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Pamela Díaz es confirmada en Viva Dichato

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"Estoy muy contenta que Mega me haya dado esta oportunidad en un proceso distinto de mi vida. Ya llevo un año animando y es mucho más la experiencia que tengo que el año pasado".

Con estas palabras Pamela Díaz agradeció a su canal la oportunidad de estar por segunda vez en el escenario de Viva Dichato. Ayer fue confirmada como la tercera compañera de Luis Jara en la tercera versión del evento artístico.

"Siento que es un desafío bastante grande por el tema que estamos compitiendo con otro festival que es importante también (Antofagasta), pero estoy segura que vamos a ganar", acotó.

Sumó el cariño de la gente, con el que "uno se llena de cosas lindas para todo el año, y estando con Lucho, que es un partner exquisito, no tengo ningún miedo de equivocarme, porque sé que él me puede salvar".

¿De qué hablamos cuando hablamos de humor?

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No se trata de pacatería. A estas alturas, en el correr del siglo XXI, tomar una posición así parecería una cuestión de novela victoriana. Y los tiempos cambiaron hace rato, en el decir de Bob Dylan.

Sin embargo, encontrarse frente a una situación como la pasada actuación del humorista Pipo Arancibia en la segunda noche de Viva Dichato, lleva a reflexionar sobre el estado de la televisión actual -una buena parte de ella- y su responsabilidad (social) frente al otro, en este caso, telespectador.

Una cosa es lo que ocurre y cómo se percibe al artista en el acto en vivo, es decir, como público presente en el show realizado en el sector Canchas del balneario. Allí el espectador tiene varios planos para seleccionar, tanto sonoros como visuales. Por lo tanto, no necesariamente está atento a toda la rutina que se le pone al frente. Las distracciones y motivaciones secundarias son varias. En este caso algunos cuentos pueden pasar inadvertidos. Incluso, si anda en familia, en el relajo de un sábado de carácter playero; aquellos chistes subidos de tono -de la cintura para abajo- puede que no se capten en toda su dimensión.

DIFERENTES PLANOS

Los cerca de 30 minutos de Arancibia en el escenario dichatino fueron de un estado que, sin duda, la producción debió revisar en la previa. Y si lo hicieron, ciertamente, no dimensionaron que Viva Dichato no sólo es un show en vivo, también un programa de televisión.

Asumiendo aquello, entonces, la atención del telespectador es muy diferente a la de quien se encuentra en el recinto a esa hora. La cámara es la que selecciona el plano, generando una tensión de carácter "concentrado". En otras palabras, quien se encuentra al otro lado del switch está "obligado" a ver la toma que le presenta en ese momento, desde paneos generales hasta planos cerrados. Por lo tanto, la exposición frente al mensaje es mucho más intensa, directa y adquiere un carácter relacional de uno a uno.

Puede que la rutina del humorista se haya percibido más "suave" en el lugar de los hechos, considerando el grueso calibre de los chistes seleccionados, algunos ya conocidos. La mayoría para escuchar muy entrada la madrugada y en otro tipo de recinto, algo más cercano a la estética de una boite.

En el contexto de este "simulacro" que es la televisión y la forma de construcción de su narrativa, anotemos que en pantalla no fueron muchos los aplausos y las risas percibidas. Incluso, el bis con dos cuentos pareció un pie forzado de los animadores, que no necesariamente transparentó el deseo de los presentes en Dichato.

Asumiendo historias de carácter sexual, incluso, pornográficas en cuanto al sentido de exposición y lectura de algunas historias; lo que desarrolló Arancibia en el balneario está entre lo más bajo hecho por humorista alguno en un evento masivo televisado. Acá no hablo de lo entretenido o fome, que son aspectos distintos, sino del contenido.

Remarco televisado, porque si el invitado con 35 años de carrera no lo pensó, la producción debió ponerle un parele antes del "aire".

Además, en pantalla la rutina pareció nerviosa, a tras mano y colmada de chistes gruesos para un público popular/familiar.

Contra eso, Nelson Arancibia promedió 27 puntos de rating, cifra que lleva a pensar también sobre el impacto que se produce hoy en el televidente, y qué tipo de discurso espera ver la gente.

Ojo, que algo sea popular no significa que caiga en la ordinariez gratuita. Eso se mal entiende con picardía, ingrediente de muchos relatos considerados hoy expresiones de la llamada alta cultura, cuando el sexo y sus partes eran verdaderamente tabú. Por lo menos, hasta el Renacimiento.