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Cuaresma: tiempo de desierto

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Este miércoles de cenizas empieza para el mundo católico un tiempo especial de preparación que se conoce como la cuaresma.

Cuarenta años anduvo Israel por el desierto, cuarenta días estuvo Jesús en el desierto, cuarenta días debemos como Iglesia vivir en el desierto. De lo que se trata, entonces, es de una experiencia de desierto, bastante conocida en la tradición monástica y en la tradición mística. Pero no es una experiencia exclusiva de monjes y místicos, sino que está al alcance de todos nosotros.

Quisiera destacar algunas características de esta experiencia que nos ayuden a cosechar muchos frutos del desierto (¡vaya paradoja!) al que estamos siendo llamados en este tiempo cuaresmal.

1º Ir al desierto significa despojo o, dicho de otra forma, concentrarse sólo en lo esencial. No se trata aquí del desierto que recorre el rally Dakar, al que hay que trasladar medios de apoyo impresionantes, sino todo lo contrario, para ir al desierto y desplazarse por él hay que llevar lo estrictamente necesario, hay que ir "ligero de equipaje", esto implica discriminar entre lo que es verdaderamente esencial y lo que es secundario o superfluo. De esto último hay que despojarse, botarlo como un lastre o, por lo menos, darse cuenta de que no es primordial. Pregunta: ¿Qué elementos secundarios en nuestras vidas los consideramos equivocadamente como esenciales?

2º El desierto es un lugar de paso: no se construye una casa en medio del mismo. Sería una estupidez confundir el desierto con la Tierra Prometida. No estamos todavía en ella, sino que como comunidad nos dirigimos hacia ella. Somos peregrinos, y en este peregrinaje debemos llevar como posesión sólo aquellos bienes que no pueden ser ni robados por ladrones ni carcomidos por polillas (ver Lc 12,33-34 y Mt 6,19-20), bienes como perdón, misericordia, reconciliación, solidaridad, una mirada benévola a nuestro mundo y un largo etcétera en esta dirección. Pregunta: ¿en qué hemos puesto nuestro corazón? Pista: uno tiene puesto su corazón en aquello que gasta su tiempo y dinero.

3º El desierto nos muestra con crudeza nuestra fragilidad, indigencia, inconsistencia radical, transitoriedad, lo que nos debe llevar a reconocer nuestra dependencia en una doble dirección: en relación a los demás y en relación a Dios. La transitoriedad, que nos puede conducir a melancólicas reflexiones, en realidad nos invita a valorar todos los momentos de nuestra existencia; nos lleva a considerar con agradecimiento el milagro de existir y los dones (o maná) que diariamente recibimos. Nos debe llevar sobre todo a confiar en Dios que nos salva de la transitoriedad y que nos invita a vivirla no centrados en nosotros mismos sino vueltos hacia los demás. Pregunta: ¿Dejamos que Dios sea Dios o lo acomodamos a nuestros intereses y expectativas?

4º Por último, considerar la ambigüedad del desierto, que puede ser ocasión de salvación o de perdición, porque en él podemos encontrar a Dios pero también a los demonios. Desnudos y frágiles en el desierto tenemos todavía la tentación absurda de creer que somos amos y señores de nuestra vida de manera completamente independiente. Israel después de haber encontrado a su Dios en el desierto (ver Éx 19-20) sucumbió a la tentación de rechazo de Dios y de autosuficiencia, por lo menos la primera generación (ver Núm 14). Jesús también enfrentó la tentación demoníaca, ante la que salió victorioso por su inquebrantable fidelidad a su Padre.

En busca de la felicidad

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Desde siempre el hombre ha buscado la felicidad; está en su ser racional el deseo de felicidad y permanencia, de que la vida no se acabe.

En estos tiempos que nos ha tocado vivir no faltan anuncios de venta de productos que nos facilitan la vida, que nos la hacen más fácil y más bella, más placentera, con menos esfuerzo. No debemos menospreciar la ayuda que la técnica aplicada a maquinaria -electrodomésticos para el hogar, herramientas en los trabajos manuales, etc.- nos pueden prestar. Pero tampoco hemos de confundir la ayuda que la técnica nos presta, si la utilizamos bien, con que estos adelantos nos van a hacer felices. La felicidad está en otra parte.

¿Dónde, pues, está la felicidad?

El griego Demócrito (s.s. v-1v) en una de sus sentencias morales dice "solo de la moderación de los apetitos y de la armonía de la vida viene a los hombres la alegría". Se entiende que no se refiere a la alegría pasajera producida por agentes externos -alcohol, drogas, comilonas, etc.- sino a la manera de conducirse como ser racional y libre que es el hombre. En este sentido se confunden o complementan alegría y felicidad. ¿Cómo se puede ser feliz y no estar alegre? Y ¿Cómo se puede estar alegre no siendo feliz? La moderación de los apetitos no es suprimirlos o no atenderlos; entonces no seriamos seres racionales formados por cuerpo y alma. Tenemos unas necesidades corporales que tienen que ser atendidas para conservar la vida. Tan importantes son que Dios ha asociado a ellas cierto placer al comer, beber, descansar...

