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Aborto terapéutico

Max Silva Abbott

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Mucho se ha dicho respecto de esta iniciativa del gobierno, defendida en no pocos casos con slogans y consignas que se pretenden verdaderos dogmas. Es por eso que resulta difícil hacer entender con hechos y razonamientos (no con argumentos religiosos) a algunos que en el fondo, no quieren ni pretenden entender.

Vamos a los hechos. Se dice que el aborto terapéutico disminuiría la mortalidad materna. Falso: Chile tiene la segunda tasa más baja de mortalidad materna de América (superado sólo por Canadá), proceso que comienza desde 1989, precisamente cuando se eliminó el aborto terapéutico. Reponerlo no hará sino aumentar esta cifra, sencillamente, porque el aborto es una intervención peligrosa también para la madre (y obviamente para el hijo, el gran ausente en este debate). Esto sin perjuicio de los casos lícitos, practicados y documentados, de abortos indirectos, producidos involuntaria pero inevitablemente, al combatir el mal que aqueja a la madre, no eliminando directamente al no nacido.

La violación: aun siendo una situación espantosa, es muy raro que resulte un embarazo de una violación esporádica; suele ocurrir cuando ella es una situación reiterada. Permitir el aborto no sólo agrega al trauma de la violación uno nuevo (el síndrome post aborto), sino que además, permite perpetuar la situación de abuso, pues el violador será el más interesado en que se aborte.

Por otro lado, la noción de 'violación' está comenzando a hacerse cada vez más amplia, y se exigen menos requisitos para probarla, con lo que al final, se abre una peligrosa puerta para el aborto a voluntad.

La inviabilidad del feto: además del síndrome post aborto, el problema es que con este argumento se está realizando una eutanasia intrauterina, sin perjuicio de los posibles errores de diagnóstico y de eventuales laxitudes respecto de la 'viabilidad' del no nacido.

Finalmente, si tanta importancia se da actualmente al genoma humano, viendo en él la explicación para todo lo que nos ocurre o podría ocurrirnos, llama poderosamente la atención que en el caso del recién concebido, dicho genoma -que aparece con toda claridad- sea ignorado como dato de la causa, llegando incluso algunos a dudar -curiosamente, se insiste- en su pertenencia a la especie humana.

Y es éste el aspecto verdaderamente importante: qué es (o mejor, quién es) el concebido, cuya puesta en duda resulta más llamativa hoy, que tanto se alega contra la discriminación arbitraria. Ello, porque no hay nada más arbitrario que desconocerle su calidad a alguien. De este modo, por muchos intereses o buenos deseos que existan, no podemos ni tenemos nunca derecho a matar a un ser humano inocente.

Se dice que el aborto terapéutico disminuiría la mortalidad materna. Falso: Chile tiene la

Doctor en Derecho, profesor de Filosofía del Derecho

Diálogo por la educación

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No cabe duda que Chile ha logrado éxitos notables en un lapso breve, pero también es cierto que muchas asimetrías no se han corregido y eso debe resolverse. En el caso de la educación, el año 2000 había un 14,3% de jóvenes, de 18 a 24 años, que asistía a la educación superior. Una década después, la cifra de cobertura alcanzaba al 33,6%.

En el año 2000, Chile tenía en los estratos bajos un porcentaje de cobertura de 51,6% a los cinco años de edad, y en 2010 subió al 89,7%.

Este es uno de los datos más interesantes del documento elaborado por Margarita Pogg, directora de la sede regional Buenos Aires del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación de la Unesco, el cual concluye que Chile es el país de América Latina que más subió en cobertura en educación superior en diez años.

La cifra no es ninguna sorpresa y habla bien de lo que hemos conseguido como país: mejorar la cobertura, ofreciendo más oportunidades, gracias a una ampliación de la oferta y el subsidio a la demanda, por medio de becas y créditos.

No obstante, esos éxitos hoy no parecen suficientes para una sociedad más exigente y empoderada, más conscientes de los problemas anexos indeseados de este crecimiento y de la forma en que el Estado aborda hasta hoy la educación.

La misma no puede ser concebida como un objeto de consumo y, por lo mismo, era razonable una censura a las altas tasas cobradas por los bancos.

Si hablamos que la educación es el futuro de la sociedad chilena, la lógica nos indicaría que el Estado es el principal responsable de invertir en esta área.

Cuestiones como ésta pueden ser los fundamentos para entender una sociedad más compleja, heterogénea y desprejuiciada y no cabe duda que el grueso de la población así lo entiende. Lo interesante es que entendiendo el fondo del problema de la educación (por lo pronto, un mejor acceso y mayor calidad), aún no quede claro que el remedio ofrecido sea el más efectivo para corregir el fenómeno.

Es bueno que el debate se haga sin urgencias. No resulta recomendable que las ideologías primen en cuestiones tan fundamentales.

Lo que no puede pasar es que el gobierno plantee un diálogo a medias, ni tampoco que la oposición diga que no a todo, sin