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Locomoción colectiva

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Cada vez resulta más evidente la necesidad de modernizar, en todos sus sentidos, el servicio de locomoción colectiva, tanto del Bío Bío como del resto del país donde existen múltiples líneas que realizan esta gestión.

Son varias las aristas de este complejo problema, siempre analizado por la tensa relación entre los pasajeros estudiantes y los conductores, tema más que evidente en todos. La actitud, en un porcentaje sustantivo de las ocasiones, es agresiva desde uno y otro sector.

¿Qué ocurre?: los choferes ganan por corte de boleto y el de los estudiantes les es poco atractivo, lo que se constituye en germen de animadversión, por fortuna con muy positivas excepciones.

Una regularización de la situación laboral de los conductores debería considerarse en este panorama general necesario de enfrentar, para evitar malos tratos, escolares pequeños que se quedan en los paraderos sin ser llevados, muchas veces víctimas de las inclemencias del tiempo, sobre todo en estos días donde la lluvia se ha dejado sentir con mucha fuerza.

Todo ello es real y ha sido tal cual por décadas, lo que no significa que se den pasos en procura de encontrar caminos de solución y, de esta manera terminar con este histórico conflicto.

Otro aspecto está referido a la modernización de la flota microbusera, en algunos casos absolutamente inapropiada para el transporte de pasajeros.

Finalmente, aparece el motivo del paro: el uso de la tarjeta escolar de rebaja en el pasaje durante todo el año. Los choferes aducen que correspondería presentarla solamente los días en que hay clases, quedando fuera de esta posibilidad las actividades en sábados u horarios nocturnos, y por cierto, los viajes que no guardan relación con los afanes estudiantiles, constituyéndose ellos en contralores de lo anterior.

Los intereses de los choferes y de los propietarios de las máquinas son desde luego distintos y los primeros acusan que los aportes del Estado no llegan a su bolsillo y que se ven perjudicados al trasladar a personas por un pago muy menor a la tarifa.

Habrá que enfrentar este tema.

Una regularización de la situación laboral de los conductores

Territorio comanche

tito matamala

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Había emprendido dos veces el descenso desde la puerta del Parque Nacional Conguillío, una ruta de roca volcánica y ripio suelto donde las piedras me golpeaban con violencia los pedales y el cuadro de la bicicleta que, por las fuerzas tectónicas involucradas, se me atravesaba en el camino como un caballo asustado.

Me había lanzado por la cuesta larga que llega a Cobquecura hasta alcanzar la imposible velocidad máxima de 60,3 kilómetros por hora, el manubrio trabado en la pendiente y yo indefenso, esperando el golpe final. Sin embargo, no era en esos actos temerarios en que la Parca me estaba esperando, sino acá, muy cerca, en mi cuarto de baño.

Es un clásico recitado por nuestras abuelas: hay más peligro en el quehacer doméstico que en la más loca de las actividades al aire libre. Por ahí ronda la tetera hirviendo, la plancha caliente, el patín del cabro chico, la esquina afilada del velador esperando los deditos de nuestros pies. O la ducha, que es tema aparte y tan largo como para escribir una enciclopedia: nada más inseguro que permanecer pilucho, enjabonado, medio ciego por el agua caliente y equilibrándose en un pequeño espacio resbaloso y sin una manilla a la que aferrarse a la vida. Por lo menos, estoy invicto en ese territorio comanche.

¿Y qué ocurrió? Como diría Snoopy, era una noche oscura y tormentosa. Los impulsos de la micción me obligaron a levantarme para acudir al inodoro, pero caí en la trampa de las chalas mal puestas. De seguro se trató de un complot político en mi contra debido a mis declaraciones críticas acerca la Reforma Educacional: con un par de hawaianas como brazo armado terrorista, la zancadilla era perfecta. De modo que me vi volteado como un gualle, venadeado en las quebradas profundas de mármoles y baldosas, y depositado ahí, como fiambre de novela policial.

Resultado: doble corrida de puntos, un carrete entero de sutura para tapar el hoyo de la vergüenza, y una desmedida deuda monetaria con la clínica, más grande que el valor de una nueva bicicleta. Desde ahora me sumaré a las marchas que exijan 'urgencia gratuita y de calidad'.

Por más que uno quiera mantenerse a resguardo y evitar cualquier riesgo de la integridad física, somos incapaces de prever en qué momento se nos viene el golpe. Jorge Luis Borges decía que el destino de los hombres no tiene nada que ver con divinidades ni voluntades, sino simplemente con el azar. Estamos regidos por el azar. Por eso, la Parca te acecha en el cable del calefactor eléctrico dejado al descuido en el suelo, o en la autopista hacia Chiguayante cuando vas pedaleando. O en la soledad.

Por más que uno quiera mantenerse a