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Lecciones que aprender

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El jueves pasado se cumplieron 54 años del terremoto más grande la historia registrado hasta el momento. Un 9,5, que tuvo como rostro a Valdivia, pero que asoló a toda la zona sur del país sumiéndola en décadas de pobreza, porque destruyó gran parte de sus industrias e infraestructura productiva, especialmente las ubicadas en la costa (puertos, caletas pesqueras, poblados) debido al gran maremoto que lo acompañó.

El recuerdo de esta tragedia se encuentra muy presente en la memoria colectiva de los habitantes del sur del país, por la magnitud del desastre, pero también por lo difícil que ha sido desde entonces volver a ponerse de pie, confiar y emprender proyectos de largo plazo.

Desde esa experiencia traumática es posible entender a las familias de nuestra Región del Bío Bío, que han visto no con la celeridad que quisieren la reconstrucción después del 27/F; o a las de Iquique y Arica, que todavía no reciben toda la ayuda prometida; o las de Valparaíso, que enfrentaron un incendio con resultados tan graves como un gran sismo.

Por lo mismo es que se aplauden las iniciativas de apoyo para esos lugares que aún siguen vigentes en la zona. Esa solidaridad se entiende en comunidades que conocen los mismos dolores, porque saben que una campaña ocasional no basta para levantarse.

También, a propósito del aniversario del principal terremoto del país, es oportuno revisar qué tan preparados estamos para enfrentar en el futuro otro hecho similar. Vivimos en un país donde los terremotos son normales y es preciso mantenerse alertas para enfrentarlos de la mejor manera posible: saber reaccionar, tener planes de emergencia, adoptar medidas de seguridad en los hogares, colegios, lugares de trabajo y espacios públicos.

Realizar simulacros debiera formar parte de nuestra rutina habitual, porque nadie exagera si se adelanta a los hechos.

Prevenir y ser solidarios pueden constituir una manera constructiva al recordarse las principales tragedias que han golpeado al país, como ocurrió el 22 de mayo de 1960.

Vivimos en un país donde los terremotos son normales y es preciso mantenerse alertas para enfrentarlos de la mejor

El guerrillero del arte

tito matamala

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En el diccionario de la RAE, la segunda acepción de la palabra 'artista' dice: 'Persona que ejercita alguna arte bella'. Más o menos así es el arte, aunque siempre es difícil de identificar y clasificar los límites.

En tal ejercicio, la búsqueda de una propuesta propia, hay un recurso oscuro para el que lo intenta pero no tiene ninguna capacidad de creación artística: llamar la atención, dejar la escoba, provocar, a fin de que la prensa pusilánime y descerebrada lo considere 'artista'. Y no falta.

El artista de marras esta semana ha conseguido un sueño, varios minutos en los noticieros de televisión y varios centímetros de prensa escrita, incluida esta columna. Cuando uno es incapaz de dibujar un gato, algo que se asemeje a un gato, o pergeñar siquiera un grafiti medianamente aceptable, se dedica a esa variante que no precisa de talento: la acción de arte. Tirar globos negros por el Río Mapocho, colocar peces vivos en licuadoras para tentar el morbo del público, o embalsamar perros muertos hallados en la calle. O poner a una mujer desnuda en una casa con paredes de vidrio. Soy un artista.

El señor llamado Papas Fritas ha dado un paso más, su obra es demagógica en extremo y acarrea los aplausos de miles de estudiantes endeudados con créditos abusivos y que vieron en las papeletas de pago reducidas a cenizas un acto emblemático, libertario. ¿Quién de nosotros no habría celebrado con el mismo entusiasmo? Sin embargo, todavía no se aclara si efectivamente se trató de las papeletas de los ex alumnos de la Universidad del Mar. De confirmarse este dato, la situación cambia, ya no será la de un bacalao que se cree artistas, sino un delito por el que deberá responder.

O tal vez no, porque todo este embrollo es un circo de payasos de quinta categoría: los payasos que ejecutan la obra y los payasos que se emocionan con ella y la ven como un signo de los tiempos. ¡Vamos a quemar papeletas, facturas, letras de cambio, pagarés, vales en general! Incluso el rayado del almacén de barrio.

Debe ser triste para una persona querer ser considerado un artista y no poseer más talento que el descaro y la sinvergüenzura. Y más triste todavía porque además se inventa perseguidores para creerse el niño símbolo de la protesta social, el poeta clandestino, el guerrillero del arte.

El remate del chiste es que se sostenga que este señor se encuentra 'asilado en una embajada amiga', emulando los tiempos en que los chilenos sí debían saltar los muros de las legaciones extranjeras para salvar la vida.

Y ya, que no merece más espacio. Que venga el siguiente payaso.

Debe ser triste para una persona querer ser