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Cambio de mando

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Hoy nuestro país vive un importante proceso de transición democrática entre un gobierno de la Coalición por el Cambio, que por 4 años lideró el Presidente Sebastián Piñera, para dar paso a la segunda administración de la Presidenta electa Michelle Bachelet, esta vez apoyada por la Nueva Mayoría.

Desde que se conocieran en diciembre el resultado de las elecciones presidenciales que le dieron la victoria a la ex Mandataria con un 62,16% de respaldo electoral, el actual gobierno ha preparado de manera transparente el traspaso, por la vía de pedir a cada ministerio un detalle de los proyectos avanzados y pendientes, y reuniones con sus sucesores, de tal manera que la labor del gobierno mantenga una continuidad. Lo anterior demuestra la seriedad con que la administración Piñera cierra su mandato, el que por lo demás refleja cifras importantes como parte de su gestión.

A modo de ejemplo, al sistema de Ingreso Ético Familiar 7.540 personas ingresaron a dicho programa en la Región del Bío Bío y 10.811 personas accedieron a los beneficios del post natal de 6 meses, uno de los proyectos del gobierno que hoy se despide más aplaudidos.

En cuanto a Reconstrucción, uno de los ejes de la gestión post 27/F, el gobierno logró entregar 78 mil viviendas, 7.800 siguen en construcción y 124 aún deben iniciar obras, lo que se traduce en un avance del 99%.

En cuanto a cifras de empleabilidad, en los últimos 4 años se crearon 54.665 puestos de trabajo en la Región del Bío Bío, 70 mil emprendimientos han recibido el apoyo estatal, mientras que el índice de desempleo regional -que alcanza hoy al 7,5%- es uno de los más bajos en los últimos 15 años.

Lo trascendente hoy es que el nuevo gobierno recibe una administración de manera ordenada, que bien habla de la democracia de nuestro país, y puede empezar una labor en beneficio de los chilenos con cifras azules y un apoyo parlamentario que le permitirá avanzar en las reformas plantadas en su programa de trabajo para los próximos 4 años.

Lo criticable de todo este proceso de traspaso lo constituyen las denuncias del "amarres" de cargos y algunos procedimientos poco claros, como los ocurridos en Sercotec y que hoy informa Diario El Sur.

El caso de Venezuela

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No debieran causar escándalo las declaraciones de la Fech respecto de Venezuela, tampoco la reticencia de nuestras autoridades en tomar una postura definida. Para el socialismo, la democracia y los derechos humanos son herramientas políticas, no bienes a proteger. ¿Puede explicarse de otra manera, por ejemplo, el asilo a Honecker a principios de los 90? El gobierno de Nicolás Maduro es un régimen afín y puede contar con las lealtades de siempre, sin importar lo que haga.

Pero hay algo más, que pocos han mencionado. Lo que no se puede decir sobre Venezuela es que la actual situación venezolana es muy parecida a la de Chile en 1973: un gobierno democráticamente elegido que ha violado la constitución, socavado la institucionalidad, atacado la libertad de prensa, causado un desastre económico y fomentado la violencia. A ojos del mundo, y de Chile, esto no puede seguir. Pero cuando un gobierno tiene como meta hacerse con todo el poder, y para eso desfigura sus instituciones, no queda una vía institucional para resolver el problema. El sentido común dado por la distancia hace que una gran mayoría se sitúe del lado de los manifestantes y contra el gobierno.

Para el caso chileno, las cosas se complican. Durante veinte años, primero de manera sutil y luego más descarada, la coalición de partidos de izquierda ha reivindicado la Unidad Popular y la figura de Salvador Allende, y por otra parte, vilipendiado al gobierno que derrocó a Allende cuando la situación en Chile era parecida a la de Venezuela hoy. Los cambios de nombres a las calles, la proclamación de Allende como el chileno más grande de la historia, la firma de Ricardo Lagos al pie de la Constitución de 1980, son muestra de ello.

Es por esto que la izquierda no se pone del lado de los manifestantes venezolanos. Venezuela poco nos importa en términos materiales, pero Venezuela hoy es una manera de ver desapasionadamente el Chile de 1973. Dar la razón a los manifestantes es como darle la razón al pronunciamiento militar. Como esto no escapa la atención de algunos, se han querido marcar diferencias. Un columnista llegó a decir que Nicolás Maduro era derechista, porque se comportaba como la derecha espera que se comporte un socialista. Se ha dicho que el gobierno de Allende no cayó por sus propios errores, como parece que debiera caer el de Maduro, sino que fue derrocado por la CIA. Eso suena parecido al discurso chavista-castrista. (Además, si a los EE.UU. le interesaba que la UP cayera, la Urss tenía igual interés en que se mantuviera, cosa que se silencia).

Pareciera que el desmoronamiento institucional de Venezuela es total, cosa que no llegó a ocurrir en Chile. El proceso venezolano, además, ha sido lento, por lo que la reacción ha sido tardía e ineficaz.