Entonces esa moderación se refiere al recto uso de esos apetitos según la recta razón -conformarse con lo suficiente dirían algunos- de forma que esa armonía entre el cuerpo y el espíritu permanezca.

La armonía de la vida -también podríamos definirla como unidad de vida- es que nuestra conducta tanto en la familia, en el trabajo, en el descanso, en nuestras relaciones sociales...es siempre la misma. Nuestro comportamiento deja entrever nuestra armonía interior. En los creyentes también se debe notar nuestra fe en el respeto y afecto por las cosas sagradas, las instituciones, por nuestros hermanos los hombres.

Este estar cada cosa en su sitio y su correcto uso conforme a la recta razón nos permite atender con orden y eficacia las necesidades del ser humano, del cuerpo y del alma. Con esto se crea en nuestro entorno un ambiente de sana y apacible convivencia.

Obesidad infantil

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Esta semana la Organización Mundial de la Salud levantó la alarma respecto del aumento de la obesidad infantil en el mundo y particularmente en Europa, donde un tercio de los niños de 11 años tendrían sobrepeso.

En Chile, en tanto, se habla de que la obesidad infantil se está acercando al 50%.

Es necesario hacer algunas aclaraciones respecto a estas cifras, ya que es importante diferenciar el sobrepeso de la obesidad y la obesidad mórbida.

El Simce de Educación Física de 2012 presentado el 2013 efectivamente da luces de esta problemática, arrojando que el 44% de los alumnos de 8vo básico está sobre el peso ideal. Esto no significa que todos sean obesos, cifra que en realidad alcanza al 18% en tanto que otro 26% tiene sobrepeso. Naturalmente que esto es preocupante, pero es fundamental destacar esta diferencia, ya que el impacto para la salud es muy diferente y porque las políticas públicas y privadas tendientes a enfrentar el problema deben apoyarse en información precisa para ser más efectivas.

Por ejemplo, el sobrepeso puede abordarse desde el fomento de la actividad física y las campañas contra el sedentarismo con acciones públicas y privadas de tipo educativa a nivel familiar, comunitario y escolar, de lo cual hay experiencias positivas en Chile y en el exterior.

En estos casos, no necesariamente se requiere participación de especialistas en salud y nutrición, la que sí es imprescindible en el caso de la obesidad y la obesidad mórbida, que requieren de una mirada clínica e intervenciones más específicas de especialistas, además de las acciones señaladas.

Tres años y un día

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Es mi condena.

El encierro agobiante, tembloroso, aherrojador.

La cárcel que me enclaustra desde el 21 de febrero de 2011.

Día en que fui engrillado a una cama, inhibido de caminar y con mis manos atrofiadas.

Una pena sin límites. Sentencia por una infiltración generada por intensos dolores en la escápula derecha y en el cuello.

Un desacierto y una consecuencia inesperada y cruel: tetraparesia, palabra que desconocía y que -sin embargo- ha marcado mi tránsito de los últimos tiempos.

Mutiló mi andar por el periodismo vigoroso y absorbente. Además, mis clases en las escuelas de periodismo universitarias.

Tronchó mis relaciones dinámicas, amistosas, aunque no cómplices, con mis centenares de alumnos.

Cortó mis tertulias en mesas generosas de condumios y vinos oscuros.

Limitó gravemente mis pasos por el departamento de Ramón Carnicer 5, en los aledaños de la plaza Baquedano. En el entorno con una multitud de libros, revistas y artículos de Pablo Neruda, el mayor manantial de riqueza idiomática. La vitrola con los pretéritos discos de Carlos Gardel, la voz del encantamiento, la nostalgia y la emoción.

Allí conviven con la escultura de Carlitos Chaplin, el mejor comediante de todos los tiempos, en tamaño natural. Y la de El Principito, el niño dorado que interroga, sueña, imagina.

Pude deprimirme, naufragar, quebrantarme, en esa instancia, decidí luchar. Proponer e imponer mis ganas de vivir, mis ansias de integrarme a los que me quieren y quiero. Tantos. Tantas.

Soledad, mi amada hija, se convirtió en mi gigantesco aliento frente a médicos, abogados y empresarios. Valiente, entera, briosa. Patricia, mi hermana, y Patricio, mi cuñado, me visitan día por medio y me entregan energía y estímulo; mi hermano Claudio, su generosidad sin fronteras. Agustín, y su familia, el afecto.

Mi amiga Amigo (Verónica) me aporta disciplina, dignidad y cariño. Evaristo Cortez, mi amigo de infancia y símbolo de la Promoción 61 de la Escuela Domingo Matte Mesías de Puente Alto, me acompaña todos los domingos.

Crezco con el refresco de amigos, colegas, profesores, ex alumnos y lectores.

Me atienden profesionales de Clínica Medical Home: kinesiólogos motores y respiratorios, fonoaudiólogas, una doctora, terapeutas ocupacionales, enfermeras y Angela S. y Karen F, mis constantes y tiernas cuidadoras.

¡Tres años y un día!

El juez no se ajustó al derecho a una vida armónica y feliz.

Estoy alegre y con ánimo, que es sinónimo de alma.

Me gustaría pararme y correr para agradecer a todos.