Entrega de viviendas sociales
Hace algunos días se entregaba en Puente Alto un conjunto de viviendas sociales para 96 familias. Se trataba de la reposición de viviendas deterioradas hasta ser inhabitables a causa de los temporales de 1997, en el bullado caso conocido como las 'Casas Copeva.' Pasaron 17 años para que el Estado decidiera reponerlas.
Al observar con ojo inquisitivo las viviendas entregadas, parece que los 17 años que median entre una y otra acción no fuera tiempo suficiente para marcar una evolución cualitativa clara y categórica. Las viviendas entregadas, aún con el aumento de superficie y los equipamientos asociados al conjunto, muestran una evolución cualitativa bastante pobre, quizás un más de lo mismo.
La vivienda social en Chile ha sido y será un problema formidable. En los últimos años, se levantan con subsidios directos del Estado un promedio cercano a las 100.000 unidades, de bajo estándar, la mitad de ellas en baja densidad, en el marco de un período definido como 'cualitativo', que ha abordado el respectivo ministerio. En algunos períodos anteriores, 'cuantitativos', la cantidad de unidades construidas posiblemente fue mayor, pero se pasaron por altos muchas variables técnicas. Aún así, se estima que el déficit alcanza 500.000 viviendas, pero hay otro desafío potencial en torno a este tema, quizás mayor.
Mi impresión es que el cambio de vivienda que se hizo con los habitantes de la Villa El Volcán, de Puente Alto, en Santiago, y en el caso local con los departamentos de vivienda social en Boca Sur, debería ser un programa estatal permanente. Se requiere cambiar, rehacer, reconstruir y probablemente demoler miles de casas mal diseñadas, mal construidas y hasta con materiales no aptos y que hoy no usamos. Se requieren además nuevos diseños de espacio público, dotar de equipamientos y servicios a extensas zonas urbanas; en definitiva, reparar lo anterior.
Hay muchos estudios en torno a la vivienda social chilena. En términos muy generales, de esos estudios se desprende una crítica dura sobre los planes y programas, sobre el producto mismo, y a mi juicio, lo más preocupante, sobre el tipo de ciudad que se ha constituido a partir de los conjuntos de vivienda social. Junto con la crítica, esos estudios aportan interesantes recomendaciones y se muestra mucha evidencia que dice que la vivienda social es una tarea compleja pero que puede ser mejor abordada.
Se requiere urgentemente levantar una nueva política integral de la problemática vivienda social, en principio con nuevo enfoque, quizás replantear la institucionalidad y poner la inteligencia universitaria, profesional e institucional a trabajar en soluciones siglo XXI, y ciertamente proveer de mayores recursos.