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Me manifestaré a él

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En este Domingo VI de Pascua seguimos la lectura de las palabras de despedida que pronuncia Jesús en la última cena con sus discípulos. Jesús les ha dicho: 'Ya poco tiempo estaré con ustedes' (Jn 13,33) y les ha aclarado que donde él va ellos no lo pueden seguir.

Este anuncio dejó el corazón de los discípulos sumido en la turbación. El dolor que ellos sienten por esta separación se entiende como un signo de su amor a Jesús.

Entonces Jesús formula un criterio que permite discernir el amor verdadero hacia él, el amor que él aprecia: 'Si me aman, guardarán mis mandamientos'.

No es signo de amor permanente a Jesús el dolor por su separación, porque ese dolor cesa con el tiempo.

Signo de amor permanente hacia él es atesorar sus mandamientos y hacerlos vida en nosotros, como repite Jesús: 'El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama'.

Jesús había estado con sus discípulos como un 'paráclito' dado por el Padre, es decir, como uno que está junto a ellos para defenderlos, protegerlos y consolarlos, y esto lo hizo hasta el final, como observamos en el huerto de los olivos, cuando vienen con espadas y palos a detenerlo: 'Si me buscan a mí, dejen ir a éstos' (Jn 18,8).

Ahora Jesús les promete: 'Yo pediré al Padre y él les dará otro Paráclito, para que esté con ustedes para siempre'.

Como todo hombre, Jesús no puede permanecer para siempre en la escena de este mundo en la forma de esclavo que asumió.

El 'otro Paráclito' también será un don del Padre; pero él estará con los discípulos para siempre. ¿Quién es ese otro Paráclito? Jesús explica que es espíritu: 'El Espíritu de la verdad'.

Su presencia es interior, espiritual. El que ha recibido este Espíritu conoce la verdad revelada por Jesús; el que no lo ha recibido está inevitablemente fuera de la verdad, está en el error.

Jesús explica quién es el que no recibe el Espíritu de la verdad y, por tanto, está en el error: 'El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce'.

En realidad, nadie lo ve, porque siendo Espíritu no cae bajo el sentido de la vista; la tragedia del mundo es que tampoco lo conoce.

Aquí está la inmensa diferencia entre los discípulos y el mundo: 'Ustedes -dice Jesús a sus discípulos- lo conocen, porque permanece junto a ustedes y estará en ustedes'.

Respecto a la relación de los discípulos con el Espíritu, Jesús hace una diferencia entre ese momento presente y el futuro: en el presente 'permanece junto a ustedes»; en cambio, en el futuro «estará en ustedes'.

La presencia que les permite conocerlo es la presencia del Espíritu que está en Jesús y, por eso, 'junto a ellos'.

Lo conocen por las obras y palabras de Jesús, quien precisamente declara: 'Las palabras que les he dicho son Espíritu y son vida' (Jn 6,63).

En el futuro, según la promesa de Jesús, el Espíritu estará 'en ellos' mismos; y entonces se cumplirá: 'Harán las obras que yo hago y las hará aun mayores' (cf. Jn 14,12).

El Espíritu Santo, aunque es llamado por Jesús 'otro Paráclito', no es un reemplazante de Jesús.

El Espíritu concede a los discípulos gozar de una presencia de Jesús mucho más viva que la que tuvieron durante su vida terrena.

En efecto, durante su vida terrena, todo el amor que le tenían no fue suficiente para que dieran la vida por él, y lo negaron y lo abandonaron en las manos de sus verdugos; en cambio, cuando ya el Espíritu estaba en ellos, todos ellos dieron su vida por Jesús. Se cumplió lo que Jesús les prometió: 'Me seguirán más tarde' (cf. Jn 13,36).

'No los dejaré huérfanos; vendré a ustedes'. Durante su vida terrena el mundo podía ver a Jesús, como es claro, pues era hombre de carne y huesos.

Pero para el futuro, es decir, para nuestro tiempo, Jesús establece otra diferencia entre el mundo y sus discípulos: 'Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán'.

¿En qué forma los discípulos «verán» a Jesús? Él agrega: 'El que me ama, será amado por mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él'.

La forma de esta manifestación de Jesús es misteriosa; la conocen y es evidente para quienes cumplen la condición: 'El que me ama'.

Ya sabemos que el amor a Jesús consiste en cumplir sus mandamientos que él mismo resume para nosotros en uno solo: 'Este es el mandamiento mío: que se amen unos a otros como yo los he amado' (Jn 15,12).

El que cumple esta condición, tiene una visión de Jesús que es mucho evidente que la que puede ofrecer el sentido de la vista.

Repetimos: lo saben los que cumplen la condición. Cumplir esa condición y ver a Jesús debe ser todo nuestro empeño en esta tierra.

Ya sabemos que el amor a Jesús consiste en cumplir sus mandamientos que él mismo resume para

Similitud de ADN es un factor que destacaría en la elección de pareja

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Son distintas las interrogantes que surgen respecto de las relaciones de pareja. Sin embargo, una de ellas podría quedar aclarada gracias a los resultados que se obtuvieron de una investigación efectuada por la Universidad de Colorado, en Estados Unidos.

El avance planteado en el estudio está en la reafirmación de una teoría ya existente en la vida afectiva.

Se trata de la idea de que el ser humano es propenso a contraer matrimonio con una persona que tenga un ADN similar, hecho que por primera vez es analizado.

Uno de los datos llamativos al respecto es que para llegar a dichas conclusiones fue necesario realizar exámenes completos del genoma.

Según la sostuvo la investigación que fue publicada en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias, los individuos genéticamente similares presentan más probabilidades de formar un matrimonio, en comparación con aquéllos que son seleccionados al azar de la misma población.

BUSCANDO SIMILARES

Los análisis preexistentes indicaron que en las personas existe una marcada tendencia a casarse con otros que manifiesten ciertas características similares, las que pueden incluir ámbitos como la religión, edad, raza, ingresos, rasgos físicos y educación, entre otros variados factores.

Benjamin Domingue, autor principal del artículo e investigador asociado en el Instituto de Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Colorado, explicó que 'es sabido que las personas se casan con otras que son como ellas. Pero aún hay preguntas sobre si nos emparejamos al azar con respecto a la genética'.

Tanto el investigador como sus colegas utilizaron a lo largo del estudio, diversos datos genómicos, los que fueron recogidos por el Health and Retirement Study de la Universidad de Michigan.

El grupo examinó los genomas de un total de 825 parejas americanas, de raza blanca y no hispanos.

Fue a partir de dicho trabajo de observación y análisis que los investigadores llegaron al sorprendente descubrimiento de que hay menos diferencias en el ADN entre las personas casadas que entre dos individuos seleccionados al azar.

Los llamativos hallazgos podrían tener profundas implicaciones para los modelos estadísticos utilizados actualmente por los científicos para comprender las diferencias genéticas entre poblaciones humanas.

Lo anterior, debido a que tales modelos asumen, muy a menudo, el apareamiento como un fenómeno al azar.

Es por esto que el estudio norteamericano, gracias al avance que plantea en esta materia, se convierte en una sólida base para las futuras investigaciones en las que se podría explorar si se encuentran resultados similares, pero ampliándolo a personas casadas de otras razas.

De esta manera el siguiente desafío es conocer si también existe una inclinación a escoger amigos genéticamente parecidos, y conocer la existencia de casos en que la gente prefiere compañeros cuyo ADN es en realidad más diferente.

parejas americanas