Conductores ebrios
Con cierta regularidad, los medios de comunicación dan a conocer casos de accidentes fatales en distintos puntos del país, provocados por conductores que manejan en estado de ebriedad y, en ocasiones, con su licencia vencida. Son hechos muy lamentables, pero lo que más preocupa es una dolorosa y repetida historia en las calles y carreteras.
Pese a las campañas informativas y los sucesivos controles por parte de Carabineros, este problema no se solucionará si no existe una verdadera cultura que aplique una simple ecuación: si maneja no puede beber alcohol.
La muerte de cada persona, especialmente de niños y jóvenes destroza para siempre a toda una familia y marca para mal, un antes y después en sus existencias.
En la mayoría de los casos, estos irresponsables conductores tienen sus licencias vencidas, suspendidas o simplemente no cuentan con ella, situación que agrava aún más el dolor de los familiares de las víctimas, sin contar que los infractores quedan libres a las pocas horas de su detención, pese a que se han transformado en un peligro público.
El fracaso de la llamada ley Emilia sólo viene a dejar en claro que hay un escasa voluntad de terminar con este problema de raíz, ya que técnicamente una persona que mata a otra y maneja bajo los efectos, a lo sumo tendrá como castigo la suspensión de dos años de su licencia de conducir y firmará una vez al mes en Gendarmería.
Es hora de generar un potente debate sobre el tema y de frenar una realidad que quita la vida a decenas de personas cada año, donde las penas parecen una cruel broma para quienes son protagonistas de estas historias que se repiten una y otra vez.
Durante el último fin de semana largo, Carabineros detuvo a conductores por manejar bajo los efectos del alcohol, lo que deja en claro que el problema alcanza niveles preocupantes.
No hay doble lectura en este tema: quien asume la responsabilidad de manejar bajos los efectos del alcohol tienta a la muerte, para sí y quienes le rodean. A pesar de no tener efectos en el corto plazo, la mejor opción, la más eficiente, para combatir el flagelo, se relaciona con la educación y la convicción de algo simple, pero contundente: no al alcohol y conducción.