Cargos públicos: ¿Un botín?
Algunos personeros de la Nueva Mayoría han dicho que desean que los directivos de los servicios pongan sus cargos a disposición para "facilitar la instalación del nuevo gobierno" pero hace cuatro años los mismos decían lo contrario pues había que cuidar que el Estado siguiera funcionando.
Es innegable que cada elección Presidencial en Chile lleva implícita la designación de unos 10.000 puestos públicos entre cargos de confianza y sus gabinetes. Sin embargo, el tono con que se ha tratado el tema tiene el riesgo de convertir a la Administración Pública en un "Botín" ¿Es esto razonable?
Es difícil saber el número de personas que trabajan en los Gobiernos por razones políticas. Según el Prof. Pfiffner de la U. George Mason, en Estados Unidos existen entre 3.000 y 4.000 cargos de designación política. Reconoce además que la elección de un presidente implica que exista un número de personas de su confianza para aplicar las políticas comprometidas en su programa. Pero también es razonable que el aparato público mantenga un contingente que sepa cómo realizar las políticas que se pretenden implementar.
Este es el centro del asunto. El poder político, está llamado a decidir qué políticas públicas se deben ejecutar, hacia dónde deben apuntar las acciones del Estado para llevar por el mejor camino al país. A su vez, la administración del Estado, y sus funcionarios, deciden cómo se deben implementar las políticas definidas por el gobierno. Pastelero, a tus pasteles. Gobierno y Administración deben respetar el límite entre qué hacer y cómo hacer pues es la forma de lograr la ejecución del programa y evitar que intereses privados primen sobre el bien común.
No cabe duda que los funcionarios públicos están al servicio del programa político del gobierno electo por la ciudadanía. Pero es perjudicial que el Gobierno tenga poder sobre la administración a tal punto de poder contratar y despedir a sus funcionarios, pues el respeto entre el qué y el cómo termina por perderse y sobreviene el desprestigio de políticos y funcionarios por parte de sus verdaderos jefes: el pueblo. ¿No es eso lo que vivimos en Chile hoy?
El primer paso para un cambio profundo es darle al Servicio Civil la función de reclutar, contratar, capacitar, sancionar y desvincular, en su caso, a los funcionarios públicos que requieran los órganos del Estado con la sola excepción de los gabinetes políticos que llegan y se van con los cargos de confianza.
El Servicio Civil se convertiría en una especie de "Referente del Funcionario Público" y velaría por la carrera funcionaria. Se crearía una cultura y valores propios de la administración y generaría la independencia necesaria entre el poder político y la administración del Estado.
Por el momento, debemos esperar que las nuevas autoridades piensen cómo lograr que la Administración mantenga el buen funcionamiento que ha logrado en estos años y no sólo se repartan el "botín".