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Día del Donante de Sangre

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En el marco del Día Internacional del Donante de Sangre que se celebra el 14 de junio quiero recordar que donar sangre es donar vida, por lo que los invito a ser los héroes anónimos que tanto necesita nuestra sociedad.

Donar sangre es un acto altruista, puesto que desinteresadamente vamos en auxilio de otros, aportando vida con este valioso fluido. Quizás quién recibirá esta 'vida', sea alguien que no los atendió bien en el banco o no fue lo suficientemente amable en el supermercado, pero eso no importa para quienes entregan, sin esperar nada a cambio.

Si estás interesado en donar sangre, simplemente debes cumplir una serie de requisitos básicos como tener entre 18 y 65 años, tener con carné de identidad, pesar más de 50 kilos, haber ingerido alimentos en las últimas seis horas y no estar embarazada.

Por el contrario, no pueden donar sangre las personas que sufren de afecciones cardíacas, renales, neurológicas (por ejemplo epilepsia), respiratorias o hematológicas; hayan tenido hepatitis después de los doce años, presenten conductas de riesgo tales como uso de drogas por vía intravenosas y mantengan más de una pareja sexual; y los portadores de VIH, sífilis, hepatitis B, C, Htlv, Enfermedad de Chagas u otra infección transmisible por la sangre.

Tampoco pueden donar quienes están bajo los efectos del alcohol y aquellos que tengan diabetes o sean hipertensos descompensados o sin tratamiento médico.

No dejemos que el ritmo acelerado de vida de hoy nos quite la posibilidad de aportar a nuestra comunidad con un grano de arena, dotado de la capacidad de entregar vida a otros, a través de la donación de sangre.

El arte de educar

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Educar hoy en día es todo un arte, un arte en el que la calidez, los límites y la autonomía son los principales protagonistas. No existe una forma única de educar, y por lo mismo, surgen diferentes estilos que los padres utilizan para poder lograr que sus hijos se adapten al entorno, aprendiendo las normas de este, generándose incluso, diferencias entre los hijos.

Nuestros propios padres han elaborado su propio arte, enseñándonos desde muy pequeños su forma de crearlo. Ellos lo han aprendido de sus propios padres, sin embargo, no es una copia fiel, si no que presenta sus propios matices, de acuerdo a lo que consideran mejor.

Crear este arte algunas veces es complicado: el estilo de vida ajetreado, la carga de trabajo excesiva o el poco tiempo libre dificulta el poder compartir con la familia de manera adecuada, generando la necesidad de compensar ese tiempo perdido; se les regalonea más, se es más indulgente en las reglas y normas, permitiéndoles en algunos casos hacer lo que quieran, muy por el contrario, en otros casos, se es más estricto con las reglas y normas, imponiendo muchos límites, con el fin de demostrar que se preocupan de ellos y los quieren.

Estos extremos por lo general, tienden a ser perjudiciales para los niños, pues los forman inseguros de sí mismos repercutiendo negativamente en su autonomía y autocontrol.

Educarlos con autonomía en un ambiente cálido, amoroso y con reglas claras permitirá que en un futuro sean personas independientes, responsables que puedan valerse por sí mismas, tomando sus propias decisiones sin la necesidad de buscar la aprobación de terceros.

Alcanzar esta armonía, es la clave para educar de manera óptima; es como preparar una receta de cocina, todos los ingredientes tienen que estar dispuestos y en las cantidades precisas para obtener un buen resultado en lo que se desea cocinar, si no están las cantidades adecuadas, es muy probable que el resultado no sea el esperado, teniendo que modificarse para alcanzar el equilibrio deseado.

¿Cuál es el equilibrio que quieres lograr?.

Sacerdocio y celibato

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Gran revuelo han provocado en los últimos días las palabras del Papa Francisco sobre que el celibato no es un dogma de fe sino una práctica disciplinaria de la Iglesia de rito latino, por lo que podría ser cambiada. Tales declaraciones han producido, además, interpretaciones erróneas en el sentido de que a los sacerdotes se les podría permitir casarse o que hay otros ritos católicos, como los orientales, en que hay sacerdotes casados. Para definir el término, célibe significa no casado.

En estricto sentido, no hay sacerdotes en ejercicio que se hayan casado. Digo, 'en ejercicio', porque muchos conocemos sacerdotes que sí se han casado, pero para ello han abandonado el ministerio sacerdotal. Lo que hay, tanto en los otros ritos de la Iglesia Católica como en las Iglesias Ortodoxas no católicas, son hombres casados que posteriormente han sido ordenados como sacerdotes. En tales ritos e Iglesias, hay hombres célibes, normalmente monjes, y hombres ya casados que han recibido el sacerdocio y en ellos no hay ningún hombre casado que haya sea Obispo.

El episcopado está reservado a los sacerdotes célibes que provienen del monacato. Cada uno debe quedarse en el estado en que estaba cuando recibió la ordenación sacerdotal. Si la recibió célibe, ha de seguir célibe; si casado, ha de seguir casado. Pero, si alguno de ellos enviuda, no puede contraer segundas nupcias.

El celibato es un valor altamente apreciado por grandes religiones milenarias, como se puede ver en los hombres santos hindúes y en el monacato tanto hindú como budista. También se vivió el celibato en una corriente importante de la rama judía de los esenios.

Efectivamente, el estilo de vida célibe en el catolicismo no es un dogma sino una disciplina establecida por la Iglesia que se inspira en el ejemplo de Jesucristo, quién no se casó, y en sus propias palabras: 'Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y hay eunucos por el Reino de los Cielos' (Mateo 9,12).

El celibato es un estado que le permite tanto al sacerdote como a cualquiera que es célibe, volcarse con todo su ser, con todas sus energías, con un corazón indiviso a servir el Reino de Dios, servicio que se manifiesta en la lucha por la justicia, en hacer llegar la preocupación solícita y amorosa de Dios Padre a quienes más la necesitan, a los más carenciados, a los solos, a los pobres, a los niños indefensos en gestación en los vientres de sus madres, a los pobres, a los ancianos abandonados y a un largo etcétera. Por eso, pienso que el celibato es un don de Dios a la Iglesia, que ha de conservarse. Esto no significa cerrar la puerta a la posibilidad de ordenar como sacerdotes a hombres casados. Ambas alternativas no son excluyentes, pueden coexistir perfectamente.