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Materiales escolares

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Los problemas derivados de la adquisición de libros y determinados útiles por parte de colegios particulares y subvencionados son un cuento de larga data, en parte incomprensible considerando que a estos últimos el Estado les dota de los textos correspondientes, en forma gratuita. Así se puede comprobar, año a año, cuando los medios de comunicación empiezan a dar cuenta de las compras al aproximarse el periodo escolar.

Sin embargo, los mismos contenidos, con alguna modificación más que nada cosmética, son exigidos por ciertos establecimientos sin que medie ningún razonamiento pedagógico sólido.

Qué motivos se esconden tras esta exigencia, que obliga a pagar altísimos precios por textos que, en lo sustantivo, son iguales y el Estado proporciona sin costo, es algo que sería interesante de averiguar. Para la gran mayoría de las organizaciones de consumidores del país, se está en presencia de una especie de monopolio, en que un par de editoriales manejan a su antojo este lucrativo negocio educacional.

En el mundo de la educación, existe una larga lista de irregularidades a las que los padres no pueden oponerse. Las listas no deben incluir ciertos elementos de aseo, como papel sanitario, jabones y otros; resmas de papel para impresión, etcétera, pero aparecen en ellas, casi sin excepción.

Los padres desean, naturalmente, que sus hijos asistan a clases en el mejor establecimiento educacional posible, según sus medios. En consecuencia, negarse a cumplir con lo que a todas luces parece irregular es quedarse sin matrícula; así de simple.

Todos lo consideran una cuestión de costo/beneficio y con esa actitud se institucionaliza una política abusiva que pretende rebajar en forma importante los costos propios de cada colegio, incrementando aún más sus ganancias. A mayor prestigio del establecimiento educacional, menor es la posibilidad de presentar una mínima oposición a estos requerimientos que elevan fuertemente los gastos de los padres.

La autoridad deberá estudiar estos temas, terminar con el libre albedrío y prohibir en forma tajante estas irregularidades, supervisando en forma rigurosa, salvaguardando los intereses de muchos miles de hogares.

¿Qué hacer con Venezuela?

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Los hechos en Venezuela demoraron en llegar a la prensa nacional, pero al fin lo hicieron. Hemos visto protestas en contra de un presidente democráticamente elegido (sospechosamente designado por su antecesor) que ha usado la democracia en función de la ideología, y la represión contra los manifestantes.

Nos hemos enterado del desorden, de la escasez de productos básicos, de la persecución legal contra la oposición y los ataques a prensa libre.

Esto ha generado bastante comentario a nivel local, y algunos se preguntan qué pasará con Venezuela. Lo que se diga en Chile sobre Venezuela no cambiará mucho las cosas. Desde aquí, poco o nada se puede hacer para mejorar la situación de los venezolanos. Los comentarios en una y otra dirección probablemente nunca lleguen a los oídos de los supuestos destinatarios. Pero si no podemos hacer nada por la situación de ese país sí puede hacer algo por nosotros.

No hemos de pensar que lo que vemos a través de los medios no puede pasar aquí. (De hecho, ya ocurrió -y eso es lo que no se puede decir respecto de la situación venezolana- y podría ocurrir nuevamente, aunque no mañana ni pasado.) No somos iguales a Venezuela, pero tampoco somos tan distintos. Lo interesante es ver cómo se llega a tales situaciones -nunca de un día para otro- para reconocer los signos y prevenir las consecuencias.

No hace falta sobreabundar sobre el respeto a las instituciones y la ley, el peligro del populismo y cosas parecidas. Son de sobra sabidas, y el que pueda discernir las señales -como la condena en el caso Luchsinger-Mackay- que lo haga.

Parece más provechoso concentrarse en algo más pequeño, pero más revelador. Para eso, un botón de muestra. Notemos las declaraciones de la Fech. Muchos (¡ingenuos!) se escandalizaron que tal grupo de estudiantes apoyara a un gobierno como el de Nicolás Maduro. No puede esperarse algo distinto de los que todavía suspiran por Fidel Castro y el Che Guevara. Lo que importa ahora es si esa misma lista, o alguna afín, vuelve o no a ganar las elecciones de la Fech el próximo año. Si son castigados por sus compañeros, quiere decir que algo habremos sacado en limpio de la crisis venezolana, que la apatía puede ser sacudida.

En la misma línea, habrá que ver si la participación electoral sube en el futuro. Si hay algo que permite que regímenes como el de Chávez-Maduro se hagan con el control total es la apatía inicial.

Las libertades rara vez mueren de golpe, se las socava de a poco. La indiferencia respecto de lo público permite que unos pocos hagan lo quieran con ello, mientras la mayoría se encuentra distraída en sus cosas.

Es que cuando las cosas más o menos funcionan, es más cómodo dejar que los acontecimientos sigan su curso. Cuando la necesidad de involucrarse se hace patente, suele quedar poco con lo que involucrarse.