Secciones

Guerra de desgaste

E-mail Compartir

Todavía no se cumple un año desde la elección de Nicolás Maduro como sucesor de Hugo Chávez. Pero el peso del legado del carismático líder de la revolución bolivariana ha sido superior a sus capacidades.

Maduro, quien en los 90 era conductor del Metro en Caracas, ha tenido una vida de intensa actividad política y social. Con Chávez llegó a ser Canciller y, finalmente, fue designado su sucesor. Pero no es lo mismo, pese a sus intentos por ganar el afecto popular. En la elección en que ganó la presidencia, en abril de 2013, sólo obtuvo una escuálida mayoría de 234 mil votos (1,59 por ciento) de un total de casi quince millones de sufragios. En la votación anterior, Chávez había logrado una diferencia de un millón 600 mil votos. No es que faltaran incentivos para votar por Maduro. El día de la elección las agencias informativas dieron cuenta de que "desde la más alta de las torres de Parque Central, decenas de cohetes fueron lanzados a eso de las 5.00, despertando con su estruendo a los habitantes del centro de la capital".

Es un hecho que el estilo y la oratoria de Maduro no están a la altura de su antecesor. Nunca habría sacado de sus casillas al Rey de España, como sí lo hizo Chávez en Santiago. Como resultado, al acumularse los problemas, sus respuestas han sido erráticas. La represión sumó en un mes y medio 35 muertos, numerosos heridos y detenidos. Pero hay mucha confusión: distintos organismos internacionales han hecho notar que algunos videos de supuestos incidentes no corresponden a la realidad local. De este modo se han generado desconfianzas ante algunas exageraciones. Como resumió el diario británico The Guardian, "la movilización inicial se enfocó en las insuficiencias del gobierno en materia de criminalidad, corrupción y desabastecimiento, pero pronto derivó en la demanda de que Maduro dejara el poder".

El resultado, dice The Guardian, es "una alianza de los estudiantes con la oposición de línea dura". La reacción de Maduro fue una tímida oferta de negociación, pero, al mismo tiempo endureció la mano: ya hay tres generales de la Fuerza Aérea acusados de intento de golpe. Al mismo tiempo el gobierno destituyó alcaldes y encarceló opositores, la última de las cuales es María Corina Machado. La combativa diputada fue despojada de su cargo por haber aceptado un puesto en la delegación panameña en la reunión de la OEA. Pretendía entregar su visión de lo que ocurre en Venezuela. Pero el organismo interamericano optó por acallar su mensaje. Es probable que termine en la cárcel.

El balance es sombrío: Maduro no se consolida, la oposición no avanza, la OEA desperdició la oportunidad de hacer un decisivo aporte y la gestión de los cancilleres de Unasur no promete mucho. Mala cosa.

La larguísima geografía chilena y la férrea dependencia de la capital Santiago despiertan afanes de mayores decisiones en los territorios locales, en procura de conseguir mayor desarrollo, sobre la base de un mejor conocimiento de los problemas propios.

Visiones descentralizadoras hay variadas. Nuestra Región del Bío Bío ha hecho esfuerzos, por muchos años, para conseguir avances sustantivos, tras el objetivo de "emparejar la cancha", toda vez que en Chile definitivamente no da lo mismo donde se vive, en relación a la Región Metropolitana.

El Movimiento por la Consulta y los Derechos Ciudadanos entrega antecedentes muy decidores: la Región Metropolitana tiene una superficie equivalente al 2% del territorio nacional y allí se produce el 48,2 % del Producto Interno Bruto (PIB), el 85% de los servicios financieros y tiene, además, el 49 % de los profesionales y técnicos. Así también, la capital nacional concentra el 57 por ciento de los médicos especialistas, un drama que se traslada en consecuencia a las regiones, más perjudicadas mientras más lejanas.

Para muchos la solución gira en torno a la elección por votación popular de los intendentes, pero, aunque fundamental, es sólo el punto de partida.

Hay zonas, específicamente en el norte, que pretenden que parte del producto generado quede en la propia región; también se habla de impuestos locales para generar ingresos; del pago de las patentes en la región.

Las necesidades de nuestra Región están claras y giran en torno a la conectividad, fortalecimiento de las industrias que generen trabajo y producto, graves carencias en el sector salud, falta de oportunidades en educación, especialmente en los sectores más alejados. No cabe duda de que no es lo mismo vivir en Concepción que en las localidades más apartadas, como Alto Bío Bío; las diferencias en todo son abismantes y sería tarea del Gobierno Regional minimizar esas desventajas.

Hay que impedir que se concentren aún más las ventajas en Santiago, administrando medidas que promuevan la instalación de industrias en regiones; sin trabajo de calidad poco se puede avanzar.

Ese gran desafío sigue en el discurso.