Terremotos, civilidad y cultura sísmica
Durante los últimos días el país ha sido testigo de una seguidilla de temblores de distinta intensidad en la zona norte. Se han registrado más de 400 movimientos telúricos de distinta intensidad, algunos casi imperceptibles al sentido humano, y que sólo se han podido corroborar gracias a los aparatos que posee la red dependiente del servicio de sismología de la Universidad de Chile.
Los expertos utilizan una serie de conceptos para explicar lo acontecido: movimientos subductivos, lagunas sísmicas, réplicas, premonitores, enjambres y así un largo etcétera de lenguaje técnico. ¿Que si se trata de una cosa y otra o que si se viene un terremoto aún más fuerte?, ni los mismos expertos aún no terminan de ponerse de acuerdo.
No obstante, lo cierto es que el concepto de movimiento o tectónica de placas ya no es ajeno al imaginario popular. Los medios de comunicación, en especial la televisión, han sido pródigos en llevar o tener expertos que nos expliquen en términos sencillos cómo y porqué ocurren fenómenos como estos.
El hecho de que nuestro país -junto con Japón- concentre el 90% de los terremotos del planeta nos ha llevado a desarrollar una legislación cada vez más exigente en términos de construcción, lo cual ha sido un acierto, pues la experiencia nos ha enseñado que cada 50 ó 100 años hay un terremoto devastador que requiere que estemos verdaderamente preparados.
Por otro lado en el plano de la cultura, y pese a los múltiples simulacros y reuniones de coordinación entre las autoridades, al parecer, aún falta mayor esfuerzo. Por ejemplo el falso tsunami de Concepción de mediados de enero de 2005 ó bien, el propio terremoto de 8,8 grados Richter que nos sorprendió en la vereda opuesta, con autoridades de todo nivel desconcertadas y desconectadas de lo que verdaderamente estaba ocurriendo, con un triste saldo de más de 500 muertos: casi el 50% por causa directa del terremoto y el otro 50% por causa del tsunami posterior; cifra que perfectamente se pudo haber evitado si nuestra cultura sísmica fuera equivalente a nuestra realidad geológica.
Es de esperar que situaciones tan bochornosas como las vistas en el terremoto del 27/F, con saqueos casi inmediatos tras el evento, no vuelvan a repetirse. En nada parecido a lo que ocurrió en Japón en evento equivalente por la misma época, donde observamos por la televisión como no hubo saqueo alguno y cómo esperaba cada nipón pacientemente a recibir su botella de agua o la ayuda desplegada por el gobierno y los equipos de emergencia.
De ocurrir un nuevo sismo de magnitudes catastróficas, tenemos la responsabilidad como país -tanto el gobierno como la ciudadanía-, de demostrar una verdadera cultura sísmica y con ello evitar lo más doloroso de estos fenómenos, que son la muertes de ciudadanos por malas instrucciones o desasiertos de las autoridades.
Roger
Sepúlveda
Carrasco
Rector
Universidad Santo Tomás Concepción