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Actualizando a Cervantes

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¿Hay alguna razón que justifique que la única ilustración de un libro de la Academia Chilena de la Lengua sea el "mapa" de los cortes de la carne de vacuno? ¿O que en otro texto -el Diccionario del Uso del Español en Chile, Duech- se incluyan no pocos epítetos groseros? ¿Sobre todo si se recuerda que la finalidad de la Academia, como dice su Reglamento, es "velar por la pureza y el esplendor de la lengua española"?

Precisamente porque desde su fundación, en 1885, se ha entendido que su propósito no es sólo ser el guardián del bien decir, sino tener la capacidad de anticiparse a los cambios, la Academia cree que está en el camino correcto.

Entre los múltiples esfuerzos en este sentido, incluyendo la designación de varios chilenos ilustres como académicos de número o "correspondientes", la Academia publicó hace poco la obra "Lo pienso bien y lo digo mal".

Es una versión aumentada, corregida y actualizada de las "Notas Idiomáticas" que, desde 1995, han resuelto dudas del público y de personas preocupadas por la corrección idiomática.

Son preguntas a veces muy simples, pero que inquietan a muchos. Dudas acerca de cómo concuerdan los términos de una oración o cuál es el término correcto. Parece sorprendente, pero a estas alturas la academia ha flexibilizado mucho su criterio, como lo muestran algunos (pocos) ejemplos:

¿Cómo es el diminutivo: calientito o calentito? ("Tanto calentito como calientito son aceptadas en la norma culta, si bien este último es algo más informal"). ¿Dios le sonríe a los hombres? ("Debió escribirse: Dios les sonríe a los hombres"). ¿Teclista o tecladista? (Tecladista está bien construida y su uso entre nosotros está aceptado). ¿Dentrífrico? No: dentífrico. ¿Tránsito o tráfico? (Su uso generalizado hace adecuado el término "tráfico").

En muchas ocasiones, las dudas provienen de errores en los periódicos, la radio y la TV. Duro para un periodista, pero es un ejercicio necesario. Así se acumuló una gran base de datos que supera las 240 páginas en formato libro. Es útil para todo el mundo, pero es un llamado a que los periodistas seamos más cuidadosos. Después de todo, nuestra herramienta son las palabras.

Desde 1916, la Academia de la Lengua organiza cada año la celebración pública del Día del Idioma, el 23 de abril, día del aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, el gran maestro de la lengua. Además de una tradicional ceremonia en la sede de la entidad, se realizan con tal motivo actividades similares en numerosas ciudades.

Este comentario es, apenas, un modesto aporte a esta celebración.

Práctica religiosa

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La Semana Santa se celebró en nuestra Región del Bío Bío con mucha expectativas y con un movimiento comercial amplio, que comenzó a notarse desde el martes pasado, incluyendo los ya tradicionales aumentos de demanda en productos del mar para Viernes Santo y huevos de chocolate para el domingo de Resurrección.

Buenas noticias locales, para una industria que necesita de su máxima potencia y que debe aprovechar estos largos feriados, en los cuales las familias tienen tiempo para descansar y recorrer.

La otra cara de la moneda para esos días, fue la pérdida cada vez más notoria del sentido de la fecha y la desvinculación de ella con la creencia religiosa que le da origen y sobre la cual se edifica la cultura cristiana occidental: el calvario de Jesús y su triunfo sobre la muerte. Esta distancia parece crecer y es la que lleva a convertir Semana Santa en sinónimo de asueto y a que todos entendamos cuando se habla de la "Pascua del Conejo".

Más allá de las opiniones que cada quien pueda tener al respecto, un estudio dado a conocer el miércoles pasado por la Corporación Latinobarómetro, puede dar una explicación. En él se indica que uno de cada cuatro chilenos se declara "agnóstico", es decir que no logra entender la existencia de Dios y, por lo mismo, le es lejano. Esto se traduce en que un 25% de la población dice no tener religión, cifra que en 1995 llegaba a 9%.

Además, el análisis ubica a Chile entre los países latinoamericanos que ha disminuido su cantidad de católicos, pasando de un 74% en 1995 a un 57% en 2013 y también de evangélicos, que bajan dos puntos entre 2011 y 2013.

Este fenómeno señala que Chile está entre los que más se ha secularizado en América Latina; el que tiene menos práctica religiosa (asistencia a ceremonias, toma de sacramentos) y el que más desconfía de las instituciones religiosas en el continente, con un 44%.

Sin duda son datos que hacen reflexionar, especialmente en estas fechas; porque los números podrían estar reflejando también un quiebre profundo entre las instituciones que han sido referentes valóricos históricos y la realidad cotidiana de las personas.