Secciones

A 4 años de la tragedia

E-mail Compartir

Se cumplen cuatro años desde que el terremoto de magnitud 8,8 Richter y el posterior tsunami golpeó desde Valparaíso hasta La Araucanía con epicentro en la Región del Bío Bío-y dejó escenarios inimaginables y rostros inconsolables.

El terremoto del 2010, considerado de los fuertes ocurridos en el planeta desde que existen registros, fue seguido de un tsunami que arrasó varias localidades costeras e islas del centro y sur del país, dejó 525 muertos (126 por el tsunami), 800 mil damnificados y daños totales por 30.000 millones de dólares. Se recordará que las principales industrias locales quedaron paralizadas, que desaparecieron plantas pesqueras, pero la reconstrucción de éstas fue rápida.

En estos cuatro años ha habido grandes avances. Las toneladas de escombros desaparecieron, los puertos, puentes y las carreteras son utilizados normalmente, pero en nuestra zona aún hay edificios colapsados y hay algunas construcciones riesgosas que permanecen sin ser demolidas.

Es comprensible el dolor de quienes perdieron a sus seres queridos y para ellos van nuestros respetos. Pero la mayoría de las familias han dejado atrás la tragedia, ya están de pie y soportaron en forma estoica las miles de réplicas que se han registrado desde entonces en diversos puntos del territorio.

Pero también el 27/F constituyó la prueba de que el país, en general, y la Oficina Nacional de Emergencia, en particular, no estaban preparados para abordar una catástrofe de esta magnitud. El famoso video que se conoció de las primeras horas de funcionamiento de la Onemi, donde aparecían las más altas autoridades, reveló el grado de improvisación y de confusión que reinaba allí, sin que nadie tomara decisiones.

Más allá de la polémica que se reactiva cada cierto tiempo, resulta evidente que Talcahuano o que Dichato hoy son muy diferentes a lo que mostraban las fotografías y videos aquel 27/F, aun considerando que queda tarea por realizar.

En estos años hubo un gran dinamismo inmobiliario impulsado por el proceso de reconstrucción. La ciudadanía puede apreciar la cantidad de edificios, conjuntos habitacionales y centros comerciales.

Atrás han quedado los temores que se generaron con el destructivo terremoto y tsunami de 2010. El país se levantó rápido, reordenó su aparato productivo, mientras las autoridades adoptaron las políticas económicas que favorecieran el crecimiento y la inversión y construyeron las casas para damnificados. Los resultados están a la vista. Lo demás, es debate pequeño e inconducente.

La voz de los '80

E-mail Compartir

Todos los cambios generan incertidumbre y habitualmente hacen florecer cuestionamientos o suposiciones que están más anclados en las ansiedades y expectativas que en la realidad. Por estos días, estamos viendo cómo se instalará el nuevo gobierno y ese proceso no ha estado ajeno a dimes y diretes. Eso no tiene nada de malo. Es de lo más humano que hay. Todos tenemos supuestos y tratamos de leer la realidad para entenderla y tomar posturas propias o seguir las predominantes.

En ese ejercicio, existe un elemento interesante en las nuevas autoridades que se han conocido. La administración entrante ha buscado sumar a talentos de una nueva generación, los que hoy están en los 40 años de edad. El futuro ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, es parte de esa nueva generación, al igual que Ximena Rincón, en la Secretaría General de la Presidencia; Natalia Riffo, en el Ministerio de Deportes y el futuro intendente del Bío Bío, Rodrigo Díaz. Todos ellos tienen en común, además, su formación en Concepción y estrechos lazos con la región.

Esto es muy interesante como señal para nuestra comunidad local porque estamos escasos de nuevas ideas y liderazgos para los problemas que enfrentamos. Necesitamos el aporte de esa nueva generación en la toma de decisiones, y por sobre todo, su energía por generar cambios.

Pero no sólo desde el gobierno. También las organizaciones sociales están dando espacio a nuevos liderazgos; y desde las empresas es cada vez más común encontrar a una nueva generación de ejecutivos, que en muchos casos, ha desafiado las formas tradicionales de gestionar compañías. Salvo instituciones que aún no han comprendido que la renovación es vital para su desarrollo, son muchos los ejemplos que siguen esta tendencia.

Éste es un cambio transversal que debemos promover en todos los ámbitos, sin por ello, desestimar la experiencia y buenas ideas de las generaciones mayores. Existe un sano balance intergeneracional al que debiéramos aspirar para mejorar la forma en que abordamos los crecientes desafíos que nuestra sociedad enfrenta. Lo disfuncional es pretender que los liderazgos sean inamovibles y que sólo las personas con muchos años de experiencia pueden encabezar la toma de decisiones.

A nivel global, el panorama es más decisivo. Estamos inmersos en un mundo enfrentado a encrucijadas ambientales y sociales que requieren audacia e innovación. La extrema inequidad o los efectos del cambio climático están apremiando de forma urgente y sólo tenemos una generación para revertir esas tendencias.

Es entonces esta generación de los 40 y tantos la que, desde posiciones de poder, deberá tomar un decisivo protagonismo. En ellos, se concentra una nueva capacidad fruto de las mejoras en educación, el aprendizaje de los aciertos y errores de las generaciones anteriores, la apropiación de las nuevas formas de trabajo y relacionamiento y, lo que es más determinante, aún no pierden el impulso por enfrentar desafíos complejos y rebelarse al . Del éxito de los cuarentones de hoy, adolescentes en los '80, dependerá el futuro que nos espera.