Director Cristián Mason mostró oficio en la dirección, algo que debe repetirse y ser bienvenido.
Ciertamente hubo detalles en el primero de los 10 capítulos del programa "Las regiones cantan", la noche del domingo. Sin embargo, lo visto en TVU, dio cuenta de un estelar hecho con el profesionalismo y oficio que se merece el telespectador del siglo XXI.
Cristián Mason, director del espacio emitido por la red Arcatel de canales regionales, debió sufrir bastante durante los casi 120 minutos al aire, entre 22.03 y 23.45 horas. Ello, en la posición de un switch donde las indicaciones -desde animadores a camarógrafos- imagino no pararon desde el primer segundo. Había que estar a la altura de las circunstancias.
De este modo, Mason -secundado por Pablo Ávila en la producción- construyó un discurso narrativo, que desde el relato se apreció con ritmo. Allí, sin embargo, vale hacer notar un recurso que terminó por molestar durante la transmisión del show de talentos: No cabe explicación para proceder a lo que podemos llamar un estiramiento de la imagen hacia los lados (de los cuatro tercios estándar de la pantalla se estiró a 16/9 tipo widescreen). Eso hizo que en todo momento los involucrados en el set y plano de cámara se vieran achatados y excesivamente voluminosos.
Cabe pensar que éste es un detalle a superar, independiente de explicaciones que tengan relación con el HD u otras. Lo más importante acá es no perder la proporcionalidad y el equilibrio de la imagen.
A propósito, y pensando ya en la segunda entrega, deben atenderse aspectos técnicos como el sonido -ecualización- y el balance de colores. Es decir, que el conjunto se vea lejos de imágenes sobreexpuestas o con colores ajenos a la paleta.
Y no es menor lo del tratamiento sonoro, en tanto, las 10 voces en competencia se apoyaron en bases grabadas. Contra eso, varias veces éstas fueron superadas por voces muy "gritonas" y fuerte antes que matizadas.
HACER TELEVISIÓN
Detalles técnicos, finalmente, que no tienen razón para convertirse en un dolor de cabeza para Mason y su equipo, sobre todo, cuando vemos una emisión planteada desde lo televisivo.
En ese sentido, destacar la continuidad lograda, con cámaras y planos conscientes del texto audiovisual. Hubo preocupación por el contenido. Bueno, el programa tampoco busca descubrir la pólvora. En sus bases se asemeja a propuestas como "Talento chileno", "Rojo" o similares. El aporte de discurso y contenido acá va por el lado de las regiones, es decir, descubrir los espacios y hábitat de cada competidor.
Esto era televisión en vivo, entendiendo que el directo conlleva un timing, incluso, una propuesta estética. O sea, hay una fórmula y una receta para desarrollar el discurso. Una estructura de competencia al aire, con jurados y puntuación. Claro, nada nuevo, pero sí un aporte desde el foco regionalista que tiene esta apuesta, como también en el logro de convertir el Domo de Marina del Sol en un set televisivo (tiros y movimientos de cámara bien planteados).
Sumemos la iluminación propuesta, considerando el escenario y la transmisión. Vale la mención al jurado, implicados y conocedores de su tema, sumando así al conjunto al aire.
CONDUCTORES
Daniela Castillo siempre estuvo más suelta y relajada que su compañero, Óscar España. El rostro del sur del país más parecía hombre de radio y no de TV por tono y texto.
Un detalle, también para analizar por parte de la producción, es ambos nunca se vieron coordinados, algo evidenciado en el contradiscurso y contraintervenciones de cada uno. Mientras ella pasaba a la tanda publicitaria, él iba al backstage. Una figura para ilustrar que si son dos, deben verse como una unidad, o sea, remando para el mismo lado.
Al respecto, fue un aporte la presencia de Edgardo Vargas (recuadro). Sin sus enlaces tras el escenario, el contexto hubiera parecido plano en su propuesta de conducción. Entiendo que Vargas no está al frente para evitar el centralismo, hay que pensar en la calidad. Y esto es televisión hecha para todo el país.