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Legado deportivo

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El éxito de los Juegos Suramericanos Odesur Santiago 2014 mostró que el deporte es una alternativa interesante y valorada socialmente cuando se invierte en ella. La sobria y exitosa ceremonia de cierre sólo es comparable a lo que deja el mismo evento para el país, que básicamente se reconoce en la infraestructura que se levantó para este certamen, y a los resultados deportivos de aquellos atletas que consiguieron igualar o superar sus marcas personales.

Contar con una competencia internacional multidisciplinaria en Chile, como los Odesur, fue un privilegio y a la vez una responsabilidad que exige al organizador una preparación amplia, no sólo en el plano deportivo, como se reconociera en la misma jornada de clausura realizada frente a La Moneda.

Pero en lo estrictamente interno, se puede hablar de medallas, de lo que se ha avanzado o se ha retrocedido, aspectos que necesariamente tendrán que contrastarse con las políticas que como Estado han sido impulsadas para hacer que el deporte competitivo redunde en los resultados que todo Chile espera. Por supuesto, esto constituye un desafío país que debe llevar a la reflexión y a las definiciones.

El país ganó en infraestructura de calidad para el deporte. Así como se han invertido miles de millones de pesos para la construcción de nuevos estadios de fútbol, Santiago -por lo menos- quedó con recintos de primer nivel para la práctica de una serie de disciplinas olímpicas, que no pueden quedar en la inmovilidad. Y es ahí donde nuevamente cobra valor la importancia de seguir impulsando el deporte de alta competencia.

¿Por qué no pensar en que nuestros grandes deportistas puedan quedarse en Chile para prepararse con miras a grandes eventos internacionales? ¿Por qué deben salir al extranjero a trabajar para representar dignamente al país? ¿Por qué no pensar en invertir en la construcción de centros deportivos de calidad en las regiones?

Son apuestas que pueden ayudar a mostrar que efectivamente el deporte puede captar talentos y motivar cambios sociales.

El deporte promueve la vida sana, la disciplina y la integración, entre otros valores que hoy son relevantes y que más allá de propuestas y palabras, requieren de recursos y políticas concretas para que puedan instalarse en nuestra sociedad.

Una curiosa obsesión

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A veinte años de la Conferencia de El Cairo sobre Población y Desarrollo, la ONU, diferentes organismos internacionales y algunos países desarrollados, siguen empeñados, casi como si no hubiera otras cosas por las que preocuparse, por imponer el aborto en todo el mundo.

Por supuesto, lo anterior no puede decirse de una manera tan cruda; y el lenguaje manipulado sigue siendo una de las principales armas para conseguir sus objetivos, al hacer más borroso su mensaje, pero no por ello menos eficaz. Y como es sabido, la terminología oficial para esta verdadera cruzada de la muerte son los llamados "derechos sexuales y reproductivos". Por eso, hay que decirlo claro: la salud sexual y reproductiva incluye al aborto en mente de sus promotores, aunque no lo digan.

De esta manera, estos "derechos" -léase: elevar el sexo a divinidad indiscutida y sumir al mundo en un pansexualismo- se están tomando el corazón de los derechos humanos, que hoy distan mucho de lo que se declaró en 1948, aunque la nomenclatura siga más o menos intacta; es lo que se consigue cuando las palabras han sido vaciadas de sentido.

¿Por qué tanta insistencia en esto, sobre todo con los países pobres? Lo anterior es especialmente llamativo en África, aquejada por muchísimos males bastante más preocupantes que los derechos sexuales y reproductivos. Mas sus promotores aseguran que ellos son fundamentales para alcanzar un desarrollo "sustentable". La pregunta es para quién resultará "sustentable" una situación semejante.

Lo anterior, porque la mayor riqueza de los países es su población, a condición que se encuentre mínimamente formada. Y tal vez aquí se encuentre una de las claves de tanta insistencia en universalizar el aborto, que bien puede considerarse el principio del fin para una sociedad.

Esta razón apunta a que, fruto de haber adoptado políticas similares a las que ahora promueven para otros, muchos de los países del primer mundo sufren hoy un galopante envejecimiento de sus poblaciones, con lo cual, su peso a nivel internacional seguramente irá menguando a lo largo del presente siglo. De ahí que sea una razón geopolítica -entre otras- la que pareciera motivar esta verdadera obsesión por aniquilar gente: evitar que esos países se fortalezcan y cambie el peso de unos y otros en la balanza internacional.

No es la única razón, se insiste -otra, repetida hasta la saciedad, pero completamente falsa, es la Ley de Malthus-, pero resulta muy llamativo que en vez de financiar programas de educación, infraestructura o dirigidos a auténticos problemas de salud, se destinen miles de millones de dólares a financiar anticonceptivos y abortos a granel.