombres valientes soldados (…)' llegara a tener gran relevancia durante el gobierno de la dictadura militar.

Sin embargo, lo que difícilmente se habrían imaginado es que en pleno siglo XXI ese solemne himno se convertiría en una canción de barra, en una oración, un rezo: se canta con los ojos cerrados, con el corazón, con el pulmón lleno.

Se canta sin música de fondo, porque es de nosotros, no de Lillo, no de Carnicer, es propiedad de la hinchada.

En la calle pasaba un grupo de jóvenes, todos menores de 18 años. Se corrieron de clases para ir a ver el partido y caminaban con una bandera chilena y cantando el himno.

Yo no sé mucho de fútbol, pero si eso no es amor por una camiseta, por la pelota, por la Selección -y todo lo que ella representa para un grupo de jóvenes que cambian la sala de clases por ver a otros dando la cara por el país-, que alguien me lo explique.

Nunca he ido al estadio, antes del Mundial de Brasil ni siquiera me había sentido interesada en ver un partido y nunca había logrado comprender la profundidad del sentimiento del hincha, ese que llora cuando su equipo pierde, ese que llega sonriente al trabajo cuando su equipo gana. No entendía cuando decían 'mi equipo', 'mi Selección'.

Pero de repente estoy afuera, con más de mil 500 personas ante una pantalla gigante y veo la alegría. Le ganamos a Australia. Emoción. Le ganamos a España. Orgullo.

Y quizás ahí entiendo un poco. Esos tipos corriendo en la cancha, mitad humanos, mitad máquinas, visten nuestra camiseta (ahora digo 'nuestra'), ¿y qué son?, son jóvenes, de este país, de esta tierra, así como esos que vi en la calle caminando con la bandera.

Por eso cuando Holanda metió dos goles en el fondo de la red dolió como si nos hubieran metido balazos adentro. Porque al final el partido era nuestro: éramos nosotros los que estábamos en esa cancha, los 16 millones de chilenos, los mil 500 penquistas con los que yo veía el partido, todos esos que el día en que Chile salía a jugar se vestía con la camiseta de rojo y cantaban la canción nacional.

Cuando terminaron los 90 minutos todos se fueron sin decir nada. En una banca de la plaza había un viejo que ya se había tomado todas las cervezas que pudo comprar y cuando pasé al lado de él le escuché: 'Dulce patria, recibe los votos'.

Perdón Eusebio Lillo, perdón Ramón Carnicer, pero ese himno ya no es de ustedes. Es nuestro.

Constanza