A poco de iniciar un nuevo periodo, Navarrete cree que el fantasma de las expectativas acompañará a Bachelet. Pide no pasar "aplanadoras" y afirma que el legado de Piñera en profesionalización del Estado es deficitario.
El deterioro del prestigio y la confianza ciudadana en importantes instituciones, como el INE o el Registro Civil, son a juicio del abogado Jorge Navarrete, uno de los legados negativos que dejará la administración Piñera. Si bien afirma que en su gestión no se verificaron importantes casos de corrupción, cree que la profesionalización del Estado es una asignatura pendiente.
Respecto de las altas expectativas en el proceso que inicia Michelle Bachelet, este analista asegura que son "fantasmas" que la van a acompañar en todo su periodo, por lo que echa de menos una hoja de ruta realista.
- Uno de los legados negativos que deja esta administración se refiere justamente al deterioro que experimentaron ciertas instituciones que gozaban de un alto prestigio y confianza por parte de los ciudadanos. Lo ocurrido en el INE, Registro Civil, el Servicio de Impuestos o la encuesta Casen, es un síntoma de algo más profundo: el confundir eficiencia con la privatización del espacio público, como si el Estado fuera similar a una empresa. Dicho lo anterior, y sin desmerecer los importantes logros, el balance en energía, infraestructura pública o la profesionalización del Estado es completamente deficitario.
- Aunque no se verificaron importantes casos de corrupción en el gobierno, la profesionalización del Estado de Chile es una asignatura pendiente. Son muchos los intereses creados, tanto dentro como fuera del aparato público, que impiden un real proceso de modernización.
- Hubo un evidente desdén hacia la política, que relegó variables tan relevantes como la empatía, la humildad o la capacidad de escuchar. El método es el mensaje, y más que una administración de la derecha, este fue el gobierno de Sebastián Piñera. El y sus más cercanos colaboradores lograrán salir personalmente airosos, pero a costa de haber contribuido al desplome de su familia política de referencia.
- Barrancones nos alertó de que la relación de este gobierno con la calle sería errática y contradictoria. Cuando había que anticipar y prevenir, se menospreció y ninguneó; a la hora de escuchar y dialogar, se prefirió criminalizar y denunciar; y cuando se debía resistir y liderar, se entregó y renunció.
- El fantasma de las expectativas acompañará todo el gobierno de Bachelet. Los cambios serán lentos, graduales y menores a lo originalmente planteados. También habrá, por ende, decepción y desencanto. Es urgente explicitar una hoja de ruta realista, que ponga sobre la mesa la legitimidad de los ganadores, pero que también se abra a importantes acuerdos con la oposición. Hay que sincerar ese itinerario con los ciudadanos, haciéndolos partícipes de las oportunidades y dificultades. Sin embargo, los niveles de opacidad y secretismo que hemos observado hasta ahora poco contribuyen a esa tarea.
- Quienes asumirán en los próximos días son personas que ya han tenido una vasta experiencia en el gobierno, que conocen de los riesgos y posibilidades. Pasar la aplanadora con la modificación tributaria sería pan para hoy y hambre para mañana, más todavía cuando es la reforma educacional donde se juega el éxito de la gestión de Bachelet y, para muchas de aquellas materias, se requerirá el acuerdo de al menos una parte de la derecha.
- Se trata de un mal que aqueja a buena parte de nuestros dirigentes. La política está convertida en un concurso de popularidad, donde el primer instinto es abrazar cualquier causa con apoyo ciudadano, sin interrogarse por su legitimidad, justicia o propósito. Es tan importante escuchar como también gobernar, en un esquema donde muchas veces se debe ceder pero también decir cosas que no encuentran la comprensión ciudadana. El gran desafío de la política en general y de la centro izquierda en particular, es volver a seducir a los ciudadanos con un relato que mira hacia delante con ilusión y esperanza. El desafío es ser populares, sin ser populistas.
lConsultado por la posibilidad de cambios al modelo económico y político, Navarrete afirma que "en Chile se acumuló la rabia contra el poder". Agrega: "Tenemos un evidente problema en la manera como se genera, distribuye y usa el poder. Sin ir más lejos, la reforma constitucional, tributaria y educación, son la expresión y la promesa de un nuevo trato político, económico y social". Y sobre si es una oportunidad para que estos cambios se realicen de manera ordenada, comenta que le parece "un momento fascinante, en el que debemos responder qué bienes, en qué cantidad y calidad, estamos dispuestos a garantizarle a todos los ciudadanos".