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Científicos estudian utilizar el reconocimiento de caras en lugar de las contraseñas como medida de seguridad

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La mayor dificultad al elegir una contraseña está en que si es muy simple, es más probable que alguien pueda descubrirla y si es muy difícil, que su usuario pueda olvidarla.

Con esa idea en mente, el científico Rob Jenkins, de la Universidad de York en el Reino Unido, quiso resolver la paradoja de las contraseñas. 'Los usuarios a menudo encuentran el dilema de olvidarse de un código, o de anotarlo con el riesgo de que alguien lo encuentre', señala el artículo publicado por la revista Peer.

Según esa investigación, la habilidad humana en el reconocimiento de rostros ofrece una alternativa a las múltiples contraseñas que los usuarios de computadores y teléfonos celulares usan y a menudo olvidan.

La evidencia científica ha mostrado que los humanos tienen una gran habilidad para reconocer los rostros y distinguen claramente entre un rostro conocido y uno desconocido.

Cuando un rostro es conocido la persona lo identifica entre otros rostros desconocidos, a pesar de que la imagen pueda ser borrosa o de baja calidad. En cambio, si en el conjunto de imágenes aparece repetidas veces y muy nítido un rostro desconocido, la persona no lo reconoce y aún cree que se trata de individuos distintos.

Sobre la base de este conocimiento, el equipo de Jenkins elaboró un sistema de generación de contraseñas que denominaron 'facelock' -por las palabras en inglés para rostro y cerradura- en el que la autentificación depende del reconocimiento de rostros.

Funciona así: el usuario reconoce fácilmente algunos rostros, pero otra persona no podría distinguir la serie de rostros que son conocidos para ese usuario. Así, la persona elige un conjunto de imágenes de rostros conocidos para él, como un deportista, un músico, un político. Aunque algunos de los rostros puedan ser familiares para otra persona, se requiere una secuencia de rostros para abrir la 'cerradura'.

Basta con tocar con el dedo en la imagen conocida en cada cuadrícula. Para el usuario legítimo, esta es una tarea fácil ya que el rostro conocido se destaca entre los otros. Pero para otra persona las cuadrículas presentan un problema: ninguno de los rostros se destaca entre otros.

A diferencia de las contraseñas que usan combinaciones de letras o números, el 'facelock' no requiere que se guarde en la memoria ni necesita que se señalen los rostros en un orden determinado. Basta con identificarlos cuando aparecen en la pantalla.

'El pretender que se conoce un rostro que no se conoce es como pretender que se conoce un lenguaje sin conocerlo', escribió Jenkins y agregó que 'el único sistema que puede reconocer los rostros es un humano familiarizado con esos rostros'.

Los cuentos positivos

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Un clásico de la literatura infantil es 'Pinocho'. La historia del niño de madera al que le crece la nariz como castigo cada vez que miente, es quizás el ejemplo más icónico de cómo un cuento alecciona moralmente apuntando al defecto de su protagonista.

Pero un estudio a cargo de Kang Lee, del Instituto Dr. Eric Jackman de Estudios del Niño de la Universidad de Toronto, postula que condenar al mentiroso no sería la mejor forma de enseñar una lección a los niños.

Según la investigación publicada por la revista Psychological Science, de la Association for Psychological Science, una historia que celebra la honestidad de un personaje, es más efectiva que una donde se pone el énfasis en ilustrar las repercusiones negativas de la mentira.

Así es que cuentos como 'Pinocho' y 'Pedrito y el lobo' no serían las mejores opciones al momento de elegir una historia que enseñe sobre el valor de ser honesto.

Los libros de cuentos han sido usados a lo largo del tiempo como una herramienta valiosa al momento de buscar enseñarle a los niños lecciones morales. Por eso este centro de estudios se ha dedicado a comprobar si dichas historias cumplen o no el rol que se les ha otorgado.

'No íbamos a tomar por sentado que las clásicas historias morales automáticamente promueven comportamientos morales', explica el jefe de la investigación Kang Lee. La experiencia personal también funcionó como un motivador para realizar el estudio. 'Como padres de niños pequeños, queríamos saber qué tan efectivo son las historias en realidad en la promoción de la honestidad', explicó la coautora del estudio e investigadora Victoria Talwar, de la Universidad McGill.

Talwar explicó que querían saber si a los niños los mensajes de los cuentos les 'entraban por un oído y les salían por el otro', o si realmente tienen un efecto en su aprendizaje y comportamiento.

Para esto el equipo de investigadores encabezado por Lee realizó un experimento con 268 niños entre tres y siete años de edad.

A cada niño se le pidió que reconociera un juguete por el sonido que provoca. En medio de ese juego, el investigador dejaba la habitación por un momento para ir a buscar un libro, pidiéndole al niño antes de salir de la pieza, que no eligiera ninguno de los juguetes con los que trabajaban antes. Para la mayor parte de los niños, esta simple instrucción abría una tentación muy grande, y era difícil de seguir.

Al volver, el investigador le leía al niño cuentos como 'La tortuga y la liebre', 'Pedrito y el lobo', 'George Washington y el cerezo' o 'Pinocho'. Después de la lectura, el experimentador le pedía al niño que dijera la verdad y le contara si había tomado el juguete o no.

Así que fue al contrario de lo que esperaban los investigadores, 'Pinocho' y 'Pedrito y el lobo', que asocian consecuencias negativas para los personajes que mienten, no eran más efectivos promoviendo conductas honestas que una historia sin ninguna relación con el acto de decir la verdad, como 'La tortuga y la liebre'.

Sólo el cuento 'George Washington y el cerezo', en el que el ex Presidente de Estados Unidos es alabado por confesar la verdad, motivó un comportamiento honesto en los niños del estudio. Entonces los investigadores decidieron alterar el cuento para que cambiara su sentido, castigando la mentira en vez de alabando la verdad.

Con ese cambio, los niños se mostraron menos dispuestos a actuar honestamente y confesar si habían tomado el juguete. Talwar explicó que el cuento original es efectivo porque muestra 'las consecuencias positivas de ser honesto a través de un mensaje de lo que es el comportamiento deseado, así como el comportamiento en sí'.

Así fue que los investigadores pudieron probar que enfatizar los comportamientos positivos tiene mejor efecto que castigar la conducta negativa. Y el jefe del estudio llegó a asegurar que este efecto 'podría aplicar para otros comportamientos morales también'. Pero para probar esa teoría, los expertos seguirán investigando la influencia de las historias